Sobre un artículo reciente de Adán Cabello en Investigación y Ciencia. Investigación y Ciencia continuó en septiembre con su serie sobre divulgación e interpretación de la física cuántica. Cuando critiqué aquí el muy decepcionante artículo de Steven Weinberg en el número de agosto, no sabía que el artículo de Adán Cabello en el número de septiembre (El puzzle de la teoría cuántica) era fundamentalmente una brillante contestación al profesor Weinberg. El profesor Adán Cabello es catedrático de Física en la Universidad de Sevilla, uno de los pioneros de la información cuántica en España y uno de los mayores expertos del mundo en los fundamentos de la física cuántica. Su artículo sí que es claro y veraz, y puede contribuir a disipar parte de la confusión que provocó el del profesor Weinberg. Recomiendo su lectura, y les dejo aquí un par de las muchas interesantes reflexiones que contiene, en forma de preguntas que casi son respuestas: "Pero ¿qué sucede si la realidad no contiene leyes que dicten las probabilidades de los resultados de ciertas medidas? ¿Hace eso que la realidad sea «irreal»? ¿No parece mucho más sensato hacer la observación de que la realidad ofrece también este aspecto y buscar la mejor herramienta para desenvolverse? ¿Implica esto «renunciar a una meta fundamental de la ciencia», como afirma Weinberg? ¿No es más bien comenzar a entender un nuevo y fascinante aspecto de la realidad?" "¿Y si algunas de las cosas que realmente ocurren «ahí fuera» no están gobernadas por leyes como las que permiten predecir la posición de una canica conocidas su posición y velocidad iniciales? ¿Y si la posición, al igual que la temperatura, no es sino una propiedad emergente? ¿Cuál si no es el precio que hay que pagar por ser un constituyente elemental del universo? ¿Cómo van a ser estos constituyentes «elementales» y, a la vez, tener olor, sabor, color, posición y velocidad? ¿Y si el determinismo es también emergente?" Uno de los heterónimos de Fernando Pessoa, Alberto Caeiro, decía que:
El mundo no se hizo para que pensáramos en él (Pensar es estar enfermo de los ojos) sino para que miráramos y estuviéramos de acuerdo (de El cuidador de rebaños (O guardador de rebanhos) dentro de la antología Drama en Gente (Ed. Fondo de Cultura Económica, México 2000) Traducción de Francisco Cervantes). Como físico teórico, mi trabajo es pensar en el mundo. Pero, a veces, como Caeiro, me paro, miro, y estoy de acuerdo. (Publicado originalmente en SciLogs el 06/10/17).
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Sobre el reciente artículo "El problema de la mecánica cuántica" de Steven Weinberg.En el número de agosto, Investigación y Ciencia continúa con la interesante serie sobre "La interpretación de la mecánica cuántica". Tras la brillante charla del gran Scott Aaronson y Zach Weinersmith y el muy interesante artículo de Adán Sus, este mes le toca nada menos que al profesor Steven Weinberg. Para mí, que aprendí Teoría Cuántica de Campos y también Gravitación y Cosmología con sus libros, el artículo del profesor Weinberg ha sido muy decepcionante. No sólo hay explicaciones erróneas de cuestiones básicas como el espín de un electrón sino que resulta intelectualmente muy confuso: desde el título hasta el final se mezcla teoría con interpretación, opinión con hecho y opinión personal con opinión de la comunidad científica... para terminar vendiéndonos una línea de investigación que él parece perseguir en solitario. Me temo que contribuirá a aumentar la enorme confusión en torno a la mecánica cuántica en lectores no expertos. La edición impresa incluye una nota en la que se explica que el artículo fue publicado originalmente en inglés en The New York Review of Books en enero de este año, y que el propio Weinberg hizo después públicos aquí algunos de los comentarios y críticas que recibió. Me tomo la libertad (para contribuir a su difusión) de traducir el comentario del gran N. David Mermin, profesor en la Universidad Cornell: "A los Editores: Estoy de acuerdo con Steven Weinberg en que "es una mala señal que aquellos físicos que en la actualidad se sienten más cómodos con la mecánica cuántica no consigan ponerse de acuerdo sobre su significado". Este fracaso de noventa años en llegar a algo así como un entendimiento común de una teoría tan espectacularmente exitosa, apunta a que los físicos podrían compartir un prejuicio no reconocido sobre la naturaleza de la explicación científica que les impide ver lo que la mecánica cuántica significa en realidad. Al explicar por qué considera insostenible lo que él llama "el enfoque instrumentalista", Weinberg da voz a ese prejuicio generalizado: "Los seres humanos son introducidos en las leyes de la naturaleza en el nivel más fundamental". Weinberg no está dispuesto a renunciar a la meta de entender la relación de los seres humanos con la naturaleza deduciéndola "de leyes que no hacen referencia explícita a los humanos". Y, por lo tanto, apoya, con un toque de pesimismo, la meta a largo plazo de buscar modificaciones de la mecánica cuántica que "no son sólo especulativas sino también vagas". Abraza esta sombría perspectiva porque no puede aceptar la incorporación de la relación entre las personas y la naturaleza en "lo que suponemos son las leyes fundamentales de la naturaleza". Pero ¿por qué no? La ciencia es una actividad humana. Como empiristas la mayoría de los científicos creen que su comprensión del mundo se basa enteramente en su propia experiencia personal (que, de manera importante, incluye las palabras de otros que han escuchado y leído). ¿Por qué la ciencia que utilizo para entender el mundo no debería ser directamente sobre la relación entre mi experiencia total y el mundo fuera de mí que induce esa experiencia? [...]" A partir de aquí, el profesor Mermin hace publicidad del trabajo de Christopher Fuchs y otros, dentro de lo que se ha dado en llamar bayesianismo cuántico (QBism). Simpatizo con su respuesta y me gustaría hacer una precisión. Fíjense que no habla de "conciencia" ni de "mente", ni nada parecido. Muy tramposamente, el artículo de Weinberg trata de vincular lo que él llama "enfoque instrumentalista" (básicamente, la interpretación de Copenhague y sus reformulaciones modernas como el QBism) con una desfortunada frase de Wigner sobre la conciencia (que no deja de circular a pesar de que el propio Wigner cambiará de idea más adelante). Sin embargo, mientras que la mayoría de los investigadores en información cuántica suscribimos de alguna manera el enfoque instrumentalista, prácticamente ninguno cree que la conciencia tenga ningún papel en la teoría. Mermin, aunque insiste en hablar del ser humano, habla de "experiencia", es decir, los experimentos realizados y sus resultados. Efectivamente, la mecánica cuántica es una descripción de la naturaleza en la que tienen un papel central las mediciones físicas que se realizan y sus resultados. El único papel del ser humano es, por tanto, el diseño del experimento: qué magnitudes físicas se van a medir, en qué orden, en qué momento etc. De hecho, los experimentos modernos muestran que el papel del ser humano puede ser sustituido en muy buena medida (si no totalmente) por otras cosas. En los experimentos en los que se miden desigualdades de Bell (los cuales descartan posibles teorías alternativas a la mecánica cuántica), la elección de las medidas físicas que se van a realizar está normalmente determinada por los resultados de un generador cuántico de números aleatorios. Más aún, recientemente se han realizado experimentos en los que el diseño del experimento se decidía según el color obervado de la luz emitida por estrellas lejanas (luz que habría sido emitida hace más de 600 años, ya que las estrellas se encontraban a más de 600 años luz) o según los resultados de un videojuego jugado por voluntarios de todo el mundo. Incluso se han probabo algoritmos de aprendizaje automático que aprenden a diseñar nuevos experimentos de mecánica cuántica.
