De tardígrados y hombresTodos los días llegan a mis cuentas de correo de trabajo invitaciones para enviar artículos a revistas diversas o participar en conferencias (que también darán lugar a una publicación). Muchas de ellas no superan los filtros de correo no deseado, pero otras muchas sí. Aunque algunas tienen que ver con mi campo de investigación, o al menos pertenecen a la física, también las recibo de los campos más extraordinarios: "Biomedical Research and Clinical Practice Journal (BRCP)", "Journal of Dental Research and Practice", "Journal of Textile Engineering and Fashion Techology"... son ejemplos reales. En ocasiones, hasta incluyen en el correo el título de algún artículo real mío, lo cual puede dar lugar a situaciones cómicas: si he hablado de la "garganta" de un agujero de gusano, me invitan a una revista de otorrinolaringología; si me refiero a la "extracción" de entrelazamiento del vacío, a una de odontología. Imagino que estas "revistas depredadoras" funcionan a partir de búsquedas masivas en bases de datos de las que puedan obtener direcciones de correo y palabras clave, y luego lanzan estos correos electrónicos sin sentido. Sabemos también que existen "factorías de artículos" que los producen "al por mayor" y consiguen publicarlos. Incluso muchas veces pueden ser generados por algoritmos. Si ampliamos el foco a las llamadas ciencias sociales, tenemos el famoso "caso Sokal" o el más reciente del "pene como construcción social", que muestran como artículos con intención obviamente satírica pueden llegar a ser publicados como si fueran artículos serios (en el segundo caso, incluso después de que el artículo se retirara y los autores confesaran sus intenciones, el artículo recibió citas como si fuera investigación legítima: "entiendo que esta obra ha sido retirada. Sin embargo, encuentro algunas de sus ideas útiles para exponer mi hipótesis sobre la primacía del pene", escriben literalmente los autores). Si escribo todo esto es para mostrar que, hoy en día, si tienes dinero pero no escrúpulos, puedes publicar cualquier cosa. Por supuesto, no se puede conseguir prestigio académico con una carrera basada en publicaciones en revistas depredadoras y congresos fantasma, pero sí que se puede hinchar un CV (¿creían ustedes que solo lo hacen algunos políticos?), lo cual puede ser útil para mantenerte en una posición o recibir determinada financiación de algún sitio con el mismo exceso de dinero y carencia de escrúpulos. Seguramente, el prestigio académico está sobrevalorado. Así que, desafortunadamente, nuestro argumento favorito en las conversaciones, ya saben "un estudio del profesor de la Ghetto de la Universidad de Bel Air dice que..." (más gracioso aún es lo que hacen algunos medios: "un estudio de la Universidad de Oxford...", pero ¿de quién en Oxford?) no sirve para nada. Por ejemplo, algunos de los odiadores de guardia de este cuaderno de bitácora, a los que no les gusta que diga que es falsa su teoría de que la física cuántica muestra que la nada cura si está disuelta en agua (homeopatía), me han mandado a veces artículos del profesor Marc Henry, de la Universidad de Estrasburgo. Además de sus líneas de investigación legítimas, este académico ha colaborado en algún caso con homeópatas que publican sus pseudoinvestigaciones en pesudorevistas sostenidas por instituciones de la industria homeopática. Desde niño he tenido una tendencia incurable a perder el tiempo en tonterías inútiles, así que en lugar de, qué sé yo, pedir una hipoteca o aprender a conducir, alguna vez me he dedicado a leer esa basura, por ver qué tipo de "argumentos" se usan. La realidad superó a mi imaginación. Según la teoría de los autores, al aumentar el grado de dilución de un compuesto homeopático, deberían pasar tres cosas, que mostrarían lo que ellos llaman "memoria del agua": disminuir un parámetro llamado T1, disminuir un parámetro llamado T2, aumentar el cociente entre T1 y T2. Así que los autores nos muestran una gráfica con valores experimentales para dos compuestos homeopáticos distintos. ¿Y qué es lo que vemos en la gráfica? Ninguna de las tres cosas anteriores ocurre: los valores fluctúan: a veces aumentan y a veces disminuyen cuando aumenta la dilución. ¿Conclusión? Para cualquier lector, la teoría ha quedado refutada. Pero si tienes que enviar el artículo a una revista llamada "Homeopathy", o sea, la revista de una cosa llamada Facultad de Homeopatía (institución británica que cuenta con el insigne patronazgo del Príncipe de Gales), esa no es una conclusión válida. Así que te inventas un procedimiento para convertir la nube de puntos aleatorios en una recta, y a partir de ahí sigues como si esa recta la hubieras obtenido en el experimento, y no como consecuencia del procedimiento que te has inventado. Total, ¿qué más da? La Facultad de Homeopatía solo necesita justificar su existencia ante gente que no lee artículos científicos, y que miles de semicultos con acceso a Internet tengan un enlace más para poner en las redes solo puede ser positivo para la causa.
