Una aproximación personal al universo. (Reseña del libro “Disfruta de tu universo, no tienes otra opción”, editada y publicada originalmente en Investigación y Ciencia, diciembre de 2020).Un profesor de física cuántica solía decir, al respecto de la perplejidad que algunas personas sienten ante las propiedades de la teoría: “así es nuestro universo. Si no les gusta, cámbiense a otro”. Éste es el espíritu de “Disfruta de tu universo, no tienes otra opción”, traducción del original inglés publicado por Oxford University Press en 2018 y que ha sido elegido para abrir la nueva colección de libros de divulgación “Física y Ciencia para todos”, organizada por la Real Sociedad Española de Física y la Fundación Ramón Areces y editada por Catarata.
Ya en 1665, el científico inglés Robert Hooke nos advertía de que “la ciencia de la naturaleza ha sido durante demasiado tiempo asunto del cerebro y la fantasía: ya es hora de que vuelva a la simplicidad y la solvencia de la observación de cosas materiales y obvias”. (Tomo la traducción tal y como aparece en este libro, al inicio del capítulo 4). Hooke dejó escrito esto en su “Micrographia”, en la que presentaba los resultados de sus observaciones con simples microscopios artesanales, incluyendo algunas de las primeras descripciones conocidas de microorganismos. Han pasado más de cuatro siglos y aunque obviamente a los físicos teóricos se nos pague por pensar en la naturaleza, convendría tal vez que no olvidáramos el consejo de Alberto Caeiro, uno de los heterónimos del poeta portugués Fernando Pessoa: “el universo no se hizo para que pensáramos en él/ (pensar es estar enfermo de los ojos)/ sino para que miráramos y estuviéramos de acuerdo”. Si nos dejamos llevar por la enfermedad de los ojos y nos olvidamos de mirar, nos puede pasar lo que acertadamente critica el profesor de Rújula en este libro, que nos dé por hablar solo de aquello que dudosamente existe o no existe en absoluto: universos paralelos, partículas supersimétricas, variables ocultas, máquinas del tiempo… ¡Como si no hubiera suficiente con lo que sí existe! Esto es lo que propone de Rújula: echar una mirada al contenido real de nuestro universo y a todo lo que sabemos sobre él. No solo porque, como diría Woody Allen, sea el único lugar en que se puede encontrar un buen filete, sino porque además está lleno de cosas interesantes y sorprendentes. Así, por ejemplo, mirando, el lector se encontrará en este libro con parejas de grandes agujeros negros que, cuando se funden, crean ondas gravitacionales, minúsculas oscilaciones de nuestro espacio-tiempo que pueden detectarse a miles de millones de años luz de distancia en enormes y sofisticados aparatos, construidos a tal efecto en la Tierra gracias a las predicciones de la teoría de la relatividad general. La misma teoría que nos ha llevado a averiguar que el universo está lleno de materia oscura y de energía oscura, cuyo origen y naturaleza todavía no comprendemos del todo. Hay también materia ordinaria, hecha de átomos, que se puede describir gracias a la física cuántica, la otra gran teoría de la física moderna. Y la combinación de la física cuántica y la relatividad nos lleva a la teoría cuántica de campos, que nos permite describir cosas aún más pequeñas: fotones, electrones, quarks, neutrinos y otras muchas partículas llamadas elementales, algunas de las cuales (como el bosón de Higgs) se han encontrado también gracias a gigantescos y complejos aparatos construidos a partir de las predicciones de la teoría. Algunas de esas partículas elementales son las encargadas de transmitir las fuerzas fundamentales de la naturaleza como, por ejemplo, los fotones se encargan de la interacción electromagnética entre partículas con carga eléctrica. Otras son antipartículas, como el positrón, una partícula exactamente igual que el electrón, pero con carga positiva. Y, lo mires por donde lo mires, en nuestro universo hay también un fondo cósmico de microondas que lo llena todo. Tal vez el lector haya oído hablar de todas estas cosas en alguna ocasión, pero un buen catálogo le puede resultar útil. Además de todo esto, en este pequeño rincón del universo hay seres humanos, miles de