De manera que "ser humano" puede reemplazarse por "aparato de medida". ¿Deberíamos sentirnos incómodos ante una teoría que introduce los aparatos de medida en "las leyes de la naturaleza al nivel más fundamental"? (Publicado originalmente en SciLogs el 17/08/2017). Sobre Amit Goswami.Hace unas semanas me entrevistaron para una serie de podcasts llamada "Conversaciones con sentido". El entrevistador Xavier Pont me había dicho que había leído mi libro "Verdades y mentiras de la física cuántica" y le había gustado mucho. Yo siempre acepto todas las invitaciones amables, y además me lo suelo pasar muy bien en las entrevistas. Este caso no fue una excepción, a pesar de que las preguntas derivaron hacia un tema que para mí no tiene mayor interés: el supuesto papel de la consciencia en la mecánica cuántica. Como sabrán las dos o tres lectoras cuyos navegadores les redirigen por error a este cuaderno de bitácora, este mito de la física cuántica se basa en un artículo escrito por Wigner en tono especulativo hace décadas, del cual el mismo Wigner renegó más adelante. Hoy no hay un solo investigador en física cuántica que crea que la consciencia hace colapsar la función de onda, a pesar del eco que esta paparrucha tiene en redes sociales y blogs del inframundo. Aunque (o quizá precisamente gracias a que) creo que siempre he sido muy claro sobre este punto en el blog, en el libro y en la propia entrevista (en la que tuve ocasión de declararme por primera vez en público como "completamente materialista", cosa que me hizo mucha ilusión), Xavier insistió por correo electrónico en recomendarme la lectura de "El universo autoconsciente" de Amit Goswami. El motivo sería que, al contrario que otros charlatanes, curanderos y místicos que arrastran por el lodo el sintagma "cuántico", a los que Xavier y yo coincidíamos en criticar, este Goswami sabría de lo que hablaba, ya que entre otras cosas tendría un doctorado. Ingenuamente, ya que jamás había oído hablar de este Goswami, he leído el libro, pensando que efectivamente podía encontrarme con algo diferente. Y desde luego, es diferente. Pero porque es peor. De todos los expendedores de ponzoña intelectual y moral, de todos los escupidores de huesos de aceituna ideológica, los peores y más peligrosos son sin duda aquellos que tienen un doctorado. Si ya advertimos la última vez de que la inteligencia no garantizaba que uno estuviera en lo cierto, ya que la inteligencia era una máquina que podía ponerse a trabajar a favor de la mentira, imagínense un doctorado, ¡para el cual ni siquiera hace falta ser inteligente! Efectivamente, solo alguien con un doctorado puede evacuar un párrafo como este (traducción mía): "¿Tenemos procesamiento de información no local? Podemos defender muy bien la no localidad si aceptamos nuestra espiritualidad. Otro argumento controvertido a favor de la no-localidad es la existencia de experiencias paranormales. Personas a lo largo de los siglos han afirmado tener la capacidad de telepatía, la transmisión de información de mente a mente sin señales locales, y ahora parece haber alguna evidencia científica de ello." Bien, esto es una patochada, y los títulos de quien la diga dan igual: es una mezcla de cosas demostrablemente falsas con otras indemostrables para argumentar a favor de algo que solo puede plantearse en términos científicos. Pero claro, es que la respuesta en términos científicos es: no, no tenemos procesamiento de información no-local, como he explicado muchas veces. Sin embargo, como demuestran decenas de párrafos semejantes a este en el libro, Goswami no tiene mayor interés en la verdad científica, sino en poner de pie una especie de agenda filosófica, política, religiosa y (¡ay!) médica. Efectivamente, si buscamos en Google vemos que Goswami no era en realidad distinto a los vendedores de chatarra averiada de los que hablábamos antes: treinta años después de este libro, y redefinido ahora como "activista cuántico" (adapatación a los tiempos), Goswami sigue dedicado a la manufactura y distribución de crecepelo intelectual: libros, vídeos y (oh, cielos) supuestos títulos de máster y doctorado con precios de varios miles de dólares anuales, expedidos por Quantum Activism Vishwalayan (QAV), institución creada por él mismo y que cuenta con nada menos que cinco (5) profesores. ¿Las materias? "La ciencia cuántica de la salud (medicina intregrativa), la prosperidad (liderazgo empresarial) y la felicidad (psicología transpersonal)" (sic). Pero no se preocupen si no tienen tanto dinero. Por sólo 99 dólares pueden disfrutar de un curso con vídeos llamado "Aprovechando el poder del amor gracias a la nueva física". Pero la cosa aún puede ser peor. Veamos alguna de sus últimas aportaciones intelectuales. El 9 de junio de 2020 firma en su página web, junto con otros dos colegas del QAV, una pieza titulada "La pandemia de coronavirus: el problema y su solución cuántica para salvar la salud y la economía global (parte I)". En ella nos explica que "no existen las enfermades reales; más bien, lo que la medicina establecida llama una "enfermedad" es en realidad un "programa especialmente significativo de la naturaleza" "(esta gran reflexión se la atribuye a un Dr. Ryke Geerd Hamer). Las vacunas no son la solución, ya que "contienen muchas sustancias tóxicas para el cuerpo humano y el cerebro- mercurio, formaldehído, glifosato etc." Las mascarillas "crean un estado de hipoxia", hacen que "la gente se ponga azul y su temperatura aumente hasta llegar al pánico", además se inhalan más sustancias químicas "debido al plástico", lo que hace que "exhales más dióxido de carbono". Por si fuera poco "irritan tu cara y te hacen más susceptible a los patógenos, infecciones, parásitos etc. En resumen: te hacen más vulnerable, no menos". También hay que tener en cuenta el problema de la "tecnología 5G. Hay más de dos mil estudios que nos advierten de los efectos dañinos de estos campos electromagnéticos, que atacan especialmente el corazón, el cerebro y la inmunidad general". ¿Qué hacer entonces? Veamos. Entre sus múltiples consejos figuran: "
¿Es casualidad que sean las mismas personas que propagan y divulgan una visión mística y acientífica de la física cuántica, las que la usan para intentar enriquecerse a costa de la ignorancia, la ingenuidad o la desesperación de los incautos (o sea, potencialmente, todos nosotros)? Juzguen ustedes. (Publicado originalmente en SciLogs el 18/11/21. En la foto, una imagen de “Arsénico por compasión” (Arsenic and old lace), la inolvidable película de Frank Capra de 1944). No se tome lo que le ofrezca Amit Goswami).