Así que, no, la cuestión no es que haya "un artículo que dice...". Un solo artículo no tiene por qué reflejar el estado del mejor conocimiento científico disponible sobre una cuestión concreta. Quizá si en las Matemáticas, donde la estructura de los artículos es simplemente "lema-demostración" o "teorema-demostración", de manera que, salvo error no detectado por los autores, revisores y editores, lo dicho en un artículo es difícilmente discutible (incluso en estos tiempos de "hechos alternativos"). Pero incluso en un campo con tantas matemáticas como la física teórica (mi campo), los artículos suelen ser mucho más que teoremas y demostraciones, y requieren de contextualizaciones e interpretaciones. Y además, también en la física teórica y seguramente cada vez más (debido a la competencia creciente para publicar en las mejores revistas) está el efecto de lo que, si fuéramos cursis y modernos, llamaríamos "hype", que viene a ser "fliparse" demasiado. Un ejemplo de esto es el artículo (de momento solo en el arXiv) "Entrelazamiento entre cubits superconductores y un tardígrado". Una lectura rápida hace que cualquier investigador del campo se dé cuenta de lo que ha contado muy bien el gran Francis Villatoro aquí: el entrelazamiento es entre dos cubits, uno de los cuales tiene un tardígrado encima, igual que podría tener un "boniato rebozado" (como decía un profesor mío y yo le copio ahora en mis clases). Lo único interesante es que el tardígrado sea capaz de resistir las temperaturas tan increíblemente bajas (-273 ºC) a las que funcionan los cubits superconductores. El artículo todavía no ha sido publicado en una revista. Tal vez nunca lo sea, o al menos los revisores obliguen a cambiar el título y las conclusiones demasiado subidas de tono. Ojalá, aunque tampoco es descartable que alguna revista lo publique así, buscando impacto mediático. Pase lo que pase, seguirá habiendo, como ya hay, centenares de sitios de Internet que nos hablen de cómo este experimento muestra efectos cuánticos en seres vivos, y quién sabe cuántas sandeces más. Y habrá quién me ponga esos enlaces por aquí… y a ver cómo les convenzo yo de que no basta con que un artículo diga algo para que sea cierto. (Por supuesto, esto tampoco quiere decir que cualquiera y, sobre todo, de cualquier modo, pueda desacreditar resultados publicados: se requieren conocimientos y método científico). Qué complicado es esto de la ciencia, ¿verdad? Recordemos una vez más que lo auténticamente valioso y especial que nos aporta es el método científico. En todo lo demás hay cantidades variables de fotones y barro, como en cualquier otra actividad humana. (Publicado originalmente en SciLogs el 19/04/22. En la imagen, Geoffrey (Joseph Marcell) como el poeta imaginario Raphael de la Ghetto inventado por Will Smith en la serie "El príncipe de Bel Air”).
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Inteligencia y método científico: por qué Uri Geller consiguió engañar a David Bohm pero no a Richard Feynman."(Al releer este último párrafo veo que es más bien un producto de la astucia dialéctica que de la objetividad y la razón. Lo que he escrito es contrario a la realidad objetiva. ¡Ah, la inteligencia humana! Nuestra inteligencia, bien mirado, conspira siempre a favor de lo que nos gusta y nos domina. Es una maquinita más o menos complicada que nos surte de argumentos, toda clase de argumentos, a favor de nuestras más insignificantes bobadas. Quisiera saber si esta forma del entendimiento sirve para algo más.)" (de "El cuaderno gris" de Josep Pla. Traducción de Dionisio Ridruejo y Gloria de Ros.) Creo que los físicos tenemos fama de ser inteligentes, pero seguramente esto no tiene mucho más fundamento que aquello que decía Woody Allen sobre los dos grandes mitos respecto a él: "que soy un artista porque mis películas pierden dinero y que soy un intelectual porque llevo gafas". Así, probablemente los físicos pasamos por inteligentes gracias a nuestras gafas y a los bolígrafos que asoman por los bolsillos de camisas de rayas y manga corta, con los que garabateamos el lagrangiano del modelo estándar en los manteles de las bodas. Sin embargo, entre nosotros hay muchos que dicen y creen estupideces, y que se apuntan con fervor a la última patochada política de moda. De hecho, muchos no han tenido tiempo ni interés en leer cosas fuera de su campo, por lo que su formación en historia, filosofía, literatura (áreas que, con frecuencia, desprecian implícita o explícitamente) es pavorosamente insignificante, a pesar de lo cual todo el mundo les sigue diciendo lo muy inteligentes que son. Se da entonces el cóctel perfecto para crear lo que Fernando Savater llama un "semiculto": aquel que es pedante como los sabios, pero ignorante como los tontos.