millones de seres humanos, y uno de ellos es Álvaro de Rújula, quien tiene, digamos, su propio universo. Y ese universo, como el fondo cósmico de microondas, permea todo el libro. La traducción del inglés es del propio de Rújula (lo cual tal vez explique hallazgos como “ubícuito” por ubicuo (página 36), “asimptótico” por asintótico (página 68) o “un extra orden de magnitud más” (página 203). No encuentro explicación para “hayar la media” (página 177). Entre las más de cien figuras (muchas de ellas en una separata central, lo que obliga a pasar cincuenta páginas adelante o atrás cada vez que se menciona una de ellas, lo cual ocurre constantemente) encontramos muchos dibujos, collages y memes de de Rújula, de interés relativo. Los chascarrillos sobre viejos profesores, físicos experimentales, escudos de universidades etc. también son de de Rújula. Incluso el constante (ab)uso de los paréntesis (“luminosidad (lumínica)” llegamos a leer en la página 136) y de las más de cien notas al pie también es, naturalmente, suyo. Como ven, la lectura resulta agitada: cuando por fin el lector ha regresado de su viaje a las figuras, enseguida tiene que volver a viajar, esquivando paréntesis, hacia una nota al pie de pertinencia diversa, de manera que su vista no puede reposar más de cinco segundos seguidos. De la misma forma que uno no puede leer de la misma manera una novela de James Joyce que una de Agatha Christie pero las dos pueden ser una experiencia gratificante, tal vez convenga que el lector no se acerque a este libro como si fuera un libro de divulgación al uso. Así, por ejemplo, es mejor que no intente encontrar una explicación al orden de los capítulos o de las argumentaciones, porque es indescifrable; hay más caos que cosmos en este universo, como ocurre con los monólogos interiores. Tampoco es éste el lugar más adecuado para profundizar en alguno de los múltiples temas que se plantean o para entender mejor conceptos sutiles como el espín de las partículas o la llamada paradoja de los gemelos de la teoría de la relatividad. Rara vez las cosas están bien explicadas, en ocasiones ni siquiera definidas. Sin embargo, si este libro cae en las manos del lector, siempre puede pensar: “disfruta de Álvaro de Rújula, no tienes otra opción”.
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Inteligencia y método científico: por qué Uri Geller consiguió engañar a David Bohm pero no a Richard Feynman."(Al releer este último párrafo veo que es más bien un producto de la astucia dialéctica que de la objetividad y la razón. Lo que he escrito es contrario a la realidad objetiva. ¡Ah, la inteligencia humana! Nuestra inteligencia, bien mirado, conspira siempre a favor de lo que nos gusta y nos domina. Es una maquinita más o menos complicada que nos surte de argumentos, toda clase de argumentos, a favor de nuestras más insignificantes bobadas. Quisiera saber si esta forma del entendimiento sirve para algo más.)" (de "El cuaderno gris" de Josep Pla. Traducción de Dionisio Ridruejo y Gloria de Ros.) Creo que los físicos tenemos fama de ser inteligentes, pero seguramente esto no tiene mucho más fundamento que aquello que decía Woody Allen sobre los dos grandes mitos respecto a él: "que soy un artista porque mis películas pierden dinero y que soy un intelectual porque llevo gafas". Así, probablemente los físicos pasamos por inteligentes gracias a nuestras gafas y a los bolígrafos que asoman por los bolsillos de camisas de rayas y manga corta, con los que garabateamos el lagrangiano del modelo estándar en los manteles de las bodas. Sin embargo, entre nosotros hay muchos que dicen y creen estupideces, y que se apuntan con fervor a la última patochada política de moda. De hecho, muchos no han tenido tiempo ni interés en leer cosas fuera de su campo, por lo que su formación en historia, filosofía, literatura (áreas que, con frecuencia, desprecian implícita o explícitamente) es pavorosamente insignificante, a pesar de lo cual todo el mundo les sigue diciendo lo muy inteligentes que son. Se da entonces el cóctel perfecto para crear lo que Fernando Savater llama un "semiculto": aquel que es pedante como los sabios, pero ignorante como los tontos.
