Explicamos una propuesta de simulación de viaje en el tiempo.En uno de estos sitios digitales con que los modernos creen que pueden sustituir la lectura de periódicos, se publicó el 17 de octubre de 2023 un artículo con el siguiente titular "Realizan un viaje atrás en el tiempo usando partículas cuánticas para cambiar el pasado”. Llego a el “gracias” a una de esas amables sugerencias de noticias que se supone que estoy interesado en leer (¡cuanto más interesante sería un algoritmo que seleccionara aquello que se supone que no me va a gustar!). No debería alimentar al monstruo del “clickbait”, pero ¡ay! lo hago y clico. Me entero entonces de que la noticia se hace eco de un artículo científico en el que:
a) lógicamente, no se ha realizado ningún viaje en el tiempo. b) De hecho, no se ha realizado ningún experimento. c) De hecho, los autores califican a su propuesta de experimento de “gedanken”, es decir, uno de esos experimentos mentales que en realidad no se pueden hacer, o no son muy viables. d) Incluso si se llevara a cabo la propuesta de experimento, en ningún caso se estaría realizando un viaje en el tiempo, sino solo una simulación (lo cual ya sabemos que no es lo mismo, desde que nos lo enseñó Meg Ryan). e) La manera en la que se simularía el viaje en el tiempo (mediante teletransporte cuántico) es conocida desde 2005 (¡y hay experimentos realizados desde 2010!). Lo que proponen los autores ahora es una aplicación en el campo de la metrología cuántica. De todo esto, entonces, lo único que me parece interesante es contarles a ustedes, las dos o tres lectoras que todavía clican por aquí, algo que no había explicado hasta ahora: eso de que el teletransporte cuántico puede usarse para simular un viaje hacia atrás en el tiempo. El teletransporte cuántico lo he intentado explicar varias veces, por ejemplo aquí https://cuantoscompletos.weebly.com/blog/no-la-informacion-cuantica-no-viaja-mas-rapido-que-la-luz-ii. Asumiré en adelante que no necesito volver a explicarlo en términos “no técnicos", pero mis lectoras siempre pueden consultar el enlace anterior u otras entradas de este blog. En jerga técnica: supongamos que queremos transmitir el estado de un cúbit A a un cúbit B sin saber cuál es ese estado. Entonces consigo otro cúbit A’ y creo un estado con entrelazamiento cuántico máximo entre A’ y B. Después mido mis dos cubits A y A’ . Tras las medidas, el nuevo estado del cúbit B no es el estado original de A, pero siempre se puede relacionar con el si le mandamos por teléfono el resultado de las medidas a quien tenga el cúbit B. Dependiendo de ese resultado, siempre hay una operación que transforma el cúbit B al estado original del cúbit A, realizando el teletransporte. Ahora bien, como son medidas sobre dos cubits, hay cuatro posibilidades: 00, 01, 10 y 11. En cada uno de esos casos, igualmente probables, hay que hacer una transformación diferente para acabar el teletransporte. Y una cosa curiosa, que es la que nos interesa hoy, es que en uno de los casos, esa operación consiste en no hacer nada. Es decir, el 25% de las veces, el cúbit B ya está en el estado que queremos. Además, resulta que los cúbits A y A’ se quedan, en ese caso, en el estado máximamente entrelazado que originalmente tenían A’ y B. Resumamos y recordemos: al principio teníamos a A en un estado desconocido y a A’-B en un estado máximamente entrelazado, y ahora tenemos a B en ese mismo estado desconocido y a A-A’ en ese mismo estado máximamente entrelazado. Pues bien, a uno de los padres del protocolo de teletransporte cuántico (Charles Bennett) se le ocurrió pensar qué pasaría si en lugar de tener tres cubits como en el párrafo anterior, tuviéramos uno solo al que le da por viajar hacia atrás