Todo esto, sin embargo, es completamente irrelevante. Si la ciencia tiene algún valor no está en la supuesta inteligencia de una élite de sumos sacerdotes en conexión con no sé qué arcanos del universo. No, el auténtico valor de la ciencia es la sumisión al método científico. El método científico es nuestra única esperanza de que la inteligencia, en lugar de estar al servicio de lo que nos gusta o nos domina, como en la cita de Pla, se pone a trabajar en la búsqueda de la verdad. Veamos un ejemplo. Seguro que han oído hablar de Uri Geller, un tipo que hacía como que doblaba cucharas sin tocarlas y se hizo muy famoso en los años 70. Hasta aquí todo bien. El problema es que Geller no se conformó con una honrada carrera como mago o ilusionista, sino que intentó convencernos de que doblaba las cucharas con sus "poderes mentales". No fue el único, pero sí fue seguramente el más popular. Consiguió engañar a mucha gente. Entre ellos a John Hasted y David Bohm, catedráticos de física en Birbeck College, Universidad de Londres, quienes junto con sus colaboradores Edward Bastin y Brendan O´Regan, escribieron un extraño texto que apareció en la sección de noticias de Nature (Nature 254, 470 (1975)). En él se nos informa de los "experimentos" que habían llevado a cabo con Geller y unos niños, de los cuales habían concluido que "la plasticidad del metal se produjo de manera paranormal y que parte de un cristal encapsulado de carburo de vanadio aparentemente desapareció. Está claro tanto para nosotros como para los revisores utilizados por Nature que este relato no equivale a un informe riguroso y libre de lagunas sobre un tema históricamente plagado de lagunas. No obstante, creemos que tenemos en marcha un trabajo significativo, y la experiencia que hemos adquirido puede ser valiosa para otros físicos interesados, como nosotros, en las interacciones entre la mente y los sistemas físicos." (Traducción mía). Leer sus explicaciones produce hoy sonrojo. Entre otras cosas se nos dice que: "Una de las primeras cosas que se revela cuando uno observa, es que los fenómenos psicoquinéticos no pueden producirse en general a menos que todos los que participan estén en un estado relajado. Un estado de tensión, miedo, hostilidad, por parte de cualquiera de los presentes, generalmente se extiende a todo el grupo. Todo el proceso es más fácil cuando todos los presentes quieren activamente que las cosas funcionen bien. Además, las cosas parecen facilitarse enormemente cuando el diseño experimental resulta atractivo desde el punto de vista estético o imaginativo para la persona con aparentes poderes psicoquinéticos. También hemos descubierto que, en general, es difícil producir un conjunto predeterminado de fenómenos. Aunque esto se puede hacer a veces, lo que sucede a menudo es sorprendente e inesperado. Hemos observado que el intento de concentrarse fuertemente para obtener el resultado deseado (doblar una pieza de metal, por ejemplo) tiende a interferir con el estado mental relajado necesario para producir tales fenómenos. [...] Entonces, ¿cómo vamos a evitar la posibilidad de ser engañados? Debería ser posible diseñar experimentos que estén más allá de cualquier posibilidad razonable de engaño, y que, en general, puedan ser reconocidos como tales por magos profesionales. En las primeras etapas de nuestro trabajo, de hecho, le presentamos al Sr. Geller varios de estos arreglos, pero resultaron ser estéticamente poco atractivos para él. De nuestros primeros fracasos, aprendimos que el Sr. Geller trabajaba mejor cuando se le presentaban muchos objetos posibles, todos juntos sobre una superficie metálica; al menos uno de estos objetos podría atraerle lo suficiente como para estimular sus energías." Es decir, todo el mundo debe estar distraído, nadie debe intentar controlar las condiciones del asunto, sino dejar que sea Geller el que las controle, para que suceda algo, cualquier cosa, que además debemos aceptar inmediatamente, sea lo prometido o no. ¿Lo ven, verdad? La sofisticada maquinita de la inteligencia trabajando a plena potencia a favor de lo que gustaba y dominaba