A vueltas con el entrelazamiento cuántico en la cultura popular. A Ernesto Lozano Tellechea, que me propuso este blog en 2015. En un momento de su célebre "The demon-haunted world", extrañamente traducido al castellano como "La ciencia y sus demonios", Carl Sagan se lamentaba del sesgo hacia lo paranormal y la conspiración de "Expediente X" (y eso que no pudo ver la ridícula continuación del año 2016), y pedía que existiera un programa para adultos que fuera como "Scooby-Doo es para los niños", es decir, una serie en la que "los presuntos casos paranormales sean investigados sistemáticamente y se encuentre que cada caso puede ser explicado en términos prosaicos". Esto estaría "mucho más cerca de la realidad y haría un servicio público mucho mayor" (Traducciones apresuradas mías). O, por decirlo en las ya inmortales palabras del Dr. Stephen Strange en "Spiderman: No way home": "please, Scooby-Doo this shit". Efectivamente, solemos considerar que a los niños, a partir de cierta edad, conviene enseñarles a pensar racionalmente: así recuerdo yo aquellos encantadores libros de "Los tres investigadores" en los que al final de cada historia los chicos le iban a explicar el caso a Sir Alfred Hitchcock (aunque mi mujer me asegura que en algún caso había explicación paranormal y no he vuelto a leer todos de adulto), por no mencionar lo mucho que me impresionó de niño Sherlock Holmes. Sin embargo, al parecer, los guionistas y directores consideran que eso es demasiado aburrido para nuestras sensibilidades posmodernas de adultos y que es mucho más interesante lo contrario: ya saben, empiezan a pasar cosas extraordinarias y el personaje racionalista balbucea "estoy seguro de que hay una explicación racional para esto" mientras disimula a duras penas el tic nervioso y el creciente olor a pis de su bragueta, hasta que es barrido de la faz de la tierra por un monstruo venido de otra dimensión y queda como un idiota, mientras que el personaje de la chica luchadora a la que nadie hacía caso pero que nunca dejó de creer en el monstruo a pesar de la ausencia de pruebas y lógica acaba siendo reivindicada, y así aprendemos a "tener la mente abierta" y sandeces así. Nada que objetar, claro. Hay películas que pueden ser estupendas sin que haya que tomarse muy en serio el argumento. Sin embargo, no sé, a lo mejor estaría bien de vez en cuando que la cosa fuera al revés: si no por lo de la realidad y el servicio público que decía Sagan, al menos por variar. Así (o sea, al revés) eran algunos de los mejores episodios de "House", y así pensaba yo que estaba siendo "Evil" (aunque viendo el rumbo que ha tomado la cosa en la segunda temporada ya no estoy muy seguro), la última genialidad del matrimonio King, los creadores de las maravillosas "The good wife" y "The good fight". En esta serie, los protagonistas investigan para la iglesia católica supuestos casos de posesiones demoníacas (!). Se trata de un trío formado por un sacerdote atípico y atractivo, inclinado hacia la explicación sobrenatural, una psicóloga escéptica y agnóstica que busca explicaciones psicológicas y finalmente Ben Shakir, mi personaje favorito, que hace lo que a mí me gustaría hacer de mayor: encontrar las causas físicas, químicas, naturales de lo que ocurre. Como es natural, nuestro racionalista Ben sufre el castigo adecuado a su manera de ver la vida cuando se lía con una chica que parece normal pero que acabamos descubriendo que tiene una extraña creencia sobre sí misma. A estas alturas las dos o tres lectoras que hayan llegado hasta aquí se estarán preguntado por qué demonios (ja) les estoy contando esto. Pero claro, ¿a qué no saben de qué acabaron hablando Ben y Vanessa en el episodio 8 de la primera temporada? ¡Lo han adivinado! Del entrelazamiento cuántico. Traduzco yo, no sé si coincidirá con los subtítulos o con el doblaje: "Ben: Y parecías tan cuerda. Vanessa: Muchas gracias. Ben: Vamos, ¿qué quieres que piense de esto? Vanessa: Todas las creencias parecen raras desde fuera. Tú crees en el entrelazamiento cuántico. Ben: Sí, porque está demostrado. Vanessa: Tienes dos partículas diferentes en dos sitios totalmente distintos, y tienen un efecto la una en la otra instantanéamente a 10000 veces la velocidad de la luz. ¿Cómo es posible? Ben: Espera. ¿De verdad que estás comparando el entrelazamiento cuántico con que tú creas que tu hermana muerta está injertada en tu lado izquierdo? Vanessa: En mi lado derecho." Observarán que Ben se sale un poco por la tangente. Es normal: en ese momento tiene asuntos más urgentes que atender, y además, le pasa como a todos nosotros, que las grandes frases se le ocurren siempre a posteriori. ¡Pero para eso está este cuaderno de bitácora! Veamos qué es lo que tenía que haber dicho Ben Shakir.
Quizá en primer lugar, debería decir: "A ver Vanessa, aclárate. Entiendo que estés preocupada por lo de tu hermana y eso, pero... ¿Instantáneamente o diez mil veces la velocidad de la luz? Porque no es lo mismo... Y ¿por qué diez mil? ¿Por qué no mil o un millón?" La imprecisión en los términos suele ocultar una incomprensión más profunda. Quizá se acuerdan de un lector que me quería explicar que ese número era exactamente 13.800, porque había malinterpretado, junto con unos cuantos sitios web, ciertos resultados experimentales. Lo cierto es que no es 10000, ni 13 800, ni instantantámente, ni nada: en el entrelazamiento cuántico, y esto es lo que tendría que explicar Ben, nada viaja a ninguna velocidad entre las dos partículas. Solo décadas de mala divulgación, de llenarnos la boca con "fascinante", "misterioso", "extraordinario", "nadie entiende", "los dados", "el gato" etc. han conseguido convertir a un fenómeno científico tan cierto como la ley de la gravedad en un chascarrillo para discusiones esotéricas. En la explicación habitual del entrelazamiento cuántico en la divulgación y la cultura popular, que es la que lleva a este malentendido, se hace trampa y se mezcla a una persona que tendría un conocimiento total y ahora sí instantáneo sobre todas las partículas, por separadas que estén, con otra persona que solo estaría en posesión de su partícula y, por tanto, solo tendría acceso y conocimiento sobre su parte del sistema. Esa trampa en la explicación es la que lleva a pensar que existe el efecto del que hablaba Vanessa. Por enésima vez: la supuesta magia de las explicaciones convencionales del entrelazamiento cuántico es fácil de conseguir sin física cuántica. Imaginemos que Juan Tamariz mete una bolita roja y otra azul en su chistera de mago. Tras eso, revuelve un poco en la chistera, saca una bola y sin mirar su color la introduce en una caja. Después mete esa caja en otra más grande, en la que también incluye una carta con la explicación de lo que acaba de hacer, y manda el paquete por correo a nuestra amiga Scarlett en Los Ángeles, o como gustan hacer en estas explicaciones, al otro confín del universo (!) (en un Quinjet o lo que sea). Al abrir la caja y leer la explicación, Scarlett sabe que hay una probabilidad del 50% de que su bola sea roja y un 50% de que sea azul, y también sabe que la bola de Tamariz tiene exactamente esas mismas probabildades. Pero tras abrir la caja con la bola y comprobar el color, ya está segura del color de la bola de Tamariz, aunque él se encuentre en el otro confín etc. Cha-na-nán. Magia potagia. ¿Un poco decepcionante, no? ¿No habría molado más si Tamariz no manda la carta con la explicación? ¡Sin duda! Así que la magia estaría en averiguar el color de la bola sin que haya carta (transmisión de información entre las partes). ¿Podemos hacer eso con física cuántica, con el entrelazamiento cuántico? No. Algún ejemplo así tendría que haber contado nuestro Ben, y si Vanessa realmente tiene curiosidad por el conocimiento y quiere realmente entender, entonces le hará preguntas y seguramente Ben tendrá que llegar a que el mal llamado colapso de la función de onda no es un proceso físico en el que se transmita materia, radiación, información o energía, sino una mera cuestión de actualización de probabilidades, de la misma forma que el resultado positivo de un test de antígenos cambia dramáticamente la probabilidad de que esté infectado, y por tanto, también la de mis amigos, que ahora a lo mejor están en Australia o en el otro conf...(bueno, venga, no), pero a nadie se le ocurre que el test ha tenido ningún efecto sobre mí y menos sobre mis amigos. Y por todo esto, Vanessa, ¡oh Vanessa! (tendría que decir Ben) es por lo que creo que existe el entrelazamiento cuántico, o mejor dicho, por lo que sé que existe el entrelazamiento cuántico. Porque eso es lo mejor de que las fuentes de tu conocimiento sean la mejor ciencia disponible, aquella que proponen nuestras mejores teorías y comprueban cientos de experimentos, y no un libro sagrado o un bloguero de Tallahassee: no necesito creer, porque sé. Mi querida Vanessa, sé. (Publicado originalmente en SciLogs el 11/01/22. En la foto: "¡Porque está demostrado!" Nicole Shalhoub y Aasif Mandvi, Evil 1x08 (2019).)