en el tiempo. Si el cúbit A, en un momento dado vuelve hacia atrás en el tiempo, digamos desde un instante t hasta un instante 0, durante el rato que va desde 0 hasta t tenemos dos copias del cúbit A. Imaginen que el DeLorean de Marty no tiene que moverse del sitio para acelerar hasta 88 millas por hora, sino que la máquina del tiempo se queda en el sitio en el que está. Entonces tendríamos a Marty dentro del DeLorean yendo hacia atrás en el tiempo, mientras hay otro Marty fuera del DeLorean, escapando de los libios, yendo hacia el Delorean etc. Bennett imaginó que el cúbit A’ era el cúbit A yendo hacia atrás en el tiempo (Marty dentro del DeLorean), de manera que las medidas se hacían en algún momento de ese rato entre 0 y t. Por último, imaginemos que cuando el cúbit A’ llega de vuelta al instante t=0, decide hacer algo distinto, y por tanto, ya no entra en el aparato de medida. Es decir, al llegar a t=0, Marty sale del DeLorean y se va corriendo en otra dirección. Por tanto, ahora, entre 0 y t, tenemos tres cubits (y tres Martys): Bennett imaginó que este último sería el cúbit B. ¿Cuál sería el estado final de estos tres cúbits, o sea de estas tres copias del cúbit A creadas por el viaje hacia atrás en el tiempo? Como el cúbit B es como el A en t=0 y después no entra en el aparato de medida, estará en el estado original del cúbit A. Mientras que el A y el A’ sí que entran al aparato de medida antes de t, de manera que acabarán en el estado máximamente entrelazado. O sea, ¡exactamente igual que en el caso del párrafo anterior! Es decir, que si el teletransporte fuera siempre como en el caso en que B no tiene que hacer ninguna operación al final, su resultado sería exactamente igual que el de un viaje hacia atrás en el tiempo. ¡Pero recordemos que eso solo sucede el 25% de las veces que intento hacer teletransporte! Esa es la diferencia con un viaje real en el tiempo: aunque yo fuera capaz de meter el 25% de los tiros que mete Luka Doncic, seguiría sin ser Luka Doncic. Ahora bien, en el campo de la información cuántica es bastante común usar un truco llamado “post-selección”, que consiste en hacer lo mismo que en las discusiones en redes sociales: usar solo los datos que nos convienen y descartar todo lo demás. En este caso, descartamos todas las medidas de A y A’ que no nos dan los resultados que queremos, y nos quedamos solo con los resultados que nos interesan. O sea, como si yo grabara en vídeo todos mis tiros, borrara mi exceso de fallos, e intentará convencer al entrenador de que soy Luka Doncic, enseñándole el vídeo editado. Evidentemente, el truco solo funciona si fingimos ignorar que la mayor parte de lo que ha sucedido en realidad ha sido descartado. Y en eso consiste la simulación de un viaje en el tiempo usando un teletransporte cuántico con post-selección: si miramos solo esa información los resultados serían indistinguibles del viaje en el tiempo descrito más arriba, lo cual puede ser útil dentro del marco de una simulación, pero no conviene olvidar que nos estamos olvidando de la mayor parte de la información. Bennett presentó esta idea en una conferencia en Viena en 2005 (de la que ya tengo la suerte de tener un pdf guardado, ver figura, donde el cúbit 2 es nuestro A, 1 es A’ y 3 es B; se incluye además una operación U que no representa nada en nuestro esquema, ya que sería una posible interacción adicional entre B y A, es decir, un clásico de la ciencia ficción:el viajero en el tiempo intentando cambiar su pasado), y en 2010 se hizo un experimento de teletransporte cuántico con post-selección para simular un viaje hacia atrás en el tiempo y la famosa “paradoja del abuelo” https://journals.aps.org/prl/abstract/10.1103/PhysRevLett.106.040403.