a este grupo de físicos: las ganas de presenciar algo fuera de lo común. Los científicos son tan fáciles de engañar como cualquier otra persona, si se olvidan de razonar de acuerdo a las reglas del método científico. No fue el caso de Richard Feynman. En el mítico "Surely you are joking, Mr. Feynman!" (en español, "¿Está usted de broma, Sr Feynman?", Alianza Editorial (1987)), aparecía una breve referencia, como parte de las aventuras de Feynman en la búsqueda de cosas, digamos, más allá de la física: "También me interesé por la percepción extrasensorial y los fenómenos paranormales, donde la última moda era Uri Geller, un hombre que se supone que puede doblar unas llaves frotándolas con el dedo. Así que fui a su habitación de hotel, por invitación suya, para ver una demostración tanto de lectura mental como de doblar llaves. No hizo ninguna lectura mental que tuviera éxito; nadie puede leer mi mente, supongo. Y mi hijo sostovo una llave y Geller la frotó, y no pasó nada. Luego nos dijo que funcionaría mejor bajo el agua, por lo que ya pueden imaginarnos a todos de pie en el baño con el agua abierta y la llave debajo, y él frotando la llave con el dedo. No pasó nada. Así que no pude investigar ese fenómeno." Supongo que todos los feynmanianos efectivamente nos imaginábamos esa escena y nos quedábamos con ganas de saber más. No fue hasta la muerte de Feynman que se publicó una historia más completa del encuentro con Geller, en una revista de California. (Hay que recordar que Feynman no escribía estas historias, sino que se las contaba a su colega Ralph Leighton y éste las escribía. Así que de alguna manera Feynman es un personaje de Leighton, como Sócrates lo es de Platón.) El texto, hasta donde yo sé, solo ha aparecido en pequeñas revistas, y no es muy conocido. Existe una traducción al español de José María Bello, publicada por la revista "El escéptico" en 1999. Feynman da una lección que creo que es valiosa para todos: "Yo sabía ya que los magos son muy listos, y que es fácil que nos embauquen, por lo que le dije [a un individuo que le ofrecía conocer a Geller]: Oiga, quiero entrevistarme con Uri Geller, pero le diré algo que me diferencia de los otros: soy lo suficientemente espabilado como para saber que puedo ser un pardillo" He leído un montón de historias acerca de la percepción extrasensorial, y sé que la posición de partida más débil es la de pensar que eres más listo que el otro, y que no puede engañarte. Por el hecho de que un buen mago haga algo que no debería ser posible, no debes llegar a la conclusión precipitada de que se trata de un fenómeno real: es necesario ser bastante más inflexible. Y te encontrarás con que el 99,9% o el 100% de las veces no hay nada extraño, no hay nada misterioso, sino tan sólo algo más ordinario, ¡un truco! Pero es divertido descubrir el truco, y la única forma de hacerlo es estar completamente convencido de que es un truco, y no estar dispuesto a pensar que puede no serlo, porque de lo contrario patinas con demasiada facilidad. [...] supongo que los individuos como Bohm no se percataron de que podían ser burlados con tanta facilidad como se me podía embaucar a mí." "Unas semanas más tarde suena el teléfono, y es Uri Geller: está en Hollywood, y puedo ir a verlo a su hotel. Le pregunté si podía ir acompañado por mi amigo Al Hibbs, que estaba interesado en hacer unos programas de televisión (y que es mucho más rápido que yo en descubrir trucos) y mi hijo Carl. Geller asintió. Le gustó en particular que fuese con mi hijo, porque por lo visto es especialmente bueno delante de los niños. Carl dijo: "¡Estupendo! Voy a inventar algunas pruebas para que las haga". Y preparó unas cuantas. [...] Fuimos a la habitación de Geller, y nos encontramos con un hombre muy nervioso, que caminaba sin cesar arriba y abajo mientras contestaba al teléfono que sonaba continuamente. Carl le dio una caja con sus sencillas pruebas, pero Geller la puso a un lado sin mirarla siquiera. Entre telefonazo y telefonazo, nos explicó que sus poderes unas veces funcionaban y otras no, y que él no sabía de dónde venían. Nos relató