¿Existe una realidad objetiva?Se quejaba Umberto Eco (en su artículo Mentir y fingir, que se puede encontrar dentro de la recopilación De la estupidez a la locura, Editorial Lumen, página 382), de la incapacidad de algunas personas para entender correctamente una novela: "Recuerdo que en mi novela El péndulo de Foucault el personaje de Diotallevi, para burlarse del amigo Belbo que usa obsesivamente el ordenador le dice en la página 37: "La Máquina existe, sí, pero no se inventó en tu valle de la silicona". Un colega que enseña asignaturas científicas observó con sarcasmo que Silicon Valley se traduce como Valle del Silicio. Le contesté que sabía perfectamente que los ordenadores se hacen con silicio (en inglés silicon), tanto es así que si miraba en la página 231 leería que, cuando el señor Garamond le dice a Belbo que incluya en la Historia de los metales también el ordenador porque está hecho con silicio, Belbo le contesta: "Pero el silicio no es un metal, sino un metaloide". También le dije que en la página 37, ante todo, no hablaba yo sino Diotallevi, que tenía su buen derecho a no saber ni ciencias ni inglés, y que, en segundo lugar, estaba claro que Diotallevi se estaba burlando de las malas traducciones del inglés, como uno que habla de un hot dog como de un perro en celo. Mi colega (que desconfiaba de los humanistas) sonrió con escepticismo, considerando que mi explicación era una pobre escapatoria. Ahí tienen el caso de un lector que, aun instruido, no sabía leer una novela como un conjunto, vinculando sus diferentes partes; también era impermeable a la ironía y, por último, no distinguía entre las opiniones del autor y las opiniones de los personajes. A un no humanista de este tipo el concepto de "fingir" le resultaba desconocido." Me acuerdo de esto mientras hojeo un reciente libro de divulgación sobre física cuántica, escrito por un "colega que enseña asignaturas científicas". El autor intenta poner de pie una interpretación según la cual la física cuántica demostraría que no existe la realidad objetiva. A mí esta opinión me resulta sorprendente, ya que la realidad objetiva es el único lugar que conozco donde se pueden cobrar derechos de autor (si me permiten parafrasear a Woody Allen). Pero más sorprendente aún es llegar a la página 42 y encontrarse con un subcapítulo titulado "La realidad según Orwell", y ver cómo el autor le atribuye al pobre George Orwell la siguiente opinión: "La realidad existe en la mente humana y en ningún otro sitio. No en la mente individual, que puede cometer errores, y que, en todo caso, perece pronto. Sólo la mente del Partido, que es colectiva e inmortal, puede captar la realidad. Lo que el Partido sostiene que es verdad, es efectivamente verdad. Es imposible ver la realidad sino a través de los ojos del Partido." Esto, naturalmente, está extraído de la monumental novela 1984 (Ediciones Destino, página 263). Pero no es una opinión de Orwell, sino del "malo" de la novela, es decir, el personaje de O'Brien, empeñado en demostrarle a Winston que dos y dos suman cinco. De hecho, no sólo no debemos atribuirle esa opinión a Orwell, sino que es evidente que su opinión era exactamente la contraria: la novela (como él mismo aclaró varias veces en prólogos a distintas ediciones) y prácticamente toda su obra narrativa, periodística y ensayística (por no decir su vida) está dedicada a combatir esa manera de pensar y, por tanto, a defender la existencia de una verdad objetiva, frente al totalitarismo de los O'Brien de su tiempo. No hay duda de que a Orwell le caía mejor Winston. Y a mí, ¿qué quieren que les diga? también:
"No puedo evitarlo —balbuceó Winston— ¿Cómo puedo evitar ver lo que tengo ante los ojos si no los cierro? Dos y dos son cuatro." (Publicado originalmente en SciLogs el 19/07/2017).
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Sobre el miedo al "pensamiento demasiado racional". Observaba Orwell en su ensayo Palabras nuevas (New Words, 1940, en español se puede leer en la excelente recopilación recientemente editada por DeBolsillo) que los niños tienen miedo a ser castigados por demonios invisibles si se muestran demasiado orgullosos: si pescan un pez, decía Orwell, y dicen "ya lo tengo" antes de subirlo del todo, creen que lo perderán etc. Esas supersticiones infantiles se mantendrían en muchos adultos y solo desaparecerían en la medida en que los adultos tienen mayor control sobre su entorno, aunque solo para reaparecer en situaciones en que no lo tienen, como la guerra, las apuestas etc. Y sería esa creencia más o menos latente la que se traduciría en el miedo de muchos adultos al "pensamiento demasiado racional" y, por tanto, a la resistencia a cualquier "intento de aproximarse a las dificultades de uno de un modo directo y racional, cualquier intento de resolver los problemas de la vida como uno resolvería una ecuación". ¿Les suena? ¿Cuántas veces han oído que los científicos no deberíamos "jugar a ser dioses"? ¿Que no se puede ser soberbio y creer que se está "en posesión de la verdad absoluta"? (Esto se suele usar para refutar algún dato) ¿Que hay que "abrir la mente"? (Normalmente, para pedirte que la cierres y abraces sin pensar cualquier parida.) Y mi favorita, ¿que no todo tiene un "porqué"? (resulta difícil entender qué diablos significa esto, si lo piensan). Esta desconfianza va más allá de la actividad puramente científica (completamente desprestigiada hoy en día: o somos individuos extravagantes o estamos vendidos a las multinacionales) y se extiende, como bien observó Orwell (que lo aplicaba a las previsibles reacciones en contra de la creación de palabras nuevas) a cualquier actividad mínimamente analítica y predictiva.