Sobre Bruce Lipton y la física cuántica."— What's that smell in this room? Didn't you notice it, Brick? Didn't you notice the powerful and obnoxious odor of mendacity? — Yes, sir, I think I did. — Ain't nothing more powerful than the odor of mendacity." "¿A qué huele en esta habitación? ¿No lo notas, Brick? ¿No notas un fuerte y odioso olor a mendacidad? — Sí, señor, creo que sí. — No hay nada más potente que el olor a mendacidad." Esta es mi traducción de este memorable diálogo (que no estaba en la obra original del gran Tenessee Williams en 1955) entre Burl Ives y Paul Newman en una de mis películas favoritas (Cat on a hot tin roof, "La gata sobre el tejado de zinc", dirigida por Richard Brooks en 1958). Una de las mejores cosas de mantener este cuaderno de bitácora es intentar ayudar a las personas que me hacen preguntas. Naturalmente, el número de farsantes que intentan sacar provecho de la palabra "cuántica" y sus efectos taumatúrgicos es tal (y sospecho que creciente) que resulta imposible intentar desenmascararlos a todos, pero imagino que es posible apuntar a los más influyentes. En varios comentarios me han preguntado por un Bruce Lipton, y he visto que tiene libros, que da entrevistas, y que sus vídeos de YouTube tienen millones de vistas. Así que decidí sacrificarme, remangarme y meter las manos en el foco de la mendacidad, una vez más. De hecho, perdí bastante tiempo con uno de sus vídeos, en el que fue muy complicado encontrar alguna frase que fuera verdad.
Básicamente, sus ideas parten de una supuesta división entre la física clásica newtoniana, que se ocuparía solo de la materia y trataría todo como si fueran máquinas, y la física cuántica, que (oh, cielos) se ocuparía de las cosas "invisibles", como la energía, las ondas, los campos... "¡Bah, paparruchas!" (humbug) En realidad, la física clásica, como se puede comprobar en cualquier libro de texto de secundaria, trata también de la energía, las ondas y los campos. Ninguno de esos conceptos es una novedad de la física cuántica. De ahí que todo lo que se deduzca de este error, o sea, esencialmente todo lo que sale a continuación de la boca de Lipton, sea mentira. Entre muchos ejemplos, nos presenta unas ondas en el agua y nos dice que hace falta la física cuántica para describirlas, llegando a usar la palabra mágica "entrelazamiento" (entanglement). Pero es mentira: son ondas clásicas. Nos muestra una foto de una familia y nos dice que aunque parecen entes separados en realidad son ondas que interaccionan, y sustituye la foto original por un montaje con ondas con formas humanoides que se cruzan unas a otras. ¡Qué va, hombre! Los electrones sí, pero nosotros no. Si tuviéramos una función de onda, la física cuántica nos enseña a calcular su longitud, que es inversamente proporcional al momento lineal, es decir, masa por velocidad. Tomando a una persona de 60 kg que se mueve a 1 m/s, la longitud de onda sería 0, 00000000000000000000000000000000001 metros (no, no me he quedado dormido sobre el 0. Y si aumentan la velocidad o la masa, aún sale un número más pequeño.) Eso son como 25 ceros más que el tamaño de un átomo. Es a ese nivel ridículo e inaccesible de distancias donde cabría esperar algún efecto asociado a que usted y yo seamos ondas. Es por eso que la física que describe a una familia andando como la de la foto de Lipton es completamente clásica. No, no somos ondas que interaccionan. Y así con todo. Pero Lipton sigue. Para cumplir con todos los clichés del moderno charlatán, tergiversa una cita de Einstein sobre la importancia física del concepto de campo: naturalmente, Einstein se refiere al campo gravitatorio y a su teoría de la relatividad general, que es completamente clásica, pero Lipton no se detiene ante nada, en su delirio sobre la física cuántica. Según él, como a los médicos solo se les ha enseñado física clásica y no saben lo que es la energía, es por eso que cuando ven una imagen de un tumor solo piensan en tratarlo "con un escalpelo" (¿qué cosa será la radioterapia?) en lugar de aplicar las manos y transmitir energía, como se viene haciendo desde hace "miles de años". Juro que entonces hace desaparecer el tumor de la imagen. Reconozco que ahí lo dejé: el olor a mendacidad me ahogaba ya y me levanté a abrir la ventana. Pero me parece que ya había acabado con los supuestos fundamentos físicos de su "teoría", que es de lo que mejor puedo hablar yo. Tras toda esta exhibición de salto sin red intelectual, la siguiente pirueta ya la habrán adivinado: como lo importante es energía y "la mente es energía" (sí, lo dijo, lo dijo), pues nada, uno se cura con la mente. Lástima que esto, que es tan fácil, no nos los ha enseñado nadie antes, y ahora ya es un poco tarde y hay que pasar por caja. Pero para eso está Lipton, claro. No es broma. Este es el tipo de cosas en que se basan negocios como el llamado Instituto de Bioingenieria Cuántica, que es tan Instituto como cuántico y que ofrece cursos como "Especialidad de Entrelazamientos Cuánticos (Sexualidad)". No se despisten, y recuerden que, una vez que hemos aprendido a reconocerlo, no hay olor más fácil de detectar que el hedor de la mendacidad. (Publicado originalmente en SciLogs el 16/01/2020). Sobre el capítulo de Cosmos: otros mundos dedicado a la física cuántica. Me escribe Pedro N. Rueda, preguntándome si he visto el capítulo 9 de la serie Cosmos: otros mundos, titulado "Magia sin mentiras" y dedicado a la física cuántica. Me