varias teorías que la gente había sugerido: debido a tal y cual, debe ser esto y lo de más allá; por tumba y dale, debe ser algo extraterrestre. Yo estaba allí, sentado, dejando pasar ese batiburrillo. Geller nos entregó entonces un pequeño bloc de papel y un lápiz, y nos pidió que trazáramos un dibujo: se suponía que iba a adivinar lo que dibujásemos. Fue fácil ver cómo pretendió hacerlo, pues el extremo del lápiz se mueve al dibujar, y además actuó como suelen hacer los adivinos, sugiriendo que podía tratarse de esto y aquello mientras escudriñaba nuestras caras en busca de una señal de excitación que le indicase que iba por el buen camino.[...] Pero con nosotros no funcionó, porque todo el tiempo pusimos cara de póquer. La lectura mental de Geller se saldó con un completo fracaso. Entonces cogió una llave, pero dijo que no le venían los poderes. [...] No ocurrió nada. Me quedé un tanto desilusionado: no había sido capaz de hacer ni un solo truco, no era el mago superstar que me esperaba." Así que, si acaso, lo único que debería importarnos sobre nuestra inteligencia es usarla para ser conscientes de que somos unos pobres diablos que podemos ser engañados por cualquiera. Feynman, su hijo Carl y el físico Albert Hibbs lo sabían, y por eso no se dejaron llevar por la parafernalia en la que Geller envolvía sus trucos. No fue su inteligencia lo que les salvó, sino la fidelidad a los métodos y enseñanzas de la ciencia. (Publicado originalmente en SciLogs el 13/09/21. En la foto, Geller actúa para Bohm en Birbeck College). O tal vez no.Algunos lectores educados y también algunos trolls anónimos, me han "acusado" en ocasiones de "cientificismo". Esto me ha dejado siempre perplejo. El Diccionario de la Lengua Española incluye dos acepciones para la palabra cientificismo: 1- Teoría según la cual los únicos conocimientos válidos son los que se adquieren mediante las ciencias positivas 2- Tendencia a dar excesivo valor a las nociones científicas o pretendidamente científicas. Bien, yo no soy cientificista en ninguna de estas dos acepciones, y de hecho, creo que estoy entre los menos cientificistas de mis colegas científicos. ¿Por qué entonces le doy esa impresión a algunos lectores? No creo que sea por citar a George Orwell, Umberto Eco, Woody Allen, Antonio Machado, Miguel de Unamuno etc. ¿no? Creo que es más bien porque aquí he defendido en muchas ocasiones la existencia de una realidad fáctica objetiva, que puede ser conocida por nosotros mediante el análisis de las pruebas disponibles. Por supuesto, esto se queda a unos pasos de los incognoscibles noúmenos kantianos, pero es suficiente para desmontar a los constructores de "relatos" (por decirlo en posmoderno). Si pienso así, ¡claro, entonces tengo que ser cientificista! Apúntenme en la lista, pero añadan también a Hannah Arendt: "La búsqueda desinteresada de la verdad tiene una larga historia; su origen -algo muy característico- es previo a todas nuestras tradiciones teóricas y científicas, incluida la de pensamiento filosófico y político. Creo que se puede remontar al momento en que Homero decidió cantar las hazañas de los troyanos tanto como las de los aqueos, y exaltar la gloria de Héctor, el enemigo derrotado, tanto como la gloria de Aquiles, el héroe del pueblo al que el poeta pertenecía [...] La imparcialidad homérica tiene ecos en la historia griega e inspiró al primer gran narrador de la verdad objetiva, que se convirtió en el padre de la historia: Heródoto nos dice en las primeras frases de su relato que lo escribe «para evitar que, con el tiempo, los hechos humanos queden en el olvido y que las notables y singulares empresas realizadas, respectivamente, por griegos y bárbaros, queden sin realce». Aquí está la raíz de la denominada objetividad, esta curiosa pasión, desconocida fuera de la civilización occidental, por la integridad intelectual a cualquier precio. Sin ella jamás habría nacido ninguna ciencia." (Hannah Arendt, Verdad y mentira en la política. Página 78. Editorial Página Indómita. Traducción de Roberto Ramos Fontecoba). (Publicado originalmente en SciLogs el 24/01/18).