Todo esto, sin embargo, es completamente irrelevante. Si la ciencia tiene algún valor no está en la supuesta inteligencia de una élite de sumos sacerdotes en conexión con no sé qué arcanos del universo. No, el auténtico valor de la ciencia es la sumisión al método científico. El método científico es nuestra única esperanza de que la inteligencia, en lugar de estar al servicio de lo que nos gusta o nos domina, como en la cita de Pla, se pone a trabajar en la búsqueda de la verdad. Veamos un ejemplo. Seguro que han oído hablar de Uri Geller, un tipo que hacía como que doblaba cucharas sin tocarlas y se hizo muy famoso en los años 70. Hasta aquí todo bien. El problema es que Geller no se conformó con una honrada carrera como mago o ilusionista, sino que intentó convencernos de que doblaba las cucharas con sus "poderes mentales". No fue el único, pero sí fue seguramente el más popular. Consiguió engañar a mucha gente. Entre ellos a John Hasted y David Bohm, catedráticos de física en Birbeck College, Universidad de Londres, quienes junto con sus colaboradores Edward Bastin y Brendan O´Regan, escribieron un extraño texto que apareció en la sección de noticias de Nature (Nature 254, 470 (1975)). En él se nos informa de los "experimentos" que habían llevado a cabo con Geller y unos niños, de los cuales habían concluido que "la plasticidad del metal se produjo de manera paranormal y que parte de un cristal encapsulado de carburo de vanadio aparentemente desapareció. Está claro tanto para nosotros como para los revisores utilizados por Nature que este relato no equivale a un informe riguroso y libre de lagunas sobre un tema históricamente plagado de lagunas. No obstante, creemos que tenemos en marcha un trabajo significativo, y la experiencia que hemos adquirido puede ser valiosa para otros físicos interesados, como nosotros, en las interacciones entre la mente y los sistemas físicos." (Traducción mía). Leer sus explicaciones produce hoy sonrojo. Entre otras cosas se nos dice que: "Una de las primeras cosas que se revela cuando uno observa, es que los fenómenos psicoquinéticos no pueden producirse en general a menos que todos los que participan estén en un estado relajado. Un estado de tensión, miedo, hostilidad, por parte de cualquiera de los presentes, generalmente se extiende a todo el grupo. Todo el proceso es más fácil cuando todos los presentes quieren activamente que las cosas funcionen bien. Además, las cosas parecen facilitarse enormemente cuando el diseño experimental resulta atractivo desde el punto de vista estético o imaginativo para la persona con aparentes poderes psicoquinéticos. También hemos descubierto que, en general, es difícil producir un conjunto predeterminado de fenómenos. Aunque esto se puede hacer a veces, lo que sucede a menudo es sorprendente e inesperado. Hemos observado que el intento de concentrarse fuertemente para obtener el resultado deseado (doblar una pieza de metal, por ejemplo) tiende a interferir con el estado mental relajado necesario para producir tales fenómenos. [...] Entonces, ¿cómo vamos a evitar la posibilidad de ser engañados? Debería ser posible diseñar experimentos que estén más allá de cualquier posibilidad razonable de engaño, y que, en general, puedan ser reconocidos como tales por magos profesionales. En las primeras etapas de nuestro trabajo, de hecho, le presentamos al Sr. Geller varios de estos arreglos, pero resultaron ser estéticamente poco atractivos para él. De nuestros primeros fracasos, aprendimos que el Sr. Geller trabajaba mejor cuando se le presentaban muchos objetos posibles, todos juntos sobre una superficie metálica; al menos uno de estos objetos podría atraerle lo suficiente como para estimular sus energías." Es decir, todo el mundo debe estar distraído, nadie debe intentar controlar las condiciones del asunto, sino dejar que sea Geller el que las controle, para que suceda algo, cualquier cosa, que además debemos aceptar inmediatamente, sea lo prometido o no. ¿Lo ven, verdad? La sofisticada maquinita de la inteligencia trabajando a plena potencia a favor de lo que gustaba y dominaba a este grupo de físicos: las ganas de presenciar algo fuera de lo común. Los científicos son tan fáciles de engañar como cualquier otra persona, si se olvidan de razonar de acuerdo a las reglas del método científico. No fue el caso de Richard Feynman. En el mítico "Surely you are joking, Mr. Feynman!" (en español, "¿Está usted de broma, Sr Feynman?", Alianza Editorial (1987)), aparecía una breve referencia, como parte de las aventuras de Feynman en la búsqueda de cosas, digamos, más