pide mi opinión, ya que la serie hereda al menos el prestigio del nombre de Carl Sagan, y lo que se dice en ese capítulo parece contradecir muchas cosas que yo digo en este cuaderno y en el libro Verdades y mentiras de la física cuántica. No encuentro la serie en Disney + en España, que sí tiene otras temporadas de Cosmos, pero veo que se emite en el canal de National Geographic en Movistar +. Lo he visto con detalle. La sinopsis del programa ya me hizo temblar: "En el contradictorio reino de la mecánica cuántica, la luz puede suponer dos conceptos opuestos y de algún modo (nadie sabe cómo) un observador oculto puede alterar la naturaleza de la realidad. Conoceremos al hombre que tropezó con ese bache de la realidad y la revolución tecnológica aún en proceso que hizo posible dicho tropiezo". Con la divulgación de la física cuántica ocurre una cosa curiosa. Lo habitual en otras áreas de la ciencia, por difíciles y abstractas que sean, es intentar que las cosas se entiendan. Sin embargo, al parecer, cuando llegamos a la física cuántica, lo que hay que intentar es que las cosas no se entiendan. Así, de pronto, hablar de manera oscurantista y abracadabrante ("contradictorio reino", "observador oculto", "bache de la realidad"...) está permitido. No se trata de intentar ayudar al espectador a resolver sus dudas y satisfacer su curiosidad, sino de aturdirle y dejarle aún más confundido, dejándole la sensación de que se encuentra ante algún misterio. El documental es una prueba excelente de esto. Se nos empieza contando de manera normal cómo Newton creía que la luz estaba hecha de partículas mientras que Huygens creía que era una onda. Ambos estaban en lo cierto: la luz es una onda hecha de muchas partículas. El experimento de la doble rendija de Thomas Young muestra las características ondulatorias de la luz. ¿Pero qué pasa si hacemos el experimento con un solo fotón? Entramos en el terreno de la cuántica, así que ya saben: música de programa de Iker Jiménez, iluminación expresionista, hablar intenso... mucho misterio. Como las partículas elementales llevan asociada una función de onda, el experimento de la doble rendija muestra propiedades ondulatorias incluso si lo hacemos "partícula a partícula". Los electrones, los fotones, etc. son ondas y son partículas. ¿Misterioso, extraño? No sé, nadie dijo que los electrones tuvieran que ser como usted pero en pequeñito. En cualquier caso, son cosas que sabemos desde hace ya muchas décadas. Pero además, si cambiamos el experimento y colocamos algún dispositivo experimental que nos permita medir por qué rendija pasan las partículas, el comportamiento ondulatorio desaparece. Sólo que esto, no sé por qué, nunca nos lo cuentan así: el "dispositivo experimental que nos permita medir etc" es sustituido por... ¡tachán! ¡un señor que mira! (en este caso, Neil deGrasse Tyson). Esto nos permite ponernos aún más intensos (nivel cafetería de facultad) y largar que el observador modifica la realidad. Pero no: modificar la realidad (el experimento), poniendo un aparato que no estaba antes, es lo que modifica la realidad. Naturalmente, no podía faltar tampoco el entrelazamiento cuántico, con su correspondiente dosis de metáforas de novela rosa (el amor y tal). Se nos muestran dos fotones que supuestamente están entrelazados desde el inicio de los tiempos y separados por distancias cosmológicas. Sin embargo, el entrelazamiento es una propiedad muy frágil que se degrada rápidamente en contacto con el ambiente, así que no está muy claro cómo ha podido sobrevivir a semejantes desplazamientos espaciotemporales. Por supuesto, se incurre en el error de sugerir que se están enviando señales a velocidades más rápidas que las de la luz, cuando, como nos cansaremos de repetir en este cuaderno, no es así en absoluto. La cosa se vuelve casi ofensiva cuando se repite el asombroso cliché de que los físicos usan la física cuántica sin entenderla. Hay quien se conforma con hacer la comparación con los usuarios de teléfono móvil, los cuales no tienen por qué entender el interior del aparato, pero aquí van mucho más allá y la comparación se hace con nuestros ancestros cuando descubrieron el fuego. Pero creo que hace falta algo más que frotar dos piedras para que aparezca un ordenador cuántico, ¿no les parece? Que haya quien crea que se puede hacer un ordenador cuántico sin "entender" la física cuántica, eso sí que me parece un gran misterio. A estas alturas, ya no me sorprende que aparezcan los universos paralelos, pero no me esperaba que saliera el "superdeterminismo", la teoría de la conspiración más extraña de la historia, según la cual, para escapar a las conclusiones de los experimentos basados en desigualdades de Bell, se postula que el experimentador no escoge libremente las medidas que va a realizar. Se han hecho ya experimentos en que esas decisiones se toman según el color de la luz de estrellas lejanas, emitida hace millones de años, o según los bits aleatorios generados por voiuntarios jugando a un videojuego por internet, pero los defensores del superdeterminismo no se arredran: ya saben, todo está conectado. En fin, así es el reino de la divulgación de la física cuántica, el único lugar donde no hay que explicar los hechos científicos sino la colección habitual de clichés, debates históricos superados, conjeturas fantasiosas y metáforas de baratillo. Que sigan la "magia" y el "misterio". (Publicado originalmente en SciLogs el 10/12/20).