Sobre el miedo al "pensamiento demasiado racional". Observaba Orwell en su ensayo Palabras nuevas (New Words, 1940, en español se puede leer en la excelente recopilación recientemente editada por DeBolsillo) que los niños tienen miedo a ser castigados por demonios invisibles si se muestran demasiado orgullosos: si pescan un pez, decía Orwell, y dicen "ya lo tengo" antes de subirlo del todo, creen que lo perderán etc. Esas supersticiones infantiles se mantendrían en muchos adultos y solo desaparecerían en la medida en que los adultos tienen mayor control sobre su entorno, aunque solo para reaparecer en situaciones en que no lo tienen, como la guerra, las apuestas etc. Y sería esa creencia más o menos latente la que se traduciría en el miedo de muchos adultos al "pensamiento demasiado racional" y, por tanto, a la resistencia a cualquier "intento de aproximarse a las dificultades de uno de un modo directo y racional, cualquier intento de resolver los problemas de la vida como uno resolvería una ecuación". ¿Les suena? ¿Cuántas veces han oído que los científicos no deberíamos "jugar a ser dioses"? ¿Que no se puede ser soberbio y creer que se está "en posesión de la verdad absoluta"? (Esto se suele usar para refutar algún dato) ¿Que hay que "abrir la mente"? (Normalmente, para pedirte que la cierres y abraces sin pensar cualquier parida.) Y mi favorita, ¿que no todo tiene un "porqué"? (resulta difícil entender qué diablos significa esto, si lo piensan). Esta desconfianza va más allá de la actividad puramente científica (completamente desprestigiada hoy en día: o somos individuos extravagantes o estamos vendidos a las multinacionales) y se extiende, como bien observó Orwell (que lo aplicaba a las previsibles reacciones en contra de la creación de palabras nuevas) a cualquier actividad mínimamente analítica y predictiva.
¿Verdad que han oído que las encuestas "no dan una", como se ha demostrado con el Brexit y Trump? Y sin embargo, las encuestas predijeron correctamente una victoria ajustada de la candidata Clinton en número de votos. Normalmente, las victorias en número de votos se traducen también en victoria en el colegio electoral estadounidense, pero en este caso no fue así. La inmensa mayoría de las encuestas no dan estimaciones sobre el resultado en el colegio electoral, y las que lo hacen, suelen hacer estimaciones indirectas, no basadas en la distribución de voto por Estados. En cuanto al referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea, las encuestas dieron como ganador al Brexit durante muchas semanas, y solo en los últimos días de campaña predijeron una ajustadísima victoria de la permanencia, prácticamente un empate técnico. Admitamos que cometieron un pequeño error, pero ¿qué me dicen del impresionante nivel de acierto en la primera vuelta de las presidenciales francesas donde, en un escenario muy complicado y sin precedentes, predijeron con asombrosa exactitud el resultado de los cuatro primeros candidatos? ¿Han oído a alguien celebrando lo bien que funcionaron los sondeos? Algo parecido pasa con las predicciones meteorológicas. Es un tópico muy extendido que no hay que hacer caso de lo que dicen, pero esto suele estar basado en observaciones del tipo: "el otro día decían que hoy iba a llover en Madrid, y ahora estoy mirando por la ventana y hace un sol radiante". Pero el día tiene veinticuatro horas y Madrid es muy grande. Hoy cualquiera puede ir a la página web de la Agencia Española de Meteorología (por ejemplo) y mirar la predicción para una zona concreta en un rango de horas determinado. El grado de fiabilidad es altísimo, especialmente si no miramos con demasiada antelación y tenemos en cuenta que las predicciones llevan asociada una probabilidad, que normalmente no es del 100 %. En realidad, ni las encuestas ni la mujer del tiempo fallan tanto como se dice, pero mucha gente prefiere pensar que cualquier intento de predecir analíticamente lo que ocurrirá en el futuro es en vano, no vaya a ser que Algo nos castigue y no podamos (¡ay!) llevarnos a la boca el pez. (Publicado originalmente en SciLogs el 05/06/17). No, no es el "sentido común" lo que hace avanzar la ciencia y el conocimiento.Se habrán fijado ustedes en que todos los políticos invocan constantemente el "sentido común" para justificar sus acciones. El hecho de que políticos de signo distinto apelen al sentido común para defender cosas opuestas, no parece hacerles reflexionar. Por supuesto, en contra de lo que en ocasiones se sugiere, los políticos no son una