allá de la física: "También me interesé por la percepción extrasensorial y los fenómenos paranormales, donde la última moda era Uri Geller, un hombre que se supone que puede doblar unas llaves frotándolas con el dedo. Así que fui a su habitación de hotel, por invitación suya, para ver una demostración tanto de lectura mental como de doblar llaves. No hizo ninguna lectura mental que tuviera éxito; nadie puede leer mi mente, supongo. Y mi hijo sostovo una llave y Geller la frotó, y no pasó nada. Luego nos dijo que funcionaría mejor bajo el agua, por lo que ya pueden imaginarnos a todos de pie en el baño con el agua abierta y la llave debajo, y él frotando la llave con el dedo. No pasó nada. Así que no pude investigar ese fenómeno." Supongo que todos los feynmanianos efectivamente nos imaginábamos esa escena y nos quedábamos con ganas de saber más. No fue hasta la muerte de Feynman que se publicó una historia más completa del encuentro con Geller, en una revista de California. (Hay que recordar que Feynman no escribía estas historias, sino que se las contaba a su colega Ralph Leighton y éste las escribía. Así que de alguna manera Feynman es un personaje de Leighton, como Sócrates lo es de Platón.) El texto, hasta donde yo sé, solo ha aparecido en pequeñas revistas, y no es muy conocido. Existe una traducción al español de José María Bello, publicada por la revista "El escéptico" en 1999. Feynman da una lección que creo que es valiosa para todos: "Yo sabía ya que los magos son muy listos, y que es fácil que nos embauquen, por lo que le dije [a un individuo que le ofrecía conocer a Geller]: Oiga, quiero entrevistarme con Uri Geller, pero le diré algo que me diferencia de los otros: soy lo suficientemente espabilado como para saber que puedo ser un pardillo" He leído un montón de historias acerca de la percepción extrasensorial, y sé que la posición de partida más débil es la de pensar que eres más listo que el otro, y que no puede engañarte. Por el hecho de que un buen mago haga algo que no debería ser posible, no debes llegar a la conclusión precipitada de que se trata de un fenómeno real: es necesario ser bastante más inflexible. Y te encontrarás con que el 99,9% o el 100% de las veces no hay nada extraño, no hay nada misterioso, sino tan sólo algo más ordinario, ¡un truco! Pero es divertido descubrir el truco, y la única forma de hacerlo es estar completamente convencido de que es un truco, y no estar dispuesto a pensar que puede no serlo, porque de lo contrario patinas con demasiada facilidad. [...] supongo que los individuos como Bohm no se percataron de que podían ser burlados con tanta facilidad como se me podía embaucar a mí." "Unas semanas más tarde suena el teléfono, y es Uri Geller: está en Hollywood, y puedo ir a verlo a su hotel. Le pregunté si podía ir acompañado por mi amigo Al Hibbs, que estaba interesado en hacer unos programas de televisión (y que es mucho más rápido que yo en descubrir trucos) y mi hijo Carl. Geller asintió. Le gustó en particular que fuese con mi hijo, porque por lo visto es especialmente bueno delante de los niños. Carl dijo: "¡Estupendo! Voy a inventar algunas pruebas para que las haga". Y preparó unas cuantas. [...] Fuimos a la habitación de Geller, y nos encontramos con un hombre muy nervioso, que caminaba sin cesar arriba y abajo mientras contestaba al teléfono que sonaba continuamente. Carl le dio una caja con sus sencillas pruebas, pero Geller la puso a un lado sin mirarla siquiera. Entre telefonazo y telefonazo, nos explicó que sus poderes unas veces funcionaban y otras no, y que él no sabía de dónde venían. Nos relató varias teorías que la gente había sugerido: debido a tal y cual, debe ser esto y lo de más allá; por tumba y dale, debe ser algo extraterrestre. Yo estaba allí, sentado, dejando pasar ese batiburrillo. Geller nos entregó entonces un pequeño bloc de papel y un lápiz, y nos pidió que trazáramos un dibujo: se suponía que iba a adivinar lo que dibujásemos. Fue fácil ver cómo pretendió hacerlo, pues el extremo del lápiz se mueve al dibujar, y además actuó como suelen hacer los adivinos, sugiriendo que podía tratarse de esto y aquello mientras escudriñaba nuestras caras en busca de una señal de excitación que le indicase que iba por el buen camino.