A vueltas con el entrelazamiento cuántico en la cultura popular. A Ernesto Lozano Tellechea, que me propuso este blog en 2015. En un momento de su célebre "The demon-haunted world", extrañamente traducido al castellano como "La ciencia y sus demonios", Carl Sagan se lamentaba del sesgo hacia lo paranormal y la conspiración de "Expediente X" (y eso que no pudo ver la ridícula continuación del año 2016), y pedía que existiera un programa para adultos que fuera como "Scooby-Doo es para los niños", es decir, una serie en la que "los presuntos casos paranormales sean investigados sistemáticamente y se encuentre que cada caso puede ser explicado en términos prosaicos". Esto estaría "mucho más cerca de la realidad y haría un servicio público mucho mayor" (Traducciones apresuradas mías). O, por decirlo en las ya inmortales palabras del Dr. Stephen Strange en "Spiderman: No way home": "please, Scooby-Doo this shit". Efectivamente, solemos considerar que a los niños, a partir de cierta edad, conviene enseñarles a pensar racionalmente: así recuerdo yo aquellos encantadores libros de "Los tres investigadores" en los que al final de cada historia los chicos le iban a explicar el caso a Sir Alfred Hitchcock (aunque mi mujer me asegura que en algún caso había explicación paranormal y no he vuelto a leer todos de adulto), por no mencionar lo mucho que me impresionó de niño Sherlock Holmes. Sin embargo, al parecer, los guionistas y directores consideran que eso es demasiado aburrido para nuestras sensibilidades posmodernas de adultos y que es mucho más interesante lo contrario: ya saben, empiezan a pasar cosas extraordinarias y el personaje racionalista balbucea "estoy seguro de que hay una explicación racional para esto" mientras disimula a duras penas el tic nervioso y el creciente olor a pis de su bragueta, hasta que es barrido de la faz de la tierra por un monstruo venido de otra dimensión y queda como un idiota, mientras que el personaje de la chica luchadora a la que nadie hacía caso pero que nunca dejó de creer en el monstruo a pesar de la ausencia de pruebas y lógica acaba siendo reivindicada, y así aprendemos a "tener la mente abierta" y sandeces así. Nada que objetar, claro. Hay películas que pueden ser estupendas sin que haya que tomarse muy en serio el argumento. Sin embargo, no sé, a lo mejor estaría bien de vez en cuando que la cosa fuera al revés: si no por lo de la realidad y el servicio público que decía Sagan, al menos por variar. Así (o sea, al revés) eran algunos de los mejores episodios de "House", y así pensaba yo que estaba siendo "Evil" (aunque viendo el rumbo que ha tomado la cosa en la segunda temporada ya no estoy muy seguro), la última genialidad del matrimonio King, los creadores de las maravillosas "The good wife" y "The good fight". En esta serie, los protagonistas investigan para la iglesia católica supuestos casos de posesiones demoníacas (!). Se trata de un trío formado por un sacerdote atípico y atractivo, inclinado hacia la explicación sobrenatural, una psicóloga escéptica y agnóstica que busca explicaciones psicológicas y finalmente Ben Shakir, mi personaje favorito, que hace lo que a mí me gustaría hacer de mayor: encontrar las causas físicas, químicas, naturales de lo que ocurre. Como es natural, nuestro racionalista Ben sufre el castigo adecuado a su manera de ver la vida cuando se lía con una chica que parece normal pero que acabamos descubriendo que tiene una extraña creencia sobre sí misma. A estas alturas las dos o tres lectoras que hayan llegado hasta aquí se estarán preguntado por qué demonios (ja) les estoy contando esto. Pero claro, ¿a qué no saben de qué acabaron hablando Ben y Vanessa en el episodio 8 de la primera temporada? ¡Lo han adivinado! Del entrelazamiento cuántico. Traduzco yo, no sé si coincidirá con los subtítulos o con el doblaje: "Ben: Y parecías tan cuerda. Vanessa: Muchas gracias. Ben: Vamos, ¿qué quieres que piense de esto? Vanessa: Todas las creencias parecen raras desde fuera. Tú crees en el entrelazamiento cuántico. Ben: Sí, porque está demostrado. Vanessa: Tienes dos partículas diferentes en dos sitios totalmente distintos, y tienen un efecto la una en la otra instantanéamente a 10000 veces la velocidad de la luz. ¿Cómo es posible? Ben: Espera. ¿De verdad que estás comparando el entrelazamiento cuántico con que tú creas que tu hermana muerta está injertada en tu lado izquierdo? Vanessa: En mi lado derecho." Observarán que Ben se sale un poco por la tangente. Es normal: en ese momento tiene asuntos más urgentes que atender, y además, le pasa como a todos nosotros, que las grandes frases se le ocurren siempre a posteriori. ¡Pero para eso está este cuaderno de bitácora! Veamos qué es lo que tenía que haber dicho Ben Shakir.
Quizá en primer lugar, debería decir: "A ver Vanessa, aclárate. Entiendo que estés preocupada por lo de tu hermana y eso, pero... ¿Instantáneamente o diez mil veces la velocidad de la luz? Porque no es lo mismo... Y ¿por qué diez mil? ¿Por qué no mil o un millón?" La imprecisión en los términos suele ocultar una incomprensión más profunda. Quizá se acuerdan de un lector que me quería explicar que ese número era exactamente 13.800, porque había malinterpretado, junto con unos cuantos sitios web, ciertos resultados experimentales. Lo cierto es que no es 10000, ni 13 800, ni instantantámente, ni nada: en el entrelazamiento cuántico, y esto es lo que tendría que explicar Ben, nada viaja a ninguna velocidad entre las dos partículas. Solo décadas de mala divulgación, de llenarnos la boca con "fascinante", "misterioso", "extraordinario", "nadie entiende", "los dados", "el gato" etc. han conseguido convertir a un fenómeno científico tan cierto como la ley de la gravedad en un chascarrillo para discusiones esotéricas. En la explicación habitual del entrelazamiento cuántico en la divulgación y la cultura popular, que es la que lleva a este malentendido, se hace trampa y se mezcla a una persona que tendría un conocimiento total y ahora sí instantáneo sobre todas las partículas, por separadas que estén, con otra persona que solo estaría en posesión de su partícula y, por tanto, solo tendría acceso y conocimiento sobre su parte del sistema. Esa trampa en la explicación es la que lleva a pensar que existe el efecto del que hablaba Vanessa. Por enésima vez: la supuesta magia de las explicaciones convencionales del entrelazamiento cuántico es fácil de conseguir sin física cuántica. Imaginemos que Juan Tamariz mete una bolita roja y otra azul en su chistera de mago. Tras eso, revuelve un poco en la chistera, saca una bola y sin mirar su color la introduce en una caja. Después mete esa caja en otra más grande, en la que también incluye una carta con la explicación de lo que acaba de hacer, y manda el paquete por correo a nuestra amiga Scarlett en Los Ángeles, o como gustan hacer en estas explicaciones, al otro confín del universo (!) (en un Quinjet o lo que sea). Al abrir la caja y leer la explicación, Scarlett sabe que hay una probabilidad del 50% de que su bola sea roja y un 50% de que sea azul, y también sabe que la bola