0 Comments
Sobre el libro de Carlo RovelliEl poeta Jaime Gil de Biedma tituló su primer libro Según sentencia del tiempo (1954), y lo encabezó con esta referencia al filósofo presócratico griego Anaximandro:
Sin embargo, el físico Carlo Rovelli titula su libro reciente El orden del tiempo (Editorial Anagrama), y la referencia al griego es la siguiente:
Ignoro cuál es la mejor traducción del griego (κατά τήν τον χρόνου τάξιν) o incluso si alguna sutileza se pierde en la traducción del original italiano de Rovelli, pero parece tener más sentido la traducción de Gil de Biedma (en realidad, no sabemos si él mismo hizo la traducción o usó algún texto de filosofía en español. Más áun, Anaximandro no dejó nada escrito que haya llegado hasta nosotros y conocemos su pensamiento a través de otros autores. Sin embargo, la cita mencionada pertenece al único pequeño fragmento que sí conservamos, gracias a una mención, que se cree literal, de Simplicio en sus comentarios sobre la Física de Aristóteles). No sería "el orden", sino "la orden", "las órdenes" del tiempo, su sentencia inapelable. Muchos siglos después, Albert Einstein mostraría que la gravedad no es más que eso: la ley escrita por la curvatura del espacio-tiempo. Y así también seguimos, siempre hacia adelante, en el sentido en el que aumenta la entropía, siguiendo la flecha del tiempo. Rovelli ha escrito un libro extraordinario, en el que vamos desde las odas de Horacio hasta la magdalena de Proust, pasando por Rilke, San Agustín, Hugo von Hoffmannsthal y Paul McCartney, entre muchos otros. Solo en alguna ocasión le podríamos pedir un poco más de la precisión que solo pueden dar los números, para que el lector no se lleve impresiones equivocadas. Por ejemplo, que el tiempo corra a distinto ritmo entre tus pies y tu cabeza es tan técnicamente cierto como irrelevante desde el punto de vista práctico. El efecto se puede calcular con la fórmula que el propio Rovelli da en las notas del final del libro: es igual a la aceleración de la gravedad por tu altura dividido por la velocidad de la luz al cuadrado. Incluso si eres tan alto como el muy llorado Kobe Bryant, o más aún, como Edy Tavares, la diferencia de tiempos por cada segundo que pasa sería de aproximadamente 0,0000000000000002 s, lo cual, a lo largo de una vida de 80 años se traduce en algo así como 0,0000007 s. Relojes muy precisos pueden detectar estos efectos en el laboratorio, pero no tienen ninguna consecuencia en nuestras vidas, por lo que difícilmente van a provocar una revolución en nuestra manera de pensar. Sin embargo, como hemos explicado otras veces, la extraordinaria precisión con que nos ubica el teléfono móvil (a pesar de que, a veces, me sigue situando en la calle de al lado cuando quiero pedir un taxi) es debida a que el sistema de posicionamiento global (GPS) tiene en cuenta estos efectos de relatividad general, que sí son apreciables para el caso de las ondas que viajan desde el teléfono en la superficie de la Tierra hasta un satélite en órbita. De manera que el efecto de la dilatación temporal debido a la relatividad sí tiene un impacto en nuestras vidas. También, en ocasiones, conviene subrayar (aunque es cierto que el autor lo menciona en algún momento) que la teoría en la que Rovelli es experto, la gravedad cuántica de lazos, no tiene demostración experimental, por lo que cualquier conclusión que se extraiga de ella respecto a la naturaleza del tiempo es, en cierto modo, especulativa. A pesar de estos pequeños detalles, pasarán un muy buen rato leyendo a Rovelli, y puede que hasta lleguen a olvidar, por un instante, que siguen a las órdenes del tiempo y que "envejecer, morir, es el único argumento de la obra". (Publicado originalmente en SciLogs el 30/01/2020. En la foto, Jaime Gil de Biedma recitando “No volveré a ser joven”). En el número de julio de Investigación y Ciencia.Los títulos de crédito iniciales todavía siguen saliendo en la pantalla. Aparece un individuo disfrazado de "científico loco" garabateando fórmulas de segundo de Físicas con un rotulador verde en una pizarra transparente. (Costó encontrarla. "Es que nadie las fabrica porque nadie las usa"- decía el ayudante de dirección. "Pero es que yo la quiero transparente, ¡maldita sea!"-insistía el director.) El individuo se queda pensativo unos segundos analizando el resultado obtenido (pi tercios) y saca la grabadora. "Día 45. Prueba número 23. Nuevos parámetros. Introduciendo sujeto en la caja. Iniciando proceso radiactivo". Primer plano de la mirada intensa a la caja. "Vamos, vamos" murmura nuestro héroe. La esperanza dura unos segundos, porque de pronto se oye un maullido de terror. "Abriendo la caja. Resultado negativo. Sujeto perdido otra vez". "Mierda. No lo entiendo" nuestro héroe habla con una foto pinchada en un corcho, al lado del retrato de Einstein. "No lo entiendo, pero le prometí a tu madre que lo haría, aunque me dejara la vida en ello, y eso es exactamente lo que voy a hacer. Cof, cof, cof" el héroe tose. "Necesito una copa".