[...] Pero con nosotros no funcionó, porque todo el tiempo pusimos cara de póquer. La lectura mental de Geller se saldó con un completo fracaso. Entonces cogió una llave, pero dijo que no le venían los poderes. [...] No ocurrió nada. Me quedé un tanto desilusionado: no había sido capaz de hacer ni un solo truco, no era el mago superstar que me esperaba." Así que, si acaso, lo único que debería importarnos sobre nuestra inteligencia es usarla para ser conscientes de que somos unos pobres diablos que podemos ser engañados por cualquiera. Feynman, su hijo Carl y el físico Albert Hibbs lo sabían, y por eso no se dejaron llevar por la parafernalia en la que Geller envolvía sus trucos. No fue su inteligencia lo que les salvó, sino la fidelidad a los métodos y enseñanzas de la ciencia. (Publicado originalmente en SciLogs el 13/09/21. En la foto, Geller actúa para Bohm en Birbeck College). Sobre Hugh Everett y su "teoría" En 1955, el estudiante de doctorado Hugh Everett se pasó con el vino, pero, en vez de ver dos mundos, como todos nosotros, vio muchos. Éste parece ser el origen de la llamada "interpretación de los muchos mundos" ("many-worlds interpretation") de la física cuántica. Ya saben, según esta interpretación, cada vez que un aparato de medida realiza una medición de una cierta propiedad de un sistema regido por la física cuántica, el universo se dividiría en varios universos paralelos, tantos como posibles valores de la medida. Esta idea sería una supuesta solución a un supuesto "problema de la medida". En realidad, no resuelve nada, y además no hay ningún problema: el problema de la medida no es más que la incomodidad que algunas personas sienten ante el hecho de que en física cuántica las cosas no tengan valores bien definidos y haya que recurrir a probabilidades. Mi primer profesor de física cuántica tenía un remedio estupendo para eso: "si no les gusta este universo, ¡cámbiense a otro!". Y otro remedio pueden ser esos infinitos universos de Everett. Que haya gente que se sienta más cómoda con infinitos universos que con uno solo en el que se usan probabilidades puede parecerle raro ¡oh, lector! pero no entraremos en eso: nosotros creemos que cada uno es libre de estar cómodo donde quiera, y todos de vez en cuando inventamos cosas para sentirnos mejor. Pero sí creo importante resaltar que, por definición, nosotros solo tenemos acceso a nuestro universo (no se deje engañar por la publicidad). Por tanto, la interpretación de los muchos mundos es, por su naturaleza, completamente indemostrable: lo mismo valdría decir que las probabilidades aparecen porque así lo quiere un dios, o por culpa del patriarcado. ¿Es esto física? pregunta Popper mientras clava en nuestra pupila su pupila vacía... Les dejo la respuesta a ustedes. En todos estos años como investigador, no he encontrado un solo colega que me haya dicho que se toma en serio esta interpretación. Sin embargo, no hay charla, artículo o libro divulgativo en la que no se mencione, hasta el punto de que creo que muchas personas creen que todos los físicos cuánticos creemos necesariamente en los universos paralelos. Everett dejó la física después del doctorado. En palabras de Adam Becker, "estaba más interesado en el dinero y en las cosas que le podía dar: buena comida y bebida, cosas de lujo, y mujeres. Quería un estilo de vida "Mad Men", no un despacho de profesor" (la traducción es mía). ¿Qué quieren que les diga? Simpatizo: yo mismo tengo unas cuantas botellas escondidas en mi despacho, cual minibar de Don Draper. Incluso a veces en casa le digo a mi mujer "fix me a drink" (naturalmente, no me hace ningún caso). Más raro me resulta eso de que, según varios testimonios, Everett creyera en la "inmortalidad cuántica": supuestamente, siempre estaría vivo en algún universo, y su "conciencia" le seguiría siempre allá donde estuviera vivo... Sin embargo, su hijo Mark Everett, el cantante de los Eels, está bastante seguro de que su padre murió de un ataque al corazón en 1982. Mark no hacía mucho caso de las teorías paternas, quizá porque, según sus recuerdos, el físico no pasaba mucho por casa. Pero hay otros hijos que tienen la manía de tomarse en serio las cosas que dicen sus padres, por tontas que parezcan. Por ejemplo, una variante obvia de esto de la "inmortalidad cuántica" es el suicidio cuántico: no te pasará nada, porque siempre estarás vivo (¡ay!) en algún universo. Como Everett había pedido que sus cenizas se tiraran a la basura, y su mujer había cumplido su deseo, su hija Liz, años después, en su nota de suicidio, pidió que hicieran lo mismo con las suyas, para ver si así acababa en el universo correcto, con papá. Por mi parte, como solo me tomo en serio a Woody Allen, creo que, por muchos problemas de interpretación que pueda tener este universo, sigue siendo el único lugar en el que uno puede tomarse un buen filete. (Publicado originalmente en SciLogs el 24/10/18).