de Tamariz tiene exactamente esas mismas probabildades. Pero tras abrir la caja con la bola y comprobar el color, ya está segura del color de la bola de Tamariz, aunque él se encuentre en el otro confín etc. Cha-na-nán. Magia potagia. ¿Un poco decepcionante, no? ¿No habría molado más si Tamariz no manda la carta con la explicación? ¡Sin duda! Así que la magia estaría en averiguar el color de la bola sin que haya carta (transmisión de información entre las partes). ¿Podemos hacer eso con física cuántica, con el entrelazamiento cuántico? No. Algún ejemplo así tendría que haber contado nuestro Ben, y si Vanessa realmente tiene curiosidad por el conocimiento y quiere realmente entender, entonces le hará preguntas y seguramente Ben tendrá que llegar a que el mal llamado colapso de la función de onda no es un proceso físico en el que se transmita materia, radiación, información o energía, sino una mera cuestión de actualización de probabilidades, de la misma forma que el resultado positivo de un test de antígenos cambia dramáticamente la probabilidad de que esté infectado, y por tanto, también la de mis amigos, que ahora a lo mejor están en Australia o en el otro conf...(bueno, venga, no), pero a nadie se le ocurre que el test ha tenido ningún efecto sobre mí y menos sobre mis amigos. Y por todo esto, Vanessa, ¡oh Vanessa! (tendría que decir Ben) es por lo que creo que existe el entrelazamiento cuántico, o mejor dicho, por lo que sé que existe el entrelazamiento cuántico. Porque eso es lo mejor de que las fuentes de tu conocimiento sean la mejor ciencia disponible, aquella que proponen nuestras mejores teorías y comprueban cientos de experimentos, y no un libro sagrado o un bloguero de Tallahassee: no necesito creer, porque sé. Mi querida Vanessa, sé. (Publicado originalmente en SciLogs el 11/01/22. En la foto: "¡Porque está demostrado!" Nicole Shalhoub y Aasif Mandvi, Evil 1x08 (2019).) ¿Cómo funciona en realidad un ordenador cuántico? En nuestra última entrada hablábamos de uno de los tópicos más resistentes en la divulgación de la física cuántica, aquel según el cual las cosas estarían en "dos sitios a la vez". Cuando esa manera de pensar se traslada a un bit cuántico (cubit), tenemos que un cubit sería algo que "está a la vez en 0 y 1". E inmediatamente, si juntamos muchos cubits en un ordenador cuántico es natural darnos cuenta de que el ordenador cuántico estaría en un montón de estados a la vez y por tanto, sería como "un solo ordenador haciendo un montón de cálculos en paralelo". Este suele ser el enfoque, de hecho, en casi todo los textos divulgativos que se escriben sobre computación cuántica. Es un enfoque consistente desde el punto de visto lógico, pero tiene un problemilla: es falso. Como ya explicó brillantemente Scott Aaronson en Investigación y Ciencia en el verano de 2017, la computación cuántica tiene poco que ver con un montón de ordenadores clásicos trabajando en paralelo (de hecho, no sería tan interesante si fuera así, ¿no?) En realidad, la computación cuántica se basa en dos ideas, digamos, "genuinamente cuánticas", que en jerga técnica se denominan con las palabrejas "superposición" e "interferencia". La primera es precisamente la palabra para designar que en la física cuántica las propiedades pueden estar indefinidas (definidas solo por probabilidades): es decir, se puede preparar a un cubit para que tengan una cierta probabilidad de estar en 0 y otra cierta probabilidad de estar en 1, y lo mismo para un conjunto de cubits (se pueden preparar para tener una cierta probabilidad de estar en, digamos, 0000011000... y una cierta probabilidad de estar en 0000111111... o lo que sea). La segunda palabreja quiere decir que en física cuántica las cosas pueden interferir, de la misma forma que interfiere la luz: cuando dos ondas de luz se encuentran en un sitio, el resultado puede ser que no haya la misma luz que la suma de la luz de las dos ondas por separado: puede haber más luz (interferencia constructiva) o menos luz (interferencia destructiva). Un ordenador usaría la interferencia constructiva para aumentar la probabilidad de tener una de las posibilidades iniciales (la solución del problema) y la interferencia destructiva para reducir las de todas las demás.Veamos un ejemplo bonito de esto. Imaginen que tienen un número de teléfono pero no saben a qué persona pertenece. Imaginen también que se les ocurre usar la guía telefónica para esto. Puesto que el orden de la guía telefónica es alfabético para los nombres, resulta que los números no tienen ninguna ordenación en absoluto, así que ya se pueden imaginar que esta búsqueda no va a ser fácil. ¡Ah, pero podemos usar un ordenador! El ordenador, básicamente, hará lo mismo que haría usted: ir número por número y compararlo con el que tiene usted, hasta que haya una coincidencia. Podría haber mucha suerte y encontrarlo tras comparar con pocos números... pero también podría haber muy mala suerte y tener que rastrear casi toda la guía. En general, podemos decir que el número de búsquedas que habrá que hacer (el número de pasos del algoritmo que está aplicando el ordenador) crecerá linealmente con el número total de teléfonos de la guía: si multiplicamos por 2 el número total de números de teléfono, también aumentará por dos el número de pasos. Pues bien: si usamos un ordenador cuántico, podeemos usar una receta ("algoritmo de Grover") que hará que encontremos el resultado correcto en menos pasos: si aumentamos por dos el número total de teléfonos, el número de pasos aumentará sólo en la raíz cuadrada de 2. Simplifiquemos aún un poco más, para ver exactamente de qué estamos hablando. Imaginen que tras la fiestas posteriores a la ceremonia de entrega de los Oscar, ustedes han apuntado en un ordenador el número de teléfono de cuatro estrellas: pongamos por caso a nuestra vieja conocida Scarlett Johansson, pero también Jennifer Lawrence, Salma Hayek y Monica Bellucci. Unas semanas más adelante, vaciando los bolsillos de uno de sus esmóquines, ustedes se encuentran con una servilleta arrugada de un bar llamado Ernie's, donde hay un número escrito con pintalabios (555...), pero ya no se distingue el nombre, aparentemente porque le ha caído encima una gota de martini con vodka (agitado, no batido). Oh, cielos, pero ¿qué pone ahí?: ¿Scarlett? ¿O Salma? Bien, si su ordenador es clásico, su agenda digital de cuatro números necesitará unos cuantos bits: la información de cada número (por ejemplo, "Monica, 555...") estará clasificada por el valor de dos bits: o bien 00, o bien 01, o bien 10, o bien 11. Pongamos que el número que busca está guardado en la "casilla" 10. Cuando usted introduzca el número 555..., el ordenador identifica el número como el que está en la casilla 10, y va "casilla por casilla" hasta que encuentra la 10, identifica el nombre asociado al número y se lo devuelve. Con mucha suerte, su número está en la primera casilla de búsqueda, pero con mala suerte será la última, y el ordenador tendrá que dar 4 pasos antes de encontrar lo que usted busca. Pero usted mola mucho más que todo eso, y tiene un pequeño ordenador