Así sería más o menos el día a día de un investigador en física cuántica, si hacemos caso a la cultura popular y la divulgación. Pero si quieren hacerse una idea un poco más realista de a qué nos dedicamos en realidad, pueden echarle una mirada al artículo que publica Investigación y Ciencia en su último número (julio de 2022) "Corrección de errores cuánticos", escrito por la doctora Zaira Nazario, física teórica de IBM, y traducido por el profesor Vázquez Mozo (el original en inglés fue publicado en mayo por Scientific American). El artículo se lleva la portada del mes "La clave de la computación cuántica", y está bien que por una vez la física cuántica de verdad sea la noticia, y no los multiversos, las variables ocultas o los multigatos. Ya les adelanto que se van a aburrir mucho, porque: - no aparecen ni una sola vez las palabras "fascinante", "maravilloso", "extraordinario" o "misterioso", ni ninguna de sus derivadas. - no aparecen felinos de ningún tipo. - ¡no sale Einstein! - no es necesario ningún cambio de paradigma. Pero a cambio del aburrimiento, tal vez puedan conseguir algo mucho más interesante que todo eso: entender (sí, olvídense ya de eso de que nadie puede entenderla) algo sobre cómo la física cuántica funciona de verdad en sistemas físicos reales. El tiempo y el espacio que la doctora Nazario se ahorra al no hablarnos por enésima vez del amigo de Wigner y el debate Einstein-Bohr, le permite centrarse en cosas tan sutiles e importantes como ésta: "Si escucha que lo que hace especial a la computación cuántica es que hay superposición de estados y entrelazamiento, ¡cuidado! No todos los estados superpuestos o entrelazados son especiales. Algunos se implementan mediante un conjunto de puertas transversales denominado grupo de Clifford, y un ordenador clásico puede simular de manera eficiente cualquier cálculo cuántico que use solo puertas de Clifford. Lo que necesitamos son puertas que no pertenezcan a este grupo, las cuales no suelen ser transversales y son difíciles de simular con un ordenador clásico." Mis dos o tres lectoras tal vez se hayan dado cuenta de que esto supera y corrige lo que conté aquí y aquí. No es fácil dar con el nivel adecuado de detalle y explicación, aunque lo seguiré intentando. La doctora Nazario lo consigue en su gran artículo, que marca el camino de lo que será la computación cuántica en los próximos años: "A fin de avanzar y diseñar métodos más eficientes para lidiar con los errores, es necesaria una estrecha retroalimentación entre teoría y dispositivos. Los teóricos han de adaptar los circuitos cuánticos y los códigos de corrección de errores a las limitaciones que imponen las máquinas. Y los ingenieros deben diseñar sistemas que se adapten a los requisitos de los códigos de corrección de errores. El éxito de los ordenadores cuánticos depende de saber gestionar estas interacciones entre la teoría y la ingeniería." De eso se trata, entonces: generar entrelazamiento cuántico del tipo especial que hace que funcione la computación cuántica, y hacerlo con un número de errores lo suficientemente bajo como para que puedan ser corregidos de manera eficiente. Si no, no podremos superar la situación actual, en la que "no todos los dispositivos que la gente llama «ordenadores» cuánticos son auténticos ordenadores: muchos se parecen más a calculadoras que solo pueden abordar ciertas tareas concretas." ¿Aburrido? Verdadero. (Publicado originalmente en SciLogs el 27/07/22. En la foto, el Dr. Nefario, de “Despicable me” haciendo computación cuántica). Comentarios de un experto en computación cuántica. Un amigo que trabaja en una empresa (creo que se les llama start-ups) de computación cuántica ha leído ávidamente mi anterior entrada "Paralelos" y me ha enviado unos comentarios que creo que pueden ser de interés para el lector. En primer lugar, me ha mostrado su sorpresa porque no mencionara el entrelazamiento cuántico. Bueno, las dos o tres lectoras que me siguen sabrán que he hablado muchas veces del entrelazamiento cuántico como uno de los motivos principales de que las tecnologías cuánticas vayan más allá que las correspondientes tecnologías convencionales. Ese no era el motivo principal de mi artículo en esta ocasión, sino sólo explicar cómo funciona un ordenador cuántico, en oposición a la idea habitual de un "montón de cálculos en paralelo". Sin embargo, es cierto que invocar solamente la interferencia y la superposición puede ser confuso, ya que, naturalmente, la interferencia y la superposición son fenómenos que se dan también en ondas clásicas como ondas en el agua, luz etc. Así, lo que sería "genuinamente cuántico" no es la interferencia y superposición en sí, sino el hecho de que esos fenómenos se den en sistemas como los bits cuánticos, que desde el punto de vista clásico no serían ondas, pero desde el punto de vista cuántico están descritos por una función de onda. Eso da lugar al fenómeno de entrelazamiento cuántico en sistemas de varias partes (por ejemplo, varios cubits), que no ocurre en ondas clásicas y que efectivamente es clave para que el fenómeno de amplificación de interferencia del algoritmo de Grover funcione. En el ejemplo con dos cubits, aunque el estado inicial es una superposición que no contiene entrelazamiento, el proceso siguiente contiene puertas lógicas que actúan a la vez sobre los dos cubits y los entrelazan. En mi descargo, señoría, diré que tampoco Scott Aaronson y Zach Weinersmith hacían referencia al entrelazamiento en su genial "La charla" (traducción de Ernesto Lozano), que era la inspiración de mi modesta entrada. Sin embargo, mi amigo no se impresionó lo más mínimo por este argumento, e incluso me acusó de caer en una falacia "ad verencundiam" (para que ven con qué cuidado hay que andarse hoy en día en las discusiones). El siguiente comentario hacía referencia a la naturaleza "oracular" del algoritmo de Grover (así hablan los expertos en computación cuántica, ya ven). En mi artículo, ese aspecto está escondido en algunos detalles del funcionamiento de la "app Grover" (que me inventé, claro), que clasificaría los números de teléfono y los nombres de los usuarios en "casillas" etiquetadas por 00,01,10,11, de manera que finalmente el algoritmo busca la etiqueta de la casilla. Bien, el comentario técnico es que, para listas muy grandes, ese "proceso de etiquetado" llevaria un tiempo similar al que uno gana en la búsqueda, de manera que no está tan claro que el algoritmo de Grover pueda ser muy práctico después de todo. En cualquier caso, el objetivo era mostrar un ejemplo sencillo y bonito, aunque académico, para mostrar las ideas básicas (que son las mismas que en otros más complicados y con más potencial práctico, como, por ejemplo, el algoritmo de Shor para factorizar en números primos grandes). Finalmente, el último comentario es el más importante, ya que ataca directamente a mi corazón de cinéfilo. Mi amigo me afeó mi traducción del célebre "shaken, not stirred" del famoso agente con licencia 00 al servicio de Su Majestad. Por supuesto, conozco el original, pero me pareció que muchos lectores apreciarían el guiño a los entrañables, aunque a veces defectuosos, doblajes al castellano que yo veía de niño. Vean, por ejemplo aquí la excelente explicación gráfica de Carey Lowell. Creo que mi amigo no era del todo consciente de la profundidad del debate que estaba abriendo: vean aquí las N traducciones distintas que se han hecho. Tal vez, algún día un algoritmo cuántico nos dé el resultado perfecto... (Publicado originalmente en SciLogs el 20/03/19).