¿Existe una realidad objetiva?Se quejaba Umberto Eco (en su artículo Mentir y fingir, que se puede encontrar dentro de la recopilación De la estupidez a la locura, Editorial Lumen, página 382), de la incapacidad de algunas personas para entender correctamente una novela: "Recuerdo que en mi novela El péndulo de Foucault el personaje de Diotallevi, para burlarse del amigo Belbo que usa obsesivamente el ordenador le dice en la página 37: "La Máquina existe, sí, pero no se inventó en tu valle de la silicona". Un colega que enseña asignaturas científicas observó con sarcasmo que Silicon Valley se traduce como Valle del Silicio. Le contesté que sabía perfectamente que los ordenadores se hacen con silicio (en inglés silicon), tanto es así que si miraba en la página 231 leería que, cuando el señor Garamond le dice a Belbo que incluya en la Historia de los metales también el ordenador porque está hecho con silicio, Belbo le contesta: "Pero el silicio no es un metal, sino un metaloide". También le dije que en la página 37, ante todo, no hablaba yo sino Diotallevi, que tenía su buen derecho a no saber ni ciencias ni inglés, y que, en segundo lugar, estaba claro que Diotallevi se estaba burlando de las malas traducciones del inglés, como uno que habla de un hot dog como de un perro en celo. Mi colega (que desconfiaba de los humanistas) sonrió con escepticismo, considerando que mi explicación era una pobre escapatoria. Ahí tienen el caso de un lector que, aun instruido, no sabía leer una novela como un conjunto, vinculando sus diferentes partes; también era impermeable a la ironía y, por último, no distinguía entre las opiniones del autor y las opiniones de los personajes. A un no humanista de este tipo el concepto de "fingir" le resultaba desconocido." Me acuerdo de esto mientras hojeo un reciente libro de divulgación sobre física cuántica, escrito por un "colega que enseña asignaturas científicas". El autor intenta poner de pie una interpretación según la cual la física cuántica demostraría que no existe la realidad objetiva. A mí esta opinión me resulta sorprendente, ya que la realidad objetiva es el único lugar que conozco donde se pueden cobrar derechos de autor (si me permiten parafrasear a Woody Allen). Pero más sorprendente aún es llegar a la página 42 y encontrarse con un subcapítulo titulado "La realidad según Orwell", y ver cómo el autor le atribuye al pobre George Orwell la siguiente opinión: "La realidad existe en la mente humana y en ningún otro sitio. No en la mente individual, que puede cometer errores, y que, en todo caso, perece pronto. Sólo la mente del Partido, que es colectiva e inmortal, puede captar la realidad. Lo que el Partido sostiene que es verdad, es efectivamente verdad. Es imposible ver la realidad sino a través de los ojos del Partido." Esto, naturalmente, está extraído de la monumental novela 1984 (Ediciones Destino, página 263). Pero no es una opinión de Orwell, sino del "malo" de la novela, es decir, el personaje de O'Brien, empeñado en demostrarle a Winston que dos y dos suman cinco. De hecho, no sólo no debemos atribuirle esa opinión a Orwell, sino que es evidente que su opinión era exactamente la contraria: la novela (como él mismo aclaró varias veces en prólogos a distintas ediciones) y prácticamente toda su obra narrativa, periodística y ensayística (por no decir su vida) está dedicada a combatir esa manera de pensar y, por tanto, a defender la existencia de una verdad objetiva, frente al totalitarismo de los O'Brien de su tiempo. No hay duda de que a Orwell le caía mejor Winston. Y a mí, ¿qué quieren que les diga? también:
"No puedo evitarlo —balbuceó Winston— ¿Cómo puedo evitar ver lo que tengo ante los ojos si no los cierro? Dos y dos son cuatro." (Publicado originalmente en SciLogs el 19/07/2017). Sobre las citas falsas en la era de la "post-verdad".Tenía que pasar. Ya estamos oficialmente en la era de la "post-verdad" y las hordas de la desinformación no están dejando títere con cabeza. Tras destrozar a Churchill, Brecht, Borges, Einstein y tantos otros, el turno le toca ahora a Richard Feynman. El nombre de Feynman es casi sagrado para todos aquellos que aprendimos Física con sus "Feynman lectures" y que nos partimos de risa con las maravillosas memorias "¿Está usted de broma, Sr. Feynman?" y "¿Qué te importa lo que piensen los demás?". Era cuestión de tiempo que su popularidad se fuera extendiendo más allá de las fronteras de la Física académica, y en consecuencia, al parecer, inevitable, que se le empezaran a atribuir todo tipo de ingeniosidades y chascarrillos, que ahora cotizan como grandes reflexiones en las redes sociales. Recientemente apareció en un diario de tirada nacional una entrevista con Cristophe Galfard, quien recientemente ha escrito el libro de divulgación "El universo en tus manos". La entrevista empieza por todo lo alto, al menos eso pensaba el periodista cuando escribió: "Afirmaba el nobel Richard Feynman que la física es a las matemáticas lo que el sexo es a la masturbación". Como fan incondicional de Woody Allen me encantan los chistes sobre masturbación, empezando por el mítico intercambio con Diane Keaton en "Annie Hall" y terminando por la "colaboración" entre Sophia Loren y Marilyn Monroe en "Anything else". En comparación, les reconozco que este supuesto comentario de Feynman es lo suficientemente superficial, simple y equivocado como para hacer carrera en las redes sociales. Y además, le sobran 74 caracteres en Twitter. Sin embargo, ¿fue dicho esto por Feynman? Esta frase no aparece en ningún lugar de su obra, y sólo en 1993 (cinco años después de su muerte) vemos que Lawrence Krauss se la atribuye al principio de un capítulo en el libro de divulgación "Fear of Physics". En un ejemplo de mala praxis que sin duda Krauss no se permitiría a sí mismo en un artículo científico, Krauss no cita la fuente, por lo que no sabemos de dónde se la sacó. Las posibilidades son dos: o la frase ya circulaba por ahí erróneamente atribuida a Feynman en 1993, o hemos de creer que se la dijo en persona Feynman a Krauss. Pero las probabilidades de que esto último ocurriera son realmente pocas. Como el propio Krauss cuenta en su biografía-homenaje de Feynman "Quantum man", apenas coincidieron unas cuantas veces en su vida, fundamentalmente en charlas y clases. La única posibilidad real es en ese fin de semana en Vancouver del que habla Krauss en el libro: él era todavía estudiante de licenciatura, y una asociación de la que formaba parte invitó al bueno de Dick a dar una conferencia. Tras ella, aparentemente, ese fin de semana los dos salieron varias veces a tomar algo acompañados por la novia de Krauss. ¿El alcohol y las ganas de impresionar a esta última hicieron al gran Feynman decir esta simpleza? Es sólo una conjetura humorística. En cualquier caso, es obvio que es altamente dudoso que esta cita sea correcta. La entrevista con Galfard continúa en la misma línea. Ya puestos, el periodista se lanza con "El nobel Richard Feynman también dijo que "la física es como el sexo: seguro que da alguna compensación práctica, pero no es por eso por lo que la hacemos". Les confieso que ésta me parece ligeramente más ingeniosa, seguramente porque halaga mi corazoncito de físico teórico. También cabe en Twitter, y sobran 29 caracteres. Pero... ya lo adivinan, ¿no? Eso es: ¡jamás fue dicha o escrita por Feynman! A pesar de que la llevo oyendo desde mis tiempos en la Facultad, nadie, jamás, ha sido capaz de aportar la referencia que demuestre que la frase es suya.