raza extraterrestre que nos ha colonizado a los demás, los siempre honestos y cumplidores ciudadanos, sino que son parte de la misma sociedad a la que pertenecemos todos: los políticos somos nosotros. Si ellos recurren al sentido común, es porque ese recurso está bien visto, y así en casi todas las conversaciones vemos a alguien erigirse en portador y representante de ese principio. Sin embargo, ¿es el sentido común un buen argumento para defender algo? En realidad, el sentido común es el conjunto de ideas preconcebidas que cada uno tiene sobre las cosas. En ocasiones, esas ideas están bien fundadas y en otras son sólo historias que nos contaron de niños. (Pero como decía Woody Allen en Annie Hall, "todo lo que nuestros padres nos dijeron que estaba bien está mal: el sol, la leche, la carne roja y la universidad"). Debería bastar la observación de que parece haber muchos sentidos comunes distintos para desconfiar. No es el sentido común lo que hace avanzar la ciencia y el conocimiento. No es de sentido común que el tiempo que marcan los relojes dependa de la velocidad del reloj, ni que la velocidad de la luz sea la misma para dos personas que se mueven a distintas velocidades. Y sin embargo, es cierto: son características de la relatividad verificadas por los experimentos. No es de sentido común que los electrones y las partículas elementales tengan algunas características que normalmente asociamos a ondas y otras que normalmente asociamos a partículas. El entrelazamiento cuántico (que tantas veces hemos discutido aquí) no es en absoluto de sentido común. Y sin embargo, estas cosas son ciertas, como nos dicen los experimentos que demuestran la física cuántica. No es de sentido común que romper diminutos núcleos pueda generar energía como para alimentar una central nuclear o hacer desaparecer una ciudad, pero así es. No parecía de sentido común que fuéramos capaces de llegar a la luna, ni que detectáramos ondas gravitacionales mediante oscilaciones de la posición de un espejo, tan pequeñas que equivalen a medir la distancia Tierra-Sol con una precisión similar al tamaño de un átomo de hidrógeno (como le he oído contar a Alicia Sintes). Pero lo hicimos. Si fuera por el sentido común, tal vez nunca hubiéramos bajado de los árboles. El sentido común de alguna gente parece decirles que los genes no se pueden tocar, pero eso no debería impedirnos explorar las enormes posibilidades que ofrecen los sistemas CRISPR/Cas9 y otros mecanismos de ingeniería genética. Hay a quien no le parece de sentido común que se pinche a niños pequeños con agujas, pero las vacunas han salvado millones de vidas y lo siguen haciendo, aunque los esfuerzos de los antivacunas, muchos de ellos guiados por su elevado sentido común, están consiguiendo que vuelva a morir gente. Hay gente a la que no le parece de sentido común pasteurizar la leche, o someterse a un tratamiento de radioterapia (mucho mejor tomarla directamente de la vaca e intentar curarse con zumitos como Steve Jobs, ¿no?). De hecho, ¿les parece de sentido común que la Tierra sea redonda, se mueva alrededor del Sol y gire a 30 kilómetros por segundo? ¿No parece más lógico que sea plana, como parece, y que se esté quietecita? "Eppur si muove". No, no es el sentido común lo que hace avanzar la ciencia y el conocimiento, sino la observación sin prejuicios de la realidad y la construcción de modelos e hipótesis que puedan contrastarse con ella. Tal vez haríamos bien en escuchar este consejo de Fulgencio Entrambosmares, el personaje de Don Miguel de Unamuno en Amor y Pedagogía: "Guárdate de él, guárdate de él como de la peste. Es el sentido común el que con los medios comunes de conocer juzga, de tal modo que en tierra en que un solo mortal conociera el microscopio y el telescopio disputaríanle sus coterráneos por hombre falto de sentido común cuando les comunicase sus observaciones, juzgando ellos a simple vista, que es el instrumento del sentido común". (Publicado originalmente en SciLogs el 21/08/2017).
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AutorCarlos Sabín. Investigador Ramón y Cajal en el Departamento de Física Teórica de la Universidad Autónoma de Madrid. Desde 2015 hasta 2022 escribí el blog "Cuantos Completos" en la plataforma SciLogs de la revista "Investigación y Ciencia". Autor de "Verdades y mentiras de la física cuántica" amzn.to/3b4z1MO y "Física cuántica y relativista: más allá de nuestros sentidos" http://shorturl.at/bdLN0 Archivos
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