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Qué va, el misterio no es siempre superior a la solución del misterio.Este sábado 16 de septiembre de 2023 Antonio Muñoz Molina dedicaba su tribuna semanal en “El país” a una atinada defensa de la ciencia y el método científico, “De los ceniceros a la taroterapia”, escrita con su precisión habitual. Sería bueno tal vez que este periódico aplicara las ideas ahí expuestas al suplemento cultural “Babelia”, que justo el sábado anterior nos había infligido una página titulada “El mundo elusivo de las partículas”, escrita por Juan Arnau, con la excusa de una reseña sobre tres libros de física cuántica. Al tal Arnau ya lo hemos mencionado otras veces aquí. Es un filósofo autopercibido como experto en filosofías y lenguas orientales, y suele tener a bien usar el Babelia para sus diatribas contra el racionalismo, el método científico, la Ilustración y otros incordios, ya que él es más bien del misticismo, el misterio y tal. Como suele meter la palabreja “cuántica” en sus divagaciones, a partir de la extraña idea que tiene él de la física cuántica, no me sorprende que se sienta cualificado para reseñar tres libros, tres, sobre el asunto. Más raro es que nadie en el suplemento opine lo contrario. Como era de esperar, arranca con la “falacia racionalista” y en camino siempre ascendente no se sonroja al escribir “delirio ilustrado” (este sintagma se le viene a la cabeza ante la descabellada idea de que las leyes de la física sean las mismas en todas partes), enuncia un inexistente teorema de interconexión de Bell según el cual "todo está conectado con todo” (¿no será el teorema de Coelho?), reincide en las habituales metáforas falsas sobre el entrelazamiento cuántico: “las partículas no pueden, no saben, [¡?] llevar una existencia independiente. Si algún día estuvieron en contacto, la memoria de ese encuentro se conserva.” (si se refiere a unos cuantos microsegundos en condiciones especiales de laboratorio, puede que tenga razón), todo ello para hacer espacio a sus astracanadas (“Los fenómenos, como los dioses, son locales, pero la totalidad no lo es.”) y el estrambote final (“La percepción es la luz del mundo. Ella tiene luz propia. Lo demás, los objetos y los sujetos, luz reflejada”) basado en la idea completamente falsa de que el colapso de la función de onda está “suscitado por la percepción de un cuerpo vivo”. Pero lo más revelador no es nada de esto, sino este momento en que no sabemos si estamos leyendo un periódico serio o un meme de Twitter: “Borges lo advirtió: la solución al misterio es siempre inferior al misterio”. Lo que sí nos advirtió Eco es que no confundiéramos al autor de una novela con sus personajes, y aún se lo explicó mejor el inolvidable Fernán Gómez a Pablo Carbonell: Y es que la frase no es de Borges, sino que es una cosa que se le pasa por la cabeza a uno de los personajes del cuento "Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto”, incluido en “El Aleph”. Aunque aquí más bien el problema sea citar de oídas, o de leídas por WhatsApp. Si el profesor Arnau hubiera leído de verdad esta historia, se daría cuenta de que difícilmente la puede citar como ayuda a la tesis que intenta exponer, sino más bien todo lo contrario. El cuento nos presenta a dos personajes: Dunraven es una especie de poeta que no escribe, o dicho mucho mejor por Borges "se sabía autor de una considerable epopeya que sus contemporáneos casi no podrían escandir y cuyo tema no le había sido aún revelado”, mientras que Unwin es un matemático más solvente que “había publicado un estudio sobre el teorema que Fermat no escribió al margen de una página de Diofanto”. Una noche en Cornwall, Dunraven cuenta con fascinación una supuesta historia en la que un fantasma habría cometido un asesinato en un laberinto. El asunto es para él completamente inexplicable. Unwin lo escucha con un creciente escepticismo y cansancio, y al terminar le dice inmediatamente que la cosa no es que sea inexplicable, sino que es mentira. La explicación de lo realmente sucedido tarda un poco más en llegar, pero Unwin la acaba encontrando igualmente y es entonces cuando:
"Dunraven, versado en obras policiales, pensó que la solución del misterio siempre es inferior al misterio. El misterio participa de lo sobrenatural y aun de lo divino; la solución, del juego de manos. Dijo, para aplazar lo inevitable:[...]” Lo inevitable es la solución del misterio que Dunraven comprende que Unwin ha encontrado. Así que Dunraven prefiere la mentira de una leyenda en la que ha creído mucho tiempo a la realidad, en la que no hay nada sobrenatural ni divino. Hay mucha gente así. Pero si la descripción de los personajes que he puesto más arriba aún dejara alguna duda sobre “de qué lado está” Borges, veamos como se ríe de la oratoria vacua de Dunraven mientras narra su historia: “Los períodos finales, agravados de pausas oratorias, querían ser elocuentes; Unwin adivinó que Dunraven los había emitido muchas veces, con idéntico aplomo y con idéntica ineficacia. Preguntó, para simular interés:[...]” Así que no, no parece que Borges creyera de verdad que el misterio es siempre superior a su solución. Citar sin ton ni son suele delatar al palabrero o al charlatán que necesita vestir sus propias ocurrencias de medio pelo atribuyéndoselas a la autoridad de otro. Si la cita es de Einstein, Borges o Churchill, la alarma salta inmediatamente: las redes sociales nos surten de un repertorio infinito de bobadas falsa o incorrectamente atribuidas a ellos, de manera que uno siempre podrá encontrar alguna que haga juego con sus prejuicios. Uno es perfectamente libre de creer en la superioridad de, digamos, Iker Jiménez (el misterio) sobre Sherlock Holmes (la solución), pero endosarle semejante cosa al pobre Borges está feo. No, el "coaching cuántico" no existe.María Lobo es "coach". El problema es que dice practicar "el coaching cuántico" o "quántico" (al parecer, se aplica aquí una misteriosa simetría "q-c". Por favor, no confundir con Quantico, Virginia, que bastante lioso es esto ya). No es la única, claro, pero parece ser una de las que más seguidores tiene. Aplicando la "doctrina Shaw" que tantas veces hemos explicado aquí, la cosa consiste en añadir la palabreja de marras a todo, y a correr. Por ejemplo, así:
"EL PARADIGMA QUÁNTICO POR MARÍA LOBOLa perspectiva, visión o paradigma quántico es la elevación y ampliación de todo nuestro espectro existencial: físico, mental, espiritual, social, laboral, emocional, sexual y sentimental para aflorar, visibilizar, aprovechar y descubrir todas nuestra qualidades o estados quálicos y sentidos o sensores visibles y ocultos, aumentando así nuestro potencial humano, nuestra vibración y pureza sensorial, enlazando y entrelazando la realidad, la identidad, la conciencia, la consciencia, llegando así a la alquimia de la Auto Referencia que lleva o carga un fluido vital propio: Ser – Humano integral. Es decir coordinar y sincronizar nuestras sensibilidades." ¿Está claro, no? Por si alguien se pregunta qué pinta la palabra "cuántico" aquí, la única justificación física (es un decir) que encontramos es la siguiente: "Gracias a la famosa ecuación de Einstein, sabemos que la materia es energía, pero nuestros sentidos físicos son limitados y no pueden captar el carácter energético de la materia. E=mc2" Por supuesto, ese 2 debería aparecer como superíndice, pero eso es lo de menos. La cosa tiene su gracia, ya que imagino que a estas alturas todo el mundo sabe (aunque solo sea por haber visto el "Oppenheimer" de Nolan) que Einstein nunca creyó en la teoría cuántica como una descripción fundamental de la naturaleza, y de hecho se convirtió en su principal opositor (el tiempo y los experimentos demostraron su error después de su muerte). Pero, además, no, esa ecuación de Einstein no dice que la materia "es" energía. La materia tiene una masa m, y por el hecho de tener una masa, tiene una cierta cantidad de energía, dada por esa fórmula. Eso no quiere decir que la materia sea energía y que, por tanto, no exista la materia como tal. Si