Richard Feynman fue un físico brillante y un ser humano creativo, inteligente e ingenioso. Igual que hicimos aquí una vez con Einstein, les ruego, ¡oh, espíritus de las redes sociales!, si me escuchan, les ruego: que lean sus libros, por favor, pero sobre todo... por lo que más quieran, ¡dejen de citarle! (Publicado originalmente en Scilogs el 18/11/2016). No, no es el "sentido común" lo que hace avanzar la ciencia y el conocimiento.Se habrán fijado ustedes en que todos los políticos invocan constantemente el "sentido común" para justificar sus acciones. El hecho de que políticos de signo distinto apelen al sentido común para defender cosas opuestas, no parece hacerles reflexionar. Por supuesto, en contra de lo que en ocasiones se sugiere, los políticos no son una raza extraterrestre que nos ha colonizado a los demás, los siempre honestos y cumplidores ciudadanos, sino que son parte de la misma sociedad a la que pertenecemos todos: los políticos somos nosotros. Si ellos recurren al sentido común, es porque ese recurso está bien visto, y así en casi todas las conversaciones vemos a alguien erigirse en portador y representante de ese principio. Sin embargo, ¿es el sentido común un buen argumento para defender algo? En realidad, el sentido común es el conjunto de ideas preconcebidas que cada uno tiene sobre las cosas. En ocasiones, esas ideas están bien fundadas y en otras son sólo historias que nos contaron de niños. (Pero como decía Woody Allen en Annie Hall, "todo lo que nuestros padres nos dijeron que estaba bien está mal: el sol, la leche, la carne roja y la universidad"). Debería bastar la observación de que parece haber muchos sentidos comunes distintos para desconfiar. No es el sentido común lo que hace avanzar la ciencia y el conocimiento. No es de sentido común que el tiempo que marcan los relojes dependa de la velocidad del reloj, ni que la velocidad de la luz sea la misma para dos personas que se mueven a distintas velocidades. Y sin embargo, es cierto: son características de la relatividad verificadas por los experimentos. No es de sentido común que los electrones y las partículas elementales tengan algunas características que normalmente asociamos a ondas y otras que normalmente asociamos a partículas. El entrelazamiento cuántico (que tantas veces hemos discutido aquí) no es en absoluto de sentido común. Y sin embargo, estas cosas son ciertas, como nos dicen los experimentos que demuestran la física cuántica. No es de sentido común que romper diminutos núcleos pueda generar energía como para alimentar una central nuclear o hacer desaparecer una ciudad, pero así es. No parecía de sentido común que fuéramos capaces de llegar a la luna, ni que detectáramos ondas gravitacionales mediante oscilaciones de la posición de un espejo, tan pequeñas que equivalen a medir la distancia Tierra-Sol con una precisión similar al tamaño de un átomo de hidrógeno (como le he oído contar a Alicia Sintes). Pero lo hicimos. Si fuera por el sentido común, tal vez nunca hubiéramos bajado de los árboles. El sentido común de alguna gente parece decirles que los genes no se pueden tocar, pero eso no debería impedirnos explorar las enormes posibilidades que ofrecen los sistemas CRISPR/Cas9 y otros mecanismos de ingeniería genética. Hay a quien no le parece de sentido común que se pinche a niños pequeños con agujas, pero las vacunas han salvado millones de vidas y lo siguen haciendo, aunque los esfuerzos de los antivacunas, muchos de ellos guiados por su elevado sentido común, están consiguiendo que vuelva a morir gente. Hay gente a la que no le parece de sentido común pasteurizar la leche, o someterse a un tratamiento de radioterapia (mucho mejor tomarla directamente de la vaca e intentar curarse con zumitos como Steve Jobs, ¿no?). De hecho, ¿les parece de sentido común que la Tierra sea redonda, se mueva alrededor del Sol y gire a 30 kilómetros por segundo? ¿No parece más lógico que sea plana, como parece, y que se esté quietecita? "Eppur si muove". No, no es el sentido común lo que hace avanzar la ciencia y el conocimiento, sino la observación sin prejuicios de la realidad y la construcción de modelos e hipótesis que puedan contrastarse con ella. Tal vez haríamos bien en escuchar este consejo de Fulgencio Entrambosmares, el personaje de Don Miguel de Unamuno en Amor y Pedagogía: "Guárdate de él, guárdate de él como de la peste. Es el sentido común el que con los medios comunes de conocer juzga, de tal modo que en tierra en que un solo mortal conociera el microscopio y el telescopio disputaríanle sus coterráneos por hombre falto de sentido común cuando les comunicase sus observaciones, juzgando ellos a simple vista, que es el instrumento del sentido común". (Publicado originalmente en SciLogs el 21/08/2017).
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AutorCarlos Sabín. Investigador Ramón y Cajal en el Departamento de Física Teórica de la Universidad Autónoma de Madrid. Desde 2015 hasta 2022 escribí el blog "Cuantos Completos" en la plataforma SciLogs de la revista "Investigación y Ciencia". Autor de "Verdades y mentiras de la física cuántica" amzn.to/3b4z1MO y "Física cuántica y relativista: más allá de nuestros sentidos" http://shorturl.at/bdLN0 Archivos
February 2024
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