Importante anuncio de Google, más por su carácter simbólico que por sus aplicaciones prácticas inmediatas. Se atribuye al gran físico de Caltech John Preskill (también célebre por sus apuestas con Hawking y Thorne) la paternidad del concepto de supremacía cuántica (quantum supremacy). Efectivamente, en un artículo de 2012 que se puede leer libremente aquí, Preskill dio en la flor de caracterizar con ese nombre al momento en que un sistema cuántico controlado (como, por ejemplo, un ordenador o simulador cuántico) hiciera alguna tarea que quedara más allá de las capacidades de cualquier sistema no-cuántico (o sea, clásico). En los últimos años, varios grupos de computación cuántica han peleado por ser los primeros en alcanzar este hito. Por supuesto, definir con precisión qué es lo que está fuera del alcance de un sistema clásico no siempre es sencillo, pero parece haber consenso en que esto podría ocurrir para algunos cálculos que podrían ser realizados por máquinas de entre 50 y 100 cubits (como las que ya tienen, por ejemplo, IBM y Google), y cuya solución le requeriría a un ordenador clásico un tiempo excesivamente largo. De hecho, el 23 de octubre de 2019 se publicó en Nature un artículo en el que el grupo de Google liderado por John Martinis afirmaba haber alcanzado la supremacía cuántica con su ordenador de 53 cubits, llamado Sicomoro (Sycamore). En concreto, Sicomoro ha realizado un cálculo en poco más de tres minutos que, según las estimaciones del grupo de Martinis, les llevaría 10.000 años a los mejores supercomputadores clásicos de la actualidad. Sin embargo, inmediatamente IBM contestó informando de que, de acuerdo a sus estimaciones, ellos podrían realizar el mismo cálculo en apenas un par de días con su supercomputador Cumbre (Summit). De ser cierto esto último (el artículo técnico en el que se apoyan las afirmaciones de IBM se puede encontrar en el arXiv, pero todavía no ha sido publicado en una revista y, por tanto, todavía no ha superado un proceso de revisión por pares) la magnitud del hallazgo de Google se rebajaría y quizá, desde el punto de vista técnico, podría haber discusión sobre si es realmente adecuado hablar ya de supremacía cuántica. Sin embargo, en términos prácticos, tres minutos parece ya significativamente mejor que tres días, y además estamos hablando de un prototipo con mucho margen de mejora. La puerta de la supremacía cuántica parece definitivamente abierta. ¿Qué significa esto para las aplicaciones prácticas? Como es lógico, esta era la pregunta que más interesaba a los periodistas que el jueves 23 de octubre llamaron al Instituto de Física Fundamental y tuvieron la mala suerte de que fuera yo el que les cogiera el teléfono y no un auténtico experto. ¿Materiales extraordinarios? ¿Baterías ultraligeras? Todo tipo de bestias fantásticas aparecieron en la conversación. Lo cierto es que alcanzar la supremacia cuántica en sí mismo no nos acerca ni un ápice más a todo eso. Sicomoro, como todos los ordenadores cuánticos disponibles en la actualidad, no es un ordenador universal, sino que se le programa para que realice tareas concretas: el experimento de Nature estaba diseñado para que fuera muy dificil de realizar por un ordenador clásico, pero no sirve para nada más. Para las grandes aplicaciones tecnológicas con impacto directo e inmediato en la sociedad se necesitarán nuevos algoritmos (más o menos desconocidos ahora mismo) que habrán de ejecutarse en máquinas con muchos más cubits, los cuales habrán de cometer menos errores o incorporar mecanismos que los corrijan. Todo ello requerirá mucho tiempo, mucho dinero y mucho talento. La supremacía cuántica abre una puerta, pero lo que hay más allá es un camino que, como es sabido, sólo se hace al andar. Ahora mismo, no hay camino, sino estelas en la mar.
(Publicado originalmente en SciLogs el 23/12/2019. En la foto: Platanus racemosa, conocido como Sicomoro de California o Sicomoro occidental.)
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O cómo acabar de una vez por todas con la palabra de moda.Ya es oficial. Todos los cursis y (pos)modernos del mundo lo han decretado: lo único importante es el relato. Olvídese usted de antiguallas como los datos fiables, el cuestionamiento de las fuentes y la búsqueda de la verdad. "¡Es el relato, estúpido!", nos perdonan la vida displicentemente desde sus muros, zascas, memes, y otros trinos y rebuznos. ¿La ley? Interpretable, ya se sabe, y si es posible estirable y retorcible hasta que diga una cosa y, si hace falta, la contraria. Puro relato. ¿La Historia? Usted ya sabe que la cuentan siempre los vencedores, así que déjeme que le cuente yo cómo fue en realidad. ¡Cállese, Orwell!: la Historia es como tiene que ser, como yo quiero que sea, como yo digo que es. ¿El buen periodismo de investigación? No sea ingenuo, hombre, ¿no ve que los periódicos están al servicio de las empresas y los gobiernos? La verdad está en los vídeos de YouTube y en todo aquello que se defina como alternativo. Oiga ¿y la ciencia? ¡Uy! la ciencia, dice. Defensores de la verdad oficial, mercenarios al servicio de las multinacionales, acaparadores de subvenciones públicas, hoy dicen una cosa y mañana la contraria. Words, words, words. Relato, relato, relato. Todos son válidos y respetables: no intente usted demostrar que el relato es falso, limítese a buscar uno mejor. En este panorama, muchos fanáticos e iluminados han visto el cielo abierto. A estos, lo que nunca les faltó es relato. Abolidos los controles y los intermediarios, son ahora libres para embarcarnos en procesos construidos sobre mentiras, que no son reconocidas como tales en las cámaras de eco virtuales, dentro de las cuales se respira el aire de la posverdad y las paredes se cambian cada día para amoldarse a las necesidades del relato. Por más que me gusten a mí los relatos (fíjense en el nombre de este cuaderno de bitácora; un juego de palabras con el título de muchos de los libros de mi biblioteca), creo que empieza a ser urgente reivindicar la vuelta del concepto de verdad objetiva, aquella que está basada en la evidencia disponible y que puede ser permanentemente verificada y contrastada con fuentes fiables. Escupiéndonos unos a otros nuestros relatos por las chimeneas de las cámaras de eco, es imposible una conversación inteligible. Para una discusión democrática constructiva, no sólo hay que hablar un idioma que todos los interlocutores entiendan, sino también admitir un suelo de hechos común, mínimo, a partir del cual discutir y buscar el acuerdo, la reforma, el progreso. Ese suelo es lo contrario de un relato: es el lugar donde todos los relatos se encuentran y terminan. Del bueno de D. Antonio Machado, tan traído y llevado, tan impúdicamente manoseado por los constructores de relatos, se suelen recordar muchos de sus maravillosos versos cristalinos, pero quizá no tan a menudo esta joya de sus "Proverbios y cantares": "¿Tu verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela." (Publicado originalmente en SciLogs el 31/10/2017).
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AutorCarlos Sabín. Investigador Ramón y Cajal en el Departamento de Física Teórica de la Universidad Autónoma de Madrid. Desde 2015 hasta 2022 escribí el blog "Cuantos Completos" en la plataforma SciLogs de la revista "Investigación y Ciencia". Autor de "Verdades y mentiras de la física cuántica" amzn.to/3b4z1MO y "Física cuántica y relativista: más allá de nuestros sentidos" http://shorturl.at/bdLN0 Archivos
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