cuántico (de eso, precisamente, habló usted aquella noche con todas esas actrices). De hecho, solo necesita usted dos cubits y haberse bajado la app "Grover". La app Grover empieza preparando un cubit que tiene una probabilidad del 25% de estar en 00, una probabilidad del 25% de estar en 01... y así con las cuatro posibilidades. Cuando usted introduce el número, la app lo identifica como el correspondiente a, por ejemplo, 01. La app Grover sabe cuál es la operación (puerta lógica cuántica) que tiene que aplicar sobre el cubit. Tras esa operación, el algoritmo de Grover nos dice que el cubit ahora estará en un estado tal que la probabilidad de estar en 01 (o el que sea) es exactamente el 100 %. Es decir, en este caso concreto, con solo cuatro números, usted encontrará siempre el número en un solo paso. Naturalmente, esto (aunque es muy molón) no tiene gran aplicación práctica: la diferencia en el número de pasos no es muy grande, y usted puede encontrar un número en una lista de 4 con un golpe de vista. Pero si pensamos en una guía de un millón de números, estamos hablando de la diferencia entre hacer un número de pasos del orden de un millón (con un ordenador convencional) o del orden de mil (con un ordenador cuántico). Por supuesto, para eso necesitamos correr la app Grover en un ordenador cuántico con muchos más cubits, y eso todavía no existe. Hemos lanzado el experimento que hemos descrito con dos cubits en el ordenador cuántico de IBM, que es accesible en línea. En la imagen, vemos las operaciones que hay que hacer en el caso en que estoy buscando el 00. En el primer instante de tiempo (todo lo que ocurre en la misma línea vertical es simultaneo) las dos puertas H sirven para preparar a los cubits en el estado inicial descrito más arriba. Todo lo demás, salvo las dos últimas operaciones, es el proceso de transformación de los cubits, y podemos considerar que es un paso del algoritmo de Grover (este paso sería distinto si estuviera buscando el 01, el 10 o el 11). Para una búsqueda en una lista más larga, ese paso tendría que repetirse un cierto número de veces. Las dos últimas operaciones son medidas del estado de los dos cubits. La teoría nos dice que en un ordenador cuántico ideal el resultado de estas medidas sería siempre 00, con probabilidad 100 %. Como los ordenadores cuánticos reales todavía tienen errores que los alejan del comportamiento ideal, el resultado real no es perfecto: como vemos en la segunda imagen, tras 1024 repeticiones del experimento, la probabilidad de obtener el 00 fue del 87 % (ocurrió en 890 ocasiones). Esto nos da una idea realista del estado de la computación cuántica en la actualidad: incluso en ejemplos sencillos y académicos como este los errores son todavía significativos. Por supuesto, esperamos que esto mejore rápidamente en los próximos años, pero de momento conviene seguir distinguiendo, como nos enseñó Cernuda, entre la realidad y el deseo... y no me refiero solo (¡ay!) al contenido de la agenda. (Publicado originalmente en SciLogs el 17/03/2019).
Un artículo reciente en Nature Communications.La Revista Española de Física (publicación de la Real Sociedad Española de Física con la que yo colaboro como miembro de su Consejo Editorial) se ha hecho eco de una publicación reciente en la revista Nature Communications: "Observers of quantum systems cannot agree to disagree" ("Los observadores de sistemas cuánticos no pueden estar de acuerdo en no estar de acuerdo". "Agree to disagree" es una frase hecha en inglés que se suele usar para zanjar educadamente discusiones sin dar la razón a ninguna de las partes) realizado por un equipo interdisciplinar formado por Patricia Contreras Tejada (Instituto de Ciencias Matemáticas-CSIC), Giannicola Scarpa (Universidad Politécnica de Madrid), Aleksander M. Kubicki (Universidad Complutense de Madrid), Adam Brandenburger (Universidad de Nueva York) y Pierfrancesco La Mura (HHL Leipzig Graduate School of Management). La idea del artículo era comprobar si la teoría cuántica puede cumplir el "teorema del acuerdo". Según la reseña de la Revista Española de Física: "El famoso teorema del acuerdo se debe a Robert Aumann, Premio Nobel de Economía en 2005. El teorema manifiesta la importancia de la "certeza común". Algo es certeza común para dos agentes cuando es cierto para ambos, además es cierto para ambos que es cierto para ambos, es cierto para ambos que es cierto para ambos que es cierto para ambos, y así sucesivamente. En el teorema, dos agentes racionales parten de las mismas creencias, después, cada agente adquiere información privada y, en base a ella, asigna una probabilidad a un evento. El teorema expone que, si las probabilidades son certeza común, entonces son iguales. "Es un resultado central en la economía y la teoría de la decisión, ya que permite resolver los desacuerdos," asegura el Dr. Scarpa. Aunque dos agentes comiencen asignando probabilidades diferentes a un evento, pueden compartirlas para que sean certeza común y, así, ponerse de acuerdo. En la vida real, a veces las circunstancias impiden que se cumpla este teorema, pero este resultado dota de coherencia interna a cualquier sistema racional. Sin embargo, al considerar sistemas cuánticos la situación podría ser otra: incluso partiendo de la misma información y teniendo certeza común, quizá pudiera mantenerse el desacuerdo. En un futuro no muy lejano, trabajar con sistemas cuánticos compartidos quizá sea habitual. Si la teoría cuántica no cumpliera el teorema del acuerdo, ¿cómo podríamos llegar a un consenso?" Así que, ya nos podemos imaginar el resultado ¿no? Al fin y al cabo, ¿no es la física cuántica esa antifísica, esa no-física, llena de cosas "misteriosísimas", "fascinantísimas" e "inexplicabilísimas"? ¿No es imposible entender nada, porque nada es intuitivo, y ya decía Feynman que? ¿No hay que cambiar todos los paradigmas y pensar "fuera de la caja", y otras frases de las de los sobres de azúcar que te dan con el café? ¿Y además no decía ya Einstein que? ¿Y no es cierto que los hechos dependen del observador, y no hay realidad objetiva, y no sé qué de Wigner? ¡Y el gato, ah, el gato! Pues parece que no: " "Afortunadamente, el nuevo trabajo demuestra matemáticamente que el teorema sí se cumple", confirma la Dra. Contreras Tejada. Con la misma información y teniendo certeza común, sigue siendo posible llegar a un acuerdo, incluso razonando sobre objetos cuánticos." ¿Qué cosa más rara, no? Con lo divertido que era pensar que la teoría cuántica era incoherente y se había "roto" con un experimento "multigato", aunque luego se demostrara que lo único incoherente era ese artículo (cuestiones de interpretación, imagino). Jo, qué pereza, a ver si al final vamos a tener que intentar hacer un esfuerzo por entender lo que dice en realidad la teoría cuántica... ¡Bah, no creo! Mejor seguimos con la tabarra de siempre: ya decía Einstein que. Y lo del gato, ¿eh? que a nadie se le olvide lo del gato. (Publicado originalmente en SciLogs el 21/06/22. En la foto, una de esas “frases de Einstein” que Einstein nunca dijo, en un sobre de azúcar Lutor.)