¿Cómo funciona en realidad un ordenador cuántico? En nuestra última entrada hablábamos de uno de los tópicos más resistentes en la divulgación de la física cuántica, aquel según el cual las cosas estarían en "dos sitios a la vez". Cuando esa manera de pensar se traslada a un bit cuántico (cubit), tenemos que un cubit sería algo que "está a la vez en 0 y 1". E inmediatamente, si juntamos muchos cubits en un ordenador cuántico es natural darnos cuenta de que el ordenador cuántico estaría en un montón de estados a la vez y por tanto, sería como "un solo ordenador haciendo un montón de cálculos en paralelo". Este suele ser el enfoque, de hecho, en casi todo los textos divulgativos que se escriben sobre computación cuántica. Es un enfoque consistente desde el punto de visto lógico, pero tiene un problemilla: es falso. Como ya explicó brillantemente Scott Aaronson en Investigación y Ciencia en el verano de 2017, la computación cuántica tiene poco que ver con un montón de ordenadores clásicos trabajando en paralelo (de hecho, no sería tan interesante si fuera así, ¿no?) En realidad, la computación cuántica se basa en dos ideas, digamos, "genuinamente cuánticas", que en jerga técnica se denominan con las palabrejas "superposición" e "interferencia". La primera es precisamente la palabra para designar que en la física cuántica las propiedades pueden estar indefinidas (definidas solo por probabilidades): es decir, se puede preparar a un cubit para que tengan una cierta probabilidad de estar en 0 y otra cierta probabilidad de estar en 1, y lo mismo para un conjunto de cubits (se pueden preparar para tener una cierta probabilidad de estar en, digamos, 0000011000... y una cierta probabilidad de estar en 0000111111... o lo que sea). La segunda palabreja quiere decir que en física cuántica las cosas pueden interferir, de la misma forma que interfiere la luz: cuando dos ondas de luz se encuentran en un sitio, el resultado puede ser que no haya la misma luz que la suma de la luz de las dos ondas por separado: puede haber más luz (interferencia constructiva) o menos luz (interferencia destructiva). Un ordenador usaría la interferencia constructiva para aumentar la probabilidad de tener una de las posibilidades iniciales (la solución del problema) y la interferencia destructiva para reducir las de todas las demás.Veamos un ejemplo bonito de esto. Imaginen que tienen un número de teléfono pero no saben a qué persona pertenece. Imaginen también que se les ocurre usar la guía telefónica para esto. Puesto que el orden de la guía telefónica es alfabético para los nombres, resulta que los números no tienen ninguna ordenación en absoluto, así que ya se pueden imaginar que esta búsqueda no va a ser fácil. ¡Ah, pero podemos usar un ordenador! El ordenador, básicamente, hará lo mismo que haría usted: ir número por número y compararlo con el que tiene usted, hasta que haya una coincidencia. Podría haber mucha suerte y encontrarlo tras comparar con pocos números... pero también podría haber muy mala suerte y tener que rastrear casi toda la guía. En general, podemos decir que el número de búsquedas que habrá que hacer (el número de pasos del algoritmo que está aplicando el ordenador) crecerá linealmente con el número total de teléfonos de la guía: si multiplicamos por 2 el número total de números de teléfono, también aumentará por dos el número de pasos. Pues bien: si usamos un ordenador cuántico, podeemos usar una receta ("algoritmo de Grover") que hará que encontremos el resultado correcto en menos pasos: si aumentamos por dos el número total de teléfonos, el número de pasos aumentará sólo en la raíz cuadrada de 2. Simplifiquemos aún un poco más, para ver exactamente de qué estamos hablando. Imaginen que tras la fiestas posteriores a la ceremonia de entrega de los Oscar, ustedes han apuntado en un ordenador el número de teléfono de cuatro estrellas: pongamos por caso a nuestra vieja conocida Scarlett Johansson, pero también Jennifer Lawrence, Salma Hayek y Monica Bellucci. Unas semanas más adelante, vaciando los bolsillos de uno de sus esmóquines, ustedes se encuentran con una servilleta arrugada de un bar llamado Ernie's, donde hay un número escrito con pintalabios (555...), pero ya no se distingue el nombre, aparentemente porque le ha caído encima una gota de martini con vodka (agitado, no batido). Oh, cielos, pero ¿qué pone ahí?: ¿Scarlett? ¿O Salma? Bien, si su ordenador es clásico, su agenda digital de cuatro números necesitará unos cuantos bits: la información de cada número (por ejemplo, "Monica, 555...") estará clasificada por el valor de dos bits: o bien 00, o bien 01, o bien 10, o bien 11. Pongamos que el número que busca está guardado en la "casilla" 10. Cuando usted introduzca el número 555..., el ordenador identifica el número como el que está en la casilla 10, y va "casilla por casilla" hasta que encuentra la 10, identifica el nombre asociado al número y se lo devuelve. Con mucha suerte, su número está en la primera casilla de búsqueda, pero con mala suerte será la última, y el ordenador tendrá que dar 4 pasos antes de encontrar lo que usted busca. Pero usted mola mucho más que todo eso, y tiene un pequeño ordenador cuántico (de eso, precisamente, habló usted aquella noche con todas esas actrices). De hecho, solo necesita usted dos cubits y haberse bajado la app "Grover". La app Grover empieza preparando un cubit que tiene una probabilidad del 25% de estar en 00, una probabilidad del 25% de estar en 01... y así con las cuatro posibilidades. Cuando usted introduce el número, la app lo identifica como el correspondiente a, por ejemplo, 01. La app Grover sabe cuál es la operación (puerta lógica cuántica) que tiene que aplicar sobre el cubit. Tras esa operación, el algoritmo de Grover nos dice que el cubit ahora estará en un estado tal que la probabilidad de estar en 01 (o el que sea) es exactamente el 100 %. Es decir, en este caso concreto, con solo cuatro números, usted encontrará siempre el número en un solo paso. Naturalmente, esto (aunque es muy molón) no tiene gran aplicación práctica: la diferencia en el número de pasos no es muy grande, y usted puede encontrar un número en una lista de 4 con un golpe de vista. Pero si pensamos en una guía de un millón de números, estamos hablando de la diferencia entre hacer un número de pasos del orden de un millón (con un ordenador convencional) o del orden de mil (con un ordenador cuántico). Por supuesto, para eso necesitamos correr la app Grover en un ordenador cuántico con muchos más cubits, y eso todavía no existe. Hemos lanzado el experimento que hemos descrito con dos cubits en el ordenador cuántico de IBM, que es accesible en línea. En la imagen, vemos las operaciones que hay que hacer en el caso en que estoy buscando el 00. En el primer instante de tiempo (todo lo que ocurre en la misma línea vertical es simultaneo) las dos puertas H sirven para preparar a los cubits en el estado inicial descrito más arriba. Todo lo demás, salvo las dos últimas operaciones, es el proceso de transformación de los cubits, y podemos considerar que es un paso del algoritmo de Grover (este paso sería distinto si estuviera buscando el 01, el 10 o el 11). Para una búsqueda en una lista más larga, ese paso tendría que repetirse un cierto número de veces. Las dos últimas operaciones son medidas del estado de los dos cubits. La teoría nos dice que en un ordenador cuántico ideal el resultado de estas medidas sería siempre 00, con probabilidad 100 %. Como los ordenadores cuánticos reales todavía tienen errores que los alejan del comportamiento ideal, el resultado real no es perfecto: como vemos en la segunda imagen, tras 1024 repeticiones del experimento, la probabilidad de obtener el 00 fue del 87 % (ocurrió en 890 ocasiones). Esto nos da una idea realista del estado de la computación cuántica en la actualidad: incluso en ejemplos sencillos y académicos como este los errores son todavía significativos. Por supuesto, esperamos que esto mejore rápidamente en los próximos años, pero de momento conviene seguir distinguiendo, como nos enseñó Cernuda, entre la realidad y el deseo... y no me refiero solo (¡ay!) al contenido de la agenda. (Publicado originalmente en SciLogs el 17/03/2019).