¿Verdad que han oído que las encuestas "no dan una", como se ha demostrado con el Brexit y Trump? Y sin embargo, las encuestas predijeron correctamente una victoria ajustada de la candidata Clinton en número de votos. Normalmente, las victorias en número de votos se traducen también en victoria en el colegio electoral estadounidense, pero en este caso no fue así. La inmensa mayoría de las encuestas no dan estimaciones sobre el resultado en el colegio electoral, y las que lo hacen, suelen hacer estimaciones indirectas, no basadas en la distribución de voto por Estados. En cuanto al referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea, las encuestas dieron como ganador al Brexit durante muchas semanas, y solo en los últimos días de campaña predijeron una ajustadísima victoria de la permanencia, prácticamente un empate técnico. Admitamos que cometieron un pequeño error, pero ¿qué me dicen del impresionante nivel de acierto en la primera vuelta de las presidenciales francesas donde, en un escenario muy complicado y sin precedentes, predijeron con asombrosa exactitud el resultado de los cuatro primeros candidatos? ¿Han oído a alguien celebrando lo bien que funcionaron los sondeos? Algo parecido pasa con las predicciones meteorológicas. Es un tópico muy extendido que no hay que hacer caso de lo que dicen, pero esto suele estar basado en observaciones del tipo: "el otro día decían que hoy iba a llover en Madrid, y ahora estoy mirando por la ventana y hace un sol radiante". Pero el día tiene veinticuatro horas y Madrid es muy grande. Hoy cualquiera puede ir a la página web de la Agencia Española de Meteorología (por ejemplo) y mirar la predicción para una zona concreta en un rango de horas determinado. El grado de fiabilidad es altísimo, especialmente si no miramos con demasiada antelación y tenemos en cuenta que las predicciones llevan asociada una probabilidad, que normalmente no es del 100 %. En realidad, ni las encuestas ni la mujer del tiempo fallan tanto como se dice, pero mucha gente prefiere pensar que cualquier intento de predecir analíticamente lo que ocurrirá en el futuro es en vano, no vaya a ser que Algo nos castigue y no podamos (¡ay!) llevarnos a la boca el pez. (Publicado originalmente en SciLogs el 05/06/17). O cómo acabar de una vez por todas con la palabra de moda.Ya es oficial. Todos los cursis y (pos)modernos del mundo lo han decretado: lo único importante es el relato. Olvídese usted de antiguallas como los datos fiables, el cuestionamiento de las fuentes y la búsqueda de la verdad. "¡Es el relato, estúpido!", nos perdonan la vida displicentemente desde sus muros, zascas, memes, y otros trinos y rebuznos. ¿La ley? Interpretable, ya se sabe, y si es posible estirable y retorcible hasta que diga una cosa y, si hace falta, la contraria. Puro relato. ¿La Historia? Usted ya sabe que la cuentan siempre los vencedores, así que déjeme que le cuente yo cómo fue en realidad. ¡Cállese, Orwell!: la Historia es como tiene que ser, como yo quiero que sea, como yo digo que es. ¿El buen periodismo de investigación? No sea ingenuo, hombre, ¿no ve que los periódicos están al servicio de las empresas y los gobiernos? La verdad está en los vídeos de YouTube y en todo aquello que se defina como alternativo. Oiga ¿y la ciencia? ¡Uy! la ciencia, dice. Defensores de la verdad oficial, mercenarios al servicio de las multinacionales, acaparadores de subvenciones públicas, hoy dicen una cosa y mañana la contraria. Words, words, words. Relato, relato, relato. Todos son válidos y respetables: no intente usted demostrar que el relato es falso, limítese a buscar uno mejor. En este panorama, muchos fanáticos e iluminados han visto el cielo abierto. A estos, lo que nunca les faltó es relato. Abolidos los controles y los intermediarios, son ahora libres para embarcarnos en procesos construidos sobre mentiras, que no son reconocidas como tales en las cámaras de eco virtuales, dentro de las cuales se respira el aire de la posverdad y las paredes se cambian cada día para amoldarse a las necesidades del relato. Por más que me gusten a mí los relatos (fíjense en el nombre de este cuaderno de bitácora; un juego de palabras con el título de muchos de los libros de mi biblioteca), creo que empieza a ser urgente reivindicar la vuelta del concepto de verdad objetiva, aquella que está basada en la evidencia disponible y que puede ser permanentemente verificada y contrastada con fuentes fiables. Escupiéndonos unos a otros nuestros relatos por las chimeneas de las cámaras de eco, es imposible una conversación inteligible. Para una discusión democrática constructiva, no sólo hay que hablar un idioma que todos los interlocutores entiendan, sino también admitir un suelo de hechos común, mínimo, a partir del cual discutir y buscar el acuerdo, la reforma, el progreso. Ese suelo es lo contrario de un relato: es el lugar donde todos los relatos se encuentran y terminan. Del bueno de D. Antonio Machado, tan traído y llevado, tan impúdicamente manoseado por los constructores de relatos, se suelen recordar muchos de sus maravillosos versos cristalinos, pero quizá no tan a menudo esta joya de sus "Proverbios y cantares": "¿Tu verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela." (Publicado originalmente en SciLogs el 31/10/2017).
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AutorCarlos Sabín. Investigador Ramón y Cajal en el Departamento de Física Teórica de la Universidad Autónoma de Madrid. Desde 2015 hasta 2022 escribí el blog "Cuantos Completos" en la plataforma SciLogs de la revista "Investigación y Ciencia". Autor de "Verdades y mentiras de la física cuántica" amzn.to/3b4z1MO y "Física cuántica y relativista: más allá de nuestros sentidos" http://shorturl.at/bdLN0 Archivos
February 2024
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