Si uno empieza por permitirse una cita falsa...En el número de abril de 2021 de Investigación y Ciencia, aparece un interesante artículo de los profesores de investigación del Instituto de Física Teórica (IFT, UAM-CSIC) Ángel Uranga y Tomás Ortín titulado "Errores y sensacionalismo en la divulgación científica". En él los autores critican determinados excesos y errores de la divulgación científica actual, situando acertadamente el análisis dentro del marco más amplio de los problemas de desinformación, noticias falsas, posverdad, cámaras de eco etc. de los que tantas veces hemos hablado en este cuaderno de bitácora. Bien está. Sin embargo, en un momento dado los autores se desmarcan con esto: "Como ciudadanos, tememos que se cumpla la advertencia de Juan Goytisolo: "se empieza aprobando errores y se acaba siendo condescendiente con los horrores" " y más adelante volvemos a leer: "Sin llegar a los bulos y la desinformación (los "horrores" de Goytisolo)". Pues bien ¿y cuándo escribió o dijo eso Juan Goytisolo? Intentando encontrar la referencia he llegado a una entrevista de 1988 en El País en la que el escritor dice lo siguiente: "[...] como dijo Maxime Rodinson en una frase admirable, los intelectuales "empiezan aprobando errores y terminan aprobando horrores"" No he sido capaz de acreditar que el historiador francés dejara efectivamente dicho o escrito algo parecido, pero parece claro, en cualquier caso, que no estamos ante una frase "de Goytisolo". Ya puestos, creo que habría sido mucho mejor recordar a Thomas de Quincey (en Del asesinato considerado como una de las bellas artes, traducción de Luis Loayza, Alianza Editorial (2006)): "Si uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente. La ruina de muchos comenzó con un pequeño asesinato al que no dieron importancia en su momento. Principiis obsta: tal es mi norma". Pues eso. Principiis obsta, que es de Ovidio. (Publicado originalmente en SciLogs el 09/04/21. Retrato de Thomas de Quincey por Sir John Watson-Gordon de la National Portrait Gallery de Londres).
De cómo la divulgación científica en física cuántica no está en manos de los mejores expertos.El gran W. B. Yeats escribió hace un siglo su celebrado poema The second coming. En su apocalíptica primera estrofa se incluyen estos versos: The best lack all conviction, while the worst are full of passionate intensity. En la traducción al español El segundo advenimiento de Enrique Caracciolo Trejo (dentro de Antología bilingüe de Alianza Editorial) leemos: Los mejores de convicción carecen, mientras los peores llenos están de intensidad apasionada. Algo así sucede con la divulgación de la física cuántica. Por un lado, la divulgación científica está, en general, mal vista dentro de la comunidad científica. Los buenos científicos (lo reconozcan abiertamente o no) suelen levantar las cejas ante los esfuerzos divulgativos, sobre todo si vienen de gente "de fuera" (periodistas especializados) o de "investigadores jóvenes" (donde el concepto de investigador joven se está ampliando tanto, que incluye ya a alopécicos padres de preadolescente como yo), quienes, según ellos, deberíamos dedicar todos nuestros esfuerzos a escribir artículos técnicos. Por otro lado, estos grandes científicos son personas que están extraordinariamente ocupadas, que ya tienen bastante con atender a sus grandes grupos de investigación, atraer financiación para sus ideas, viajar a congresos y reuniones, la burocracia... En esas condiciones, es lógico que los grandes expertos teóricos y experimentales en información cuántica, computación cuántica etc. crean que tienen cosas mejores que hacer que intentar resolver la enorme confusión existente en la divulgación de los resultados de su campo de investigación. Cuando lo hacen, quizá forzados por la presión de los gobiernos y los financiadores, lo hacen sin ganas, "sin convicción", lo que tal vez explique que solo se les ocurran "gatochadas", o sea, patochadas dizque poéticas sobre felinos centroeuropeos. Así que la divulgación de la física cuántica parece estar en manos ahora de nosotros, los peores, siempre llenos (oh, sí) de "intensidad apasionada". Entre nosotros, los peores, no es raro que nos las demos de heterodoxos, ni que finjamos creer que esa heterodoxia es la causa de nuestros males. Así, no es raro tampoco que caigamos en interpretaciones alternativas, más o menos conspiranoicas, al consenso científico. Esto explicaría, a mi juicio, que el mercado este lleno de libros de bohmianos, de everettianos etc. y de otro montón de libros (a veces escritos también por físicos de otros campos) donde se dice que la física cuántica es una cosa misteriosa que los físicos no entendemos y, por tanto, que estamos todo el rato debatiendo sonre ella, cada uno con su interpretación favorita, porque ya decía Einstein, y ya decía Feynman, y ya decía Wigner. Sin embargo, casi no recuerdo un solo libro en el que se explique sin aspavientos la intrepretación ortodoxa, la que ha salido triunfante de décadas de sofisticados experimentos y poderosos ataques teóricos, la que asumimos la inmensa mayoría de los físicos que trabajamos en el campo, la que ha permitido que entendamos tan bien la física cuántica, que ya estemos creando nuevas tecnologías. Es como si el mercado estuviera inundado de libros sobre el cambio climático escritos por el 2 o el 3 % de negacionistas, y no por el 97 o el 98 % restante. La situación es preocupante y tiene difícil solución, sobre todo si uno no cree en un segundo advenimiento... (Publicado originalmente en SciLogs el 25/09/19).
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AutorCarlos Sabín. Investigador Ramón y Cajal en el Departamento de Física Teórica de la Universidad Autónoma de Madrid. Desde 2015 hasta 2022 escribí el blog "Cuantos Completos" en la plataforma SciLogs de la revista "Investigación y Ciencia". Autor de "Verdades y mentiras de la física cuántica" amzn.to/3b4z1MO y "Física cuántica y relativista: más allá de nuestros sentidos" http://shorturl.at/bdLN0 Archivos
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