Un artículo reciente en Nature Communications.La Revista Española de Física (publicación de la Real Sociedad Española de Física con la que yo colaboro como miembro de su Consejo Editorial) se ha hecho eco de una publicación reciente en la revista Nature Communications: "Observers of quantum systems cannot agree to disagree" ("Los observadores de sistemas cuánticos no pueden estar de acuerdo en no estar de acuerdo". "Agree to disagree" es una frase hecha en inglés que se suele usar para zanjar educadamente discusiones sin dar la razón a ninguna de las partes) realizado por un equipo interdisciplinar formado por Patricia Contreras Tejada (Instituto de Ciencias Matemáticas-CSIC), Giannicola Scarpa (Universidad Politécnica de Madrid), Aleksander M. Kubicki (Universidad Complutense de Madrid), Adam Brandenburger (Universidad de Nueva York) y Pierfrancesco La Mura (HHL Leipzig Graduate School of Management). La idea del artículo era comprobar si la teoría cuántica puede cumplir el "teorema del acuerdo". Según la reseña de la Revista Española de Física: "El famoso teorema del acuerdo se debe a Robert Aumann, Premio Nobel de Economía en 2005. El teorema manifiesta la importancia de la "certeza común". Algo es certeza común para dos agentes cuando es cierto para ambos, además es cierto para ambos que es cierto para ambos, es cierto para ambos que es cierto para ambos que es cierto para ambos, y así sucesivamente. En el teorema, dos agentes racionales parten de las mismas creencias, después, cada agente adquiere información privada y, en base a ella, asigna una probabilidad a un evento. El teorema expone que, si las probabilidades son certeza común, entonces son iguales. "Es un resultado central en la economía y la teoría de la decisión, ya que permite resolver los desacuerdos," asegura el Dr. Scarpa. Aunque dos agentes comiencen asignando probabilidades diferentes a un evento, pueden compartirlas para que sean certeza común y, así, ponerse de acuerdo. En la vida real, a veces las circunstancias impiden que se cumpla este teorema, pero este resultado dota de coherencia interna a cualquier sistema racional. Sin embargo, al considerar sistemas cuánticos la situación podría ser otra: incluso partiendo de la misma información y teniendo certeza común, quizá pudiera mantenerse el desacuerdo. En un futuro no muy lejano, trabajar con sistemas cuánticos compartidos quizá sea habitual. Si la teoría cuántica no cumpliera el teorema del acuerdo, ¿cómo podríamos llegar a un consenso?" Así que, ya nos podemos imaginar el resultado ¿no? Al fin y al cabo, ¿no es la física cuántica esa antifísica, esa no-física, llena de cosas "misteriosísimas", "fascinantísimas" e "inexplicabilísimas"? ¿No es imposible entender nada, porque nada es intuitivo, y ya decía Feynman que? ¿No hay que cambiar todos los paradigmas y pensar "fuera de la caja", y otras frases de las de los sobres de azúcar que te dan con el café? ¿Y además no decía ya Einstein que? ¿Y no es cierto que los hechos dependen del observador, y no hay realidad objetiva, y no sé qué de Wigner? ¡Y el gato, ah, el gato! Pues parece que no: " "Afortunadamente, el nuevo trabajo demuestra matemáticamente que el teorema sí se cumple", confirma la Dra. Contreras Tejada. Con la misma información y teniendo certeza común, sigue siendo posible llegar a un acuerdo, incluso razonando sobre objetos cuánticos." ¿Qué cosa más rara, no? Con lo divertido que era pensar que la teoría cuántica era incoherente y se había "roto" con un experimento "multigato", aunque luego se demostrara que lo único incoherente era ese artículo (cuestiones de interpretación, imagino). Jo, qué pereza, a ver si al final vamos a tener que intentar hacer un esfuerzo por entender lo que dice en realidad la teoría cuántica... ¡Bah, no creo! Mejor seguimos con la tabarra de siempre: ya decía Einstein que. Y lo del gato, ¿eh? que a nadie se le olvide lo del gato. (Publicado originalmente en SciLogs el 21/06/22. En la foto, una de esas “frases de Einstein” que Einstein nunca dijo, en un sobre de azúcar Lutor.)
Sí, la teoría cuántica es coherente.En 2018 se publicó un artículo en Nature Communications con el ambicioso título "Quantum theory cannot consistently describe the use of itself" ("La teoría cuántica no puede describir coherentemente su uso" o algo así) en el que se usaba una versión sofisticada del experimento mental conocido como "el amigo de Wigner" para descubrir supuestas incoherencias de la mecánica cuántica. Como era previsible, la cosa tuvo mucha repercusión. Por ejemplo, Investigación y Ciencia publicó la traducción de la noticia de Nature al respecto: "Una nueva forma de imaginar el gato de Schrödinger rompe la mecánica cuántica y causa estupor" (Como ven, por si faltaba algo, hubo que invocar al condenado felino austrohúngaro: los amigos de Wigner no son tan bien recibidos). Este tipo de noticias, o mejor de titulares, siempre llaman la atención, y ocupan durante un tiempo la posición de noticias más leídas. El motivo es que casan bien con una cierta concepción de la mecánica cuántica como materia extraña, que nadie entiende muy bien, sobre la que incluso los físicos no estamos de acuerdo y llevamos discutiendo décadas, y donde al final siempre aparece un gatito. Concepción que a su vez enlaza con un marco más amplio de pensamiento, según el cual todo es interpretación y relato, incluso la ciencia, lo cual le viene muy bien a mucha gente para colocar la agenda ideológica de turno, la misma agenda que abrieron en la adolescencia y con la que vienen interpretando todo desde entonces, con algún ocasional cambio de color de la cubierta.
De hecho, meses después aparecieron resultados experimentales más o menos inspirados en el artículo teórico de Nature Communications, que dieron lugar a que New Scientist saliera con la patochada de que "un experimento cuántico sugiere que sí hay hechos alternativos", cosa que ya denunciamos aquí, como recordarán las dos o tres lectoras que aún se asoman por este cuaderno de bitácora. En estos días, ha aparecido en Physical Rewiev Letters un artículo (que yo ya había tenido ocasión de leer desde que apareció en el arXiv) de dos investigadores del International Centre for Quantum Techologies (ICTQT) de la Universidad de Gdansk (Polonia). El título es "Physics and Metaphysics of Wigner’s Friends: Even Performed Premeasurements Have No Results" (algo así como "Física y metafísica de los amigos de Wigner: incluso las pre-medidas realizadas no tienen resultados"). Es probable que con ese título el artículo no vaya a tener muchos titulares en los próximos días. Sin embargo, demuestra que el artículo de Nature Communications de 2018 estaba completamente equivocado. Los autores empiezan sobre hombros de gigantes, es decir, con Niels Bohr, quien en su ensayo de 1963 "Quantum Physics and Philosophy: Causality and Complementarity" dejó dicho que: “the unambiguous account of proper quantum phenomena must, in principle, include a description of all relevant features of experimental arrangement.” es decir "una explicación sin ambiguedades de los fenómenos propiamente cuánticos, debe incluir, en principio, una descripción de todas las características relevantes del dispositivo experimental" (traducción mía). Así que eso es precisamente lo que deciden hacer los autores: una descripción cuidadosa de cómo hay que realizar medidas en física cuántica. Eso les lleva a descubrir que en el artículo de Nature Communications los autores estaban en ocasiones realizando operaciones que no eran medidas cuánticas sino pre-medidas, y asignando valores a esas pre-medidas como si fueran en realidad auténticas medidas cuánticas. Los autores encuentran que eso es imposible, porque lleva a contradicciones lógicas. De ahí que parafraseen la cita del gran Asher Peres que ya mencionamos aquí ("los experimentos no realizados no tienen resultados") para convertirla en "incluso las pre-medidas realizadas no tienen resultados". Así que las supuestas contradicciones de la teoría cuántica no eran tales, sino que eran contradicciones del artículo de Nature Communications, que no había usado la teoría cuántica de forma coherente. Hay que decir que ya otras voces se habían dado cuenta de que el artículo publicado en 2018 era incorrecto. Por ejemplo, el gran Francisco Villatoro se dio cuenta en su blog de que los cálculos estaban mal hechos ya que mezclaban dos nociones distintas de medida (observación que está en el origen del análisis de los investigadores de la Universidad de Gdansk) y ahí citaba a otros blogs y otros artículos, que finalmente también se han publicado. Desde la primera vez que leí en el arXiv el artículo que finalmente acabó en Nature Communications, tuve la impresión de que ahí fallaba algo, pero los autores habían complicado tanto los cálculos, con varios amigos de Wigner implicados, que encontrar y demostrar el error me llevaría mucho tiempo y trabajo. Creo que esto le debió suceder a muchos lectores. ¿Le ocurrió también a los revisores de Nature Communications que decidieron aceptarlo? En cualquier caso, aunque en esta ocasión no funcionara muy bien el sistema de revisión por pares, sí que ha funcionado la vigilancia de la comunidad posterior a la publicación. En resumen, la teoría cuántica sobrevive a un nuevo ataque, y continúa mostrando su enorme potencia como descripción fundamental de la naturaleza. (Publicado originalmente en SciLogs el 07/04/21. La foto es de la película “Los amigos de Peter”, dirigida por Kenneth Branagh en 1992 e interpretada, entre otros, por Hugh Laurie, Stephen Fry y Emma Thompson). No, la medicina cuántica no existeEl gobierno de España, a través de sus ministros de Ciencia y Sanidad, ha anunciado recientemente una "ofensiva" contra las pseudocioencias y las pseudoterapias, que pretende expulsarlas de los centros educativos y sanitarios. De esta forma, leemos en la prensa que, por ejemplo, "los establecimientos públicos o privados que incluyan pseudoterapias no podrán llamarse centros sanitarios". El gobierno sale al paso de datos como los de la última "Encuesta de percepción social de la Ciencia y la Tecnología" encargada por la Fundación Española de Ciencia y Tecnología (FECYT), que confirman los porcentajes escandalosamente altos de personas que siguen creyendo en la utilidad de falsas terapias como la homeopatía, la acupuntura o la imposición de manos (que ahora se llama reiki), lo cual se traduce en datos aún más preocupantes: en torno al 20% de la población ha usado recientemente pseudoterapias, y de ellos, en torno al 25% lo ha hecho en sustitución de un tratamiento médico real (actividad de alto riesgo, como ya han mostrado estudios recientes, de los que ya nos hicimos eco en este cuaderno de bitácora).
Ojalá sea verdad que se ha acabado la hora feliz en el Bar Posmodernia, y que ya no habrá más barra libre para los curanderos 2.0 en los hospitales y las universidades. Pero el gobierno tiene muchísimo trabajo, ya que estos estafadores brotan como hongos y adoptan gran variedad de formas. Por supuesto, la que nos concierne aquí es su rama "cuántica", de la que ya hemos hablado muchas otras veces. Así, hoy todavía es posible encontrar sitios como un "Quantum Medical Lleida" donde se dice que se practica "Medicina Quántica" (con cu y todo), "Quantum Analyzer-analítica sin agujas" (!), "Quantum SCIO", "Quantum antismoking" (?) y otro montón de cosas quantum. Como siempre, lo mejor es dejar que ellos mismos se expliquen: "La medicina cuántica surgió en Estados Unidos de la mano del físico nuclear Dr.Bill Nelson quién comenzó a aplicar los nuevos descubrimientos de la física cuántica al ámbito de la medicina. A partir de éste momento se crea un protocolo dinámico en el que los procesos de salud, enfermedad y recuperación funcional se refieren a un organismo en contínua adaptación al medio en que se desenvuelve y en el que los procesos biológicos se realizan mediante sistemas de intercambio de información bioeléctrica o "biofeedback" circulantes en los campos de frecuencias electromagnéticas que genera el propio organismo, constituyendo una matríz de información energética que subyace a los procesos vitales. A partir de este descubrimiento, se desarrollaron sistemas de medición de éstas frecuencias que se utilizan para la obtención de un diagnóstico funcional y el tratamiento de los desequilibrios energéticos del cuerpo humano. El quantum scio es un equipo de alta aparatología médica acompañado de un sofisticado programa informático que permite hacer una revisión funcional del organismo, suministrando datos sobre todas las funciones orgánicas y sus niveles de equilibio/desequilibrio-" ¿A que no han entendido nada? Claro, es que nada tiene el más mínimo sentido, ni tampoco "biosentido". Digámoslo una vez más: no hay tal cosa como "medicina cuántica" (sea con ce o con cu), es un concepto inexistente. Más inquietante aún es que la jefa del cotarro presuma de un número de títulos realmente notable, entre los que figura un máster (pseudo) en "Biorresonancia quántica" concedido por una cosa llamada "Fundación de Biofísica aplicada". La pregunta es, ¡oh, ministros!: ¿se podrán seguir concediendo títulos de máster en técnicas inexistentes (y con faltas de ortografía) con los que los curanderos posmodernos puedan seguir intentando revestir de credibilidad a sus chiringuitos pseudocientíficos? ¿Esos chiringuitos podrán seguir llevando palabras como "medical" en su nombre? (Publicado originalmente en SciLogs el 14/12/18). Inteligencia y método científico: por qué Uri Geller consiguió engañar a David Bohm pero no a Richard Feynman."(Al releer este último párrafo veo que es más bien un producto de la astucia dialéctica que de la objetividad y la razón. Lo que he escrito es contrario a la realidad objetiva. ¡Ah, la inteligencia humana! Nuestra inteligencia, bien mirado, conspira siempre a favor de lo que nos gusta y nos domina. Es una maquinita más o menos complicada que nos surte de argumentos, toda clase de argumentos, a favor de nuestras más insignificantes bobadas. Quisiera saber si esta forma del entendimiento sirve para algo más.)" (de "El cuaderno gris" de Josep Pla. Traducción de Dionisio Ridruejo y Gloria de Ros.) Creo que los físicos tenemos fama de ser inteligentes, pero seguramente esto no tiene mucho más fundamento que aquello que decía Woody Allen sobre los dos grandes mitos respecto a él: "que soy un artista porque mis películas pierden dinero y que soy un intelectual porque llevo gafas". Así, probablemente los físicos pasamos por inteligentes gracias a nuestras gafas y a los bolígrafos que asoman por los bolsillos de camisas de rayas y manga corta, con los que garabateamos el lagrangiano del modelo estándar en los manteles de las bodas. Sin embargo, entre nosotros hay muchos que dicen y creen estupideces, y que se apuntan con fervor a la última patochada política de moda. De hecho, muchos no han tenido tiempo ni interés en leer cosas fuera de su campo, por lo que su formación en historia, filosofía, literatura (áreas que, con frecuencia, desprecian implícita o explícitamente) es pavorosamente insignificante, a pesar de lo cual todo el mundo les sigue diciendo lo muy inteligentes que son. Se da entonces el cóctel perfecto para crear lo que Fernando Savater llama un "semiculto": aquel que es pedante como los sabios, pero ignorante como los tontos.
Todo esto, sin embargo, es completamente irrelevante. Si la ciencia tiene algún valor no está en la supuesta inteligencia de una élite de sumos sacerdotes en conexión con no sé qué arcanos del universo. No, el auténtico valor de la ciencia es la sumisión al método científico. El método científico es nuestra única esperanza de que la inteligencia, en lugar de estar al servicio de lo que nos gusta o nos domina, como en la cita de Pla, se pone a trabajar en la búsqueda de la verdad. Veamos un ejemplo. Seguro que han oído hablar de Uri Geller, un tipo que hacía como que doblaba cucharas sin tocarlas y se hizo muy famoso en los años 70. Hasta aquí todo bien. El problema es que Geller no se conformó con una honrada carrera como mago o ilusionista, sino que intentó convencernos de que doblaba las cucharas con sus "poderes mentales". No fue el único, pero sí fue seguramente el más popular. Consiguió engañar a mucha gente. Entre ellos a John Hasted y David Bohm, catedráticos de física en Birbeck College, Universidad de Londres, quienes junto con sus colaboradores Edward Bastin y Brendan O´Regan, escribieron un extraño texto que apareció en la sección de noticias de Nature (Nature 254, 470 (1975)). En él se nos informa de los "experimentos" que habían llevado a cabo con Geller y unos niños, de los cuales habían concluido que "la plasticidad del metal se produjo de manera paranormal y que parte de un cristal encapsulado de carburo de vanadio aparentemente desapareció. Está claro tanto para nosotros como para los revisores utilizados por Nature que este relato no equivale a un informe riguroso y libre de lagunas sobre un tema históricamente plagado de lagunas. No obstante, creemos que tenemos en marcha un trabajo significativo, y la experiencia que hemos adquirido puede ser valiosa para otros físicos interesados, como nosotros, en las interacciones entre la mente y los sistemas físicos." (Traducción mía). Leer sus explicaciones produce hoy sonrojo. Entre otras cosas se nos dice que: "Una de las primeras cosas que se revela cuando uno observa, es que los fenómenos psicoquinéticos no pueden producirse en general a menos que todos los que participan estén en un estado relajado. Un estado de tensión, miedo, hostilidad, por parte de cualquiera de los presentes, generalmente se extiende a todo el grupo. Todo el proceso es más fácil cuando todos los presentes quieren activamente que las cosas funcionen bien. Además, las cosas parecen facilitarse enormemente cuando el diseño experimental resulta atractivo desde el punto de vista estético o imaginativo para la persona con aparentes poderes psicoquinéticos. También hemos descubierto que, en general, es difícil producir un conjunto predeterminado de fenómenos. Aunque esto se puede hacer a veces, lo que sucede a menudo es sorprendente e inesperado. Hemos observado que el intento de concentrarse fuertemente para obtener el resultado deseado (doblar una pieza de metal, por ejemplo) tiende a interferir con el estado mental relajado necesario para producir tales fenómenos. [...] Entonces, ¿cómo vamos a evitar la posibilidad de ser engañados? Debería ser posible diseñar experimentos que estén más allá de cualquier posibilidad razonable de engaño, y que, en general, puedan ser reconocidos como tales por magos profesionales. En las primeras etapas de nuestro trabajo, de hecho, le presentamos al Sr. Geller varios de estos arreglos, pero resultaron ser estéticamente poco atractivos para él. De nuestros primeros fracasos, aprendimos que el Sr. Geller trabajaba mejor cuando se le presentaban muchos objetos posibles, todos juntos sobre una superficie metálica; al menos uno de estos objetos podría atraerle lo suficiente como para estimular sus energías." Es decir, todo el mundo debe estar distraído, nadie debe intentar controlar las condiciones del asunto, sino dejar que sea Geller el que las controle, para que suceda algo, cualquier cosa, que además debemos aceptar inmediatamente, sea lo prometido o no. ¿Lo ven, verdad? La sofisticada maquinita de la inteligencia trabajando a plena potencia a favor de lo que gustaba y dominaba a este grupo de físicos: las ganas de presenciar algo fuera de lo común. Los científicos son tan fáciles de engañar como cualquier otra persona, si se olvidan de razonar de acuerdo a las reglas del método científico. No fue el caso de Richard Feynman. En el mítico "Surely you are joking, Mr. Feynman!" (en español, "¿Está usted de broma, Sr Feynman?", Alianza Editorial (1987)), aparecía una breve referencia, como parte de las aventuras de Feynman en la búsqueda de cosas, digamos, más allá de la física: "También me interesé por la percepción extrasensorial y los fenómenos paranormales, donde la última moda era Uri Geller, un hombre que se supone que puede doblar unas llaves frotándolas con el dedo. Así que fui a su habitación de hotel, por invitación suya, para ver una demostración tanto de lectura mental como de doblar llaves. No hizo ninguna lectura mental que tuviera éxito; nadie puede leer mi mente, supongo. Y mi hijo sostovo una llave y Geller la frotó, y no pasó nada. Luego nos dijo que funcionaría mejor bajo el agua, por lo que ya pueden imaginarnos a todos de pie en el baño con el agua abierta y la llave debajo, y él frotando la llave con el dedo. No pasó nada. Así que no pude investigar ese fenómeno." Supongo que todos los feynmanianos efectivamente nos imaginábamos esa escena y nos quedábamos con ganas de saber más. No fue hasta la muerte de Feynman que se publicó una historia más completa del encuentro con Geller, en una revista de California. (Hay que recordar que Feynman no escribía estas historias, sino que se las contaba a su colega Ralph Leighton y éste las escribía. Así que de alguna manera Feynman es un personaje de Leighton, como Sócrates lo es de Platón.) El texto, hasta donde yo sé, solo ha aparecido en pequeñas revistas, y no es muy conocido. Existe una traducción al español de José María Bello, publicada por la revista "El escéptico" en 1999. Feynman da una lección que creo que es valiosa para todos: "Yo sabía ya que los magos son muy listos, y que es fácil que nos embauquen, por lo que le dije [a un individuo que le ofrecía conocer a Geller]: Oiga, quiero entrevistarme con Uri Geller, pero le diré algo que me diferencia de los otros: soy lo suficientemente espabilado como para saber que puedo ser un pardillo" He leído un montón de historias acerca de la percepción extrasensorial, y sé que la posición de partida más débil es la de pensar que eres más listo que el otro, y que no puede engañarte. Por el hecho de que un buen mago haga algo que no debería ser posible, no debes llegar a la conclusión precipitada de que se trata de un fenómeno real: es necesario ser bastante más inflexible. Y te encontrarás con que el 99,9% o el 100% de las veces no hay nada extraño, no hay nada misterioso, sino tan sólo algo más ordinario, ¡un truco! Pero es divertido descubrir el truco, y la única forma de hacerlo es estar completamente convencido de que es un truco, y no estar dispuesto a pensar que puede no serlo, porque de lo contrario patinas con demasiada facilidad. [...] supongo que los individuos como Bohm no se percataron de que podían ser burlados con tanta facilidad como se me podía embaucar a mí." "Unas semanas más tarde suena el teléfono, y es Uri Geller: está en Hollywood, y puedo ir a verlo a su hotel. Le pregunté si podía ir acompañado por mi amigo Al Hibbs, que estaba interesado en hacer unos programas de televisión (y que es mucho más rápido que yo en descubrir trucos) y mi hijo Carl. Geller asintió. Le gustó en particular que fuese con mi hijo, porque por lo visto es especialmente bueno delante de los niños. Carl dijo: "¡Estupendo! Voy a inventar algunas pruebas para que las haga". Y preparó unas cuantas. [...] Fuimos a la habitación de Geller, y nos encontramos con un hombre muy nervioso, que caminaba sin cesar arriba y abajo mientras contestaba al teléfono que sonaba continuamente. Carl le dio una caja con sus sencillas pruebas, pero Geller la puso a un lado sin mirarla siquiera. Entre telefonazo y telefonazo, nos explicó que sus poderes unas veces funcionaban y otras no, y que él no sabía de dónde venían. Nos relató varias teorías que la gente había sugerido: debido a tal y cual, debe ser esto y lo de más allá; por tumba y dale, debe ser algo extraterrestre. Yo estaba allí, sentado, dejando pasar ese batiburrillo. Geller nos entregó entonces un pequeño bloc de papel y un lápiz, y nos pidió que trazáramos un dibujo: se suponía que iba a adivinar lo que dibujásemos. Fue fácil ver cómo pretendió hacerlo, pues el extremo del lápiz se mueve al dibujar, y además actuó como suelen hacer los adivinos, sugiriendo que podía tratarse de esto y aquello mientras escudriñaba nuestras caras en busca de una señal de excitación que le indicase que iba por el buen camino.[...] Pero con nosotros no funcionó, porque todo el tiempo pusimos cara de póquer. La lectura mental de Geller se saldó con un completo fracaso. Entonces cogió una llave, pero dijo que no le venían los poderes. [...] No ocurrió nada. Me quedé un tanto desilusionado: no había sido capaz de hacer ni un solo truco, no era el mago superstar que me esperaba." Así que, si acaso, lo único que debería importarnos sobre nuestra inteligencia es usarla para ser conscientes de que somos unos pobres diablos que podemos ser engañados por cualquiera. Feynman, su hijo Carl y el físico Albert Hibbs lo sabían, y por eso no se dejaron llevar por la parafernalia en la que Geller envolvía sus trucos. No fue su inteligencia lo que les salvó, sino la fidelidad a los métodos y enseñanzas de la ciencia. (Publicado originalmente en SciLogs el 13/09/21. En la foto, Geller actúa para Bohm en Birbeck College). Equiparar ciencia y pseudociencia no es una demostración de humildad.En las discusiones con los defensores de las pseudociencias, pseudoterapias etc. aparece siempre el argumento de la supuesta falta de humildad del científico. Si, por ejemplo, insistes en decir que el agua con azúcar (que ellos llaman homeopatía) no cura, y que de nada sirve invocar la física cuántica para justificarse, porque seguirá sin curar, ellos te acusan de falta de humildad. El argumento es asombroso, ya que, al mismo tiempo que dicen esto, están haciendo un enorme despliegue de falta de humildad intelectual: pretenden decirle a un experto que lleva años estudiando e investigando en física cuántica, que ellos saben más sobre el asunto. De hecho, la ausencia de humildad es el núcleo mismo de su edificio teórico: en la mayoría de los casos, creen haber descubierto una enorme conspiración que ha pasado inadvertida para la mayor parte de los mortales, excepto para unos pocos seres de perspicacia superior, que la han desenmascarado gracias a unas cuantas sugerencias de You Tube y a un bloguero de Tallahassee. Pero no, es el científico el que carece de humildad: ¿cómo se atreve a afirmar, con esa insultante prepotencia, que la tierra no es plana? En realidad, el esfuerzo científico es esencialmente un ejercicio de humildad. Desde los primeros años de estudio, uno tiene que asumir que la verdad científica no tiene que ver con sus intereses, valores y prejuicios personales, sino que es algo que se adquirirá, en el mejor de los casos, después de muchas horas de trabajo. En ese camino, cada pregunta que se resuelve suele servir solamente para que se planteen inmediatamente otras muchas más. Se acaba aprendiendo que ese camino no solo no tiene final, sino que además puede cambiar en cualquier momento. Por un lado, la verdad científica es contingente por naturaleza, y siempre es susceptible de ser ampliada, completada, matizada, corregida. Por otro lado, hipótesis que parecen razonables pueden ser completamente descartadas en un instante por un experimento. Esa es la auténtica naturaleza de la humildad de la ciencia: su sometimiento al método científico. Sin embargo, ese mismo método permite descartar como falsas todas aquellas cosas que contradicen los experimentos. Si el científico no lo hiciera ("bueno, todo apunta a que la tierra es esférica, pero ya saben, en cualquier momento alguien me puede demostrar que es plana, así que ¿quién sabe?") no estaría siendo humilde, sino contribuyendo a la ignorancia y el oscurantismo. Déjenme ser más preciso: el científico debe estar abierto a que en el futuro aparezca una explicación aún más completa sobre la geometría de nuestro planeta. Por ejemplo, si los experimentos confirmaran alguna vez la teoría de cuerdas, eso querría decir que en realidad existen más dimensiones espaciales, sólo que no las vemos porque son muy pequeñitas, de la misma forma que si miramos desde lejos una manguera cilíndrica nos parecerá que es un objeto de una dimensión. Por tanto, supongo que si la teoría de cuerdas fuera correcta, podríamos decir que en realidad la tierra no es exactamente una esfera (¡¨achatada por los polos"!, como nos decían de niños) sino un objeto de diez dimensiones, siete de ellas microscópicas, cuya proyección sobre las tres dimensiones espaciales macroscópicas resulta ser una esfera... De lo que sí podemos estar seguros es de que nunca será plana en esas tres dimensiones, de la misma forma que Clemenceau, según recordaba Hannah Arendt, podía estar seguro de que los historiadores del futuro nunca dirían que Bélgica invadió Alemania al inicio de la Primera Guerra Mundial ("Para ilustrar este punto, y como pretexto para no profundizar en él, recordemos que, al parecer, durante los años veinte, poco antes de morir, Clemenceau mantuvo una conversación amistosa con un representante de la República de Weimar sobre la cuestión de la culpa del estallido de la Primera Guerra Mundial, "En su opinión, ¿qué pensarán los futuros historiadores acerca de este asunto tan problemático y controvertido?", fue preguntado Clemenceau, quien respondió: "No lo sé, pero estoy seguro de que no dirán que Bélgica invadió Alemania". Hannah Arendt en Verdad y mentira en política. Traducción de Roberto Ramos Fontecoba. (Página Indómita 2017)). Es decir, la naturaleza contingente de la verdad científica no impide afirmar con rotundidad y sin falsa humildad que algo es mentira. A mi juicio, todo esto se enmarca dentro de la degradación general de la imagen del científico en la cultura popular. En las películas comerciales modernas, frecuentemente los científicos son descritos como seres arrogantes, vanidosos, insensibles, completamente desconectados de la realidad, muchas veces vendidos a intereses espurios cuya naturaleza no acaban de comprender, a cambio de la promesa de gloria y reconocimiento, que les ciega hasta el punto de que son incapaces de un elemental análisis de los riesgos implicados en la investigación. Los científicos generan todas las catástrofes, "jugando a ser dioses" y solo en unas pocas ocasiones son capaces de arreglarlas hasta cierto punto. (Con un punto de ironía, se lo dice Tony “Iron Man” Stark a Bruce “Hulk” Banner en Vengadores: la era de Ultron (2015): “We're mad scientists. We're monsters, buddy. We've gotta own it. Make a stand.”) ¿Cuándo empezó todo esto? Mi impresión es que no era así en los 70 (en Tiburón el científico era el mejor de los tres personajes principales) ni en los 80 (piensen en el entrañable Doc Brown de Regreso al futuro: sin duda excéntrico y despistado, pero incapaz de hacer daño y muy consciente de los riesgos de los viajes en el tiempo). ¿Tal vez fue en los 90, con Parque Jurásico? Es tentador atribuirle toda la culpa al misticismo posmoderno a la Paulo Coelho, y sin embargo, tal vez la culpa sea de Carl Sagan. Sí, Sagan es admirado por su gran trabajo de divulgador y su defensa del método científico, el escepticismo y el pensamiento crítico. Pero en su novela Contacto de 1985, que llevó al cine el infravalorado Robert Zemeckis en 1997, parece abrazar una visión ambigua en la que el racionalismo de la doctora Ellie Arroway queda al mismo nivel que las extravagancias de Joss Palmer, una suerte de estrafalario predicador (interpretado en la película por Mathew McConaughey, en la época en que se decía que era el nuevo Paul Newman, por lo cual él se dedicaba a lucir sonrisa, viniera a cuento o no. Afortunadamente, despertó de aquel mal sueño años después, a tiempo para hacer Interstellar y True Detective) que, entre otras cosas, cree haber muerto, resucitado y visto la cara de Dios. La crítica a los fanáticos y a la rigidez de las religiones oficiales se combina con una suerte de relativismo cultural en el que viene a parecer que todo vale si se dice de buen rollo. En ese sentido, ni siquiera Sagan consiguió ir más allá de determinados clichés de la cultura popular, y quizá contribuyó a su creación. Nada más lejos de mi intención pretender que los personajes de ficción se ajusten a modelos ideológicos preconcebidos, me gusten estos o no, pero, siquiera por variar, estaría bien que alguna vez los personajes racionalistas no fueran castigados por serlo "demasiado", y no fueran siempre superados por las circunstancias (las cuales, claro, incluyen eventos sobrenaturales que no son capaces de asimilar). Por supuesto, esto puede estar muy bien en las películas, pero el problema es cuando la gente repite esos argumentos sin más en la vida real: por ejemplo, el tópico de "tener la mente abierta", con el que se pretende que aceptes una explicación anticientífica. Puesto que, al contrario que en las películas, nada de lo que sucede en la vida real es sobrenatural, admitir la validez de las explicaciones irracionales y ponerlas en igualdad con las que proporciona el método científico, no es abrir la mente a nada sino, más bien, cerrarla a la realidad. Dicho esto con la máxima humildad, naturalmente. (Publicado originalmente en SciLogs el 04/01/20).
|
AutorCarlos Sabín. Investigador Ramón y Cajal en el Departamento de Física Teórica de la Universidad Autónoma de Madrid. Desde 2015 hasta 2022 escribí el blog "Cuantos Completos" en la plataforma SciLogs de la revista "Investigación y Ciencia". Autor de "Verdades y mentiras de la física cuántica" amzn.to/3b4z1MO y "Física cuántica y relativista: más allá de nuestros sentidos" http://shorturl.at/bdLN0 Archivos
February 2024
Categorías
All
|