estudiaron algo de Física en el Instituto, recordaran que en los capítulos más elementales (nada de Einstein ni de cuántica), ya nos contaron que si sujeto una pelota de baloncesto de masa m a una cierta altura h, la pelota tiene una energía potencial gravitatoria E= m g h (g es la aceleración de la gravedad cerca de la superficie terrestre). A nadie se le ocurrió entonces pensar que esa fórmula dice que la materia es energía. Si dejo caer la pelota la energía potencial gravitatoria disminuye al disminuir la altura, pero como la pelota se va acelerando por la gravedad (es decir, va ganando velocidad) esa pérdida de energía se compensa exactamente con una ganancia de energía cinética, de manera que al llegar al suelo, toda la energía es E = 1/2 m v2 (este 2 también es un superíndice, claro). Pero tampoco esa fórmula significa que la masa sea energía: la pelota sigue teniendo su masa y sigue siendo una pelota. El hecho de que c (la velocidad de la luz en el vacío) sea una constante muestra una suerte de equivalencia entre masa y energía, en el sentido de que, por el mero hecho de tener una masa m, la materia siempre tendrá energía (independientemente de su altura en un campo gravitatorio o su velocidad). Pero eso no convierte a la masa m en energía, sin más. De hecho, Einstein llegó a su célebre fórmula por el camino contrario: los fotones (partículas de luz) no tienen masa, pero se dio cuenta de que, por consideraciones de conservación de energía, deberían tener algo así como una masa equivalente a la cantidad de energía cinética que llevan. (Esto lo cuento con más detalle en mi libro "Física cuántica y relativista: más allá de nuestros sentidos"). Así que todo el fundamento del supuesto "coaching cuántico" se reduce a malinterpretar unos resultados que no tienen nada que ver con la física cuántica, ya que esa célebre fórmula se relaciona más bien con la teoría de la relatividad, y de hecho pertenecen a una persona que dedicó parte de su vida a intentar demostrar que la física cuántica no era una descripción completa de la naturaleza. No es extraño entonces que, en uno de sus últimos vídeos, Coach Lobo se tome la libertad de escribirle nada menos que una carta abierta al pobre Einstein: "Mi querido Albert Einstein, en honor y continuidad a tus grandes aportes y tu preciosa exposición del AMOR como fuerza Universal en la carta que escribiste a tu desconocida hija Lieserl…ahora sí sabemos cómo producir esta FUERZA…SÍ es posible identificarla y conocerla…yo no pude esperar a que la comunidad científica lo demostrara…durante muchos años desarrollé todo un Sistema que da explicación a algo tan inexplicable como es esa fuerza que tan bellamente describiste…EL AMOR….y a través de su entendimiento…cómo generarla y utilizarla con toda su potencia en este Mundo…como tú tan sabiamente ya apuntaste: ”ES IMPRESCINDIBLE UTILIZAR ESTA FUERZA, pues es la más poderosa que existe, porque no tiene límites. Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control de las demás fuerzas del Universo que se han vuelto contra nosotros, ES URGENTE QUE NOS ALIMENTEMOS DE OTRA CLASE DE ENERGÍA, si queremos que nuestra especie sobreviva”" Se ve que a Einstein hay que hablarle con mayúsculas de vez en cuando, por si acaso. Pero un momento, ¿de verdad estamos seguros de que él escribiera estas simplezas a medio camino entre una clase de catequesis y las frases de los azucarillos Lútor? ¿No será una de esas patochadas que se le atribuyen sin ninguna base en los grupos de Whatsapp de padres de alumnos del curso de flauta travesera? Pues eso parece (sigan el enlace para ver las pruebas, por favor). ¿Qué pena, no? No, las máquinas llamadas Quantum no te dicen el "estado de tus órganos".En agosto hace mucho calor en Madrid, pero hay compensaciones. Por ejemplo, la cantidad de sandeces que publican los periódicos es aún mayor que el resto del año. Veamos, por ejemplo, "El Mundo" del día 15, con una entrevista a la periodista Sonsoles Ónega. En el titular se muestra muy preocupada por la degradación del discurso político, con lo cual procede a elevar el discurso con reflexiones de este alcance:
"También recurro de vez en cuando a la biomedicina y me hago un escáner con una máquina que se llama Quantum, que te dice en qué estado se encuentran tus órganos: hígado, corazón, riñones, que por cierto, tengo dos. Así me lo ha certificado la ecógrafa." No queda claro si le dice también el estado del cerebro, donde igual la máquina detectaría sonido de maracas o canto de grillos, a juzgar por comentarios como éste: "Un día Mar Flores trajo un jersey amarillo y se estropeó la mesa de sonido. Fue catastrófico. Y lo siento por los animalistas, que se enfadan mucho conmigo por esto: si veo un gato negro, aunque vaya conduciendo, tengo que detenerme y abrazar un árbol. Jamás pongo los zapatos en alto, han de estar en el suelo. No abro un paraguas en un lugar cerrado, esto es fundamental." Bien, acuérdense de estas cosas cuando la oigan dar una noticia o analizar la actualidad, pero sobre todo recuerden: no hay tal cosa como "biomedicina", ni "medicina cuántica" (la medicina de verdad no necesita adjetivos ni prefijos). Esas máquinas en las que coges un sensor con la mano y supuestamente te dicen cómo estás, porque han detectado no sé qué frecuencia, son un timo, o si lo prefieren un "biotimo", o una "estafa cuántica". Que se puedan vender estas cosas impunemente es algo que escapa a mi modesto entendimiento, pero si las ven por ahí, simplemente ignórenlas, aunque se lo diga alguien que salga en la tele. No, no estamos ni cerca ni lejos de teletransportar personas.Hace poco, me llegó un correo electrónico con un enlace a una entrevista de Alberto Casas en uno de esos sitios de chascarrillos digitales con los que mi generación cree que puede sustituir la lectura de periódicos. El titular era: "teletransportamos átomos, pero estamos muy lejos de lograrlo con personas". Es una frase que he oído o leído muchas veces. A pesar de toda la buena intención de ser realista, el efecto en el lector no experto en información cuántica es evidente: el teletransporte cuántico es un primer paso en la dirección de teletransportar personas, que de momento es muy difícil, pero todo se andará. Las ciencias avanzan que es una barbaridad, los ordenadores empezaron ocupando una habitación y ahora etc. Además, como no hay nada que guste más a un español que fantasear con la desaparición física de sus adversarios, estas reflexiones suelen ir acompañadas de listas explícitas o implícitas de personas con las que experimentar. Pues bien, siento decepcionar a los comisarios políticos, pero tendrán que seguir usando métodos más clásicos, qué sé yo, un piolet, el polonio o tal vez la hoguera, la hoguera, la hoguera, que cantaba Krahe. Lo cierto es que el teletransporte cuántico no hace que estemos ni más cerca ni más lejos del teletransporte de personas, de la misma forma que viajar de Madrid a Nueva York ni me acerca ni me aleja de un universo paralelo. Me gusta mucho recordar la película de Cronenberg "La mosca" cuando hablamos de teletransporte. En ella queda muy claro qué cosa sería el teletransporte de una persona. El personaje de Jeff Goldblum tiene dos cabinas cerradas, se introduce en una de ellas y acaba apareciendo en la otra. El sistema es descrito como un desintegrador/reintegrador o algo así. Es decir, que uno se deconstruye como una tortilla de patatas en el Bulli, y se reconstruye en otro lugar, como los Brooklyn Nets. En la primera cabina hay algo al principio (Jeff Godlblum) y nada al final. En la segunda cabina no hay nada al principio y sí algo al final (Jeff Goldblum). El teletransporte cuántico no tiene absolutamente nada que ver con esto: la materia no desaparece en un sitio y aparece en otro sitio. Lo que se "transporta" (es un decir) es el llamado "estado cuántico" del sistema, que normalmente es un bit cuántico o cúbit. Si ya están familiarizados con este concepto, sabrán que me refiero a los numeritos a y b que me dan la información sobre cuál es la probabilidad de que el cúbit esté en cada uno de sus dos estados, así como las interferencias entre ellos (a 0 + b 1). Entonces, veamos:
(Publicado originalmente en SciLogs el 17/11/2022). Nuevo intento de explicar qué no es el entrelazamiento cuántico. Igual que el Nobel de Literatura suele caerle a alguien a quien no has leído, el Nobel de Física suele ir a un área de investigación que no es la tuya. Este año ha sido una excepción para los investigadores en el área de las tecnologías cuánticas: el premio ha sido para tres investigadores cuyos artículos hemos leído y anotado, cuyos resultados hemos usado y admirado, y cuyas charlas en congresos y conferencias hemos escuchado (o hemos dormitado). Recuerdo bien un congreso en Rovereto cuando yo era un estudiante de doctorado que presentaba un póster sobre la relación entre causalidad y entrelazamiento en el problema de Fermi. Mientras mi mirada se desviaba hacia la mesa de las bebidas, vi cómo se me acercaba un señor con un bigote entre Astérix y Salvador Dalí, hablando inglés como quien piensa en francés. Sorprendentemente, mi póster le encantó, me felicitó por mis resultados e invitó a otros colegas alrededor a venir a verlo. Aunque yo no sabía quién era, mientras avanzábamos en la conversación iba comprendiendo que no se trataba de alguien tan piernas como yo. Finalmente me preguntó: "Do you know who I am?" y ante mi encogimiento avergonzado de hombros, alzó levemente las cejas, se irguió unos centímetros, y hasta juraría que las puntas de su bigote se curvaron aún más hacia arriba mientras me decía "I am Alain Aspect". (Por supuesto, yo conocía sus trabajos, pero no su cara, que ya nunca olvidaré). Pero la alegría no dura mucho en este valle de lágrimas, y pronto nos hemos dado cuenta de que el Premio Nobel iba a servir para seguir tergiversando el concepto de entrelazamiento cuántico con metáforas cursis, analogías contradictorias y falsedades palmarias. Una vez más hemos tenido que leer que la medida de una partícula "afecta", "influye", "determina" de manera "instantánea" lo que le sucede a otra partícula lejana, incluyendo menciones a la transmisión de información. Ante el escaso éxito de mis intentos anteriores de explicar por qué esto no es así, voy a intentar un nuevo enfoque. Prepárense. Voy a asumir que el lector ya sabe qué quiero decir si digo que tengo un estado entrelazado con la forma a00 + b11. Si no, puede ir a los enlaces que pongo más abajo o a mi libro "Verdades y mentiras de la física cuántica", pero si me pongo ahora a explicar esto llegaremos tan cansados a la parte importante que yo no me explicaré bien y ustedes ya no me prestarán atención. Pues bien, supongamos que Scarlett y yo hemos preparado ese estado, y que yo me quedo con un cúbit, y Scarlett con otro (y como esto gusta mucha en la divulgación, podemos suponer que Scarlett coge un Quinjet y se lo lleva a Neptuno, o al otro confín del Universo... aunque esto muy probablemente implicaría que el entrelazamiento se rompería). Si yo ahora hago una medida en mi cúbit y eso afecta instantaneamente al cúbit de Scarlett, sin duda ella podrá medir ese efecto en su cúbit, ¿no? Claro, ustedes me dirán "por supuesto, Carlos, tú has cambiado el estado, que ahora es 00 si has medido 0 o es 11 si has medido 1". Cierto, pero es que cambio el estado del sistema total de dos cúbits, ¡sin cambiar el estado del cúbit de Scarlett (ni el del mío)! Esto es así porque, como demuestra la selección de baloncesto todos los veranos, a veces el todo es más que la suma de las partes. Y esa es precisamente la definición de entrelazamiento en física cuántica: el entrelazamiento aparece en estados de sistemas de varias partes que no son simplemente el producto de los estados de cada uno de los cúbits, sino que tienen algo más. Ese algo más son precisamente las relaciones entre las partes, y a eso es a lo que afectan mis medidas. No hace falta que me crean: son matemáticas. En jerga técnica, se trata de calcular el estado reducido de cada uno de los cúbits antes y después de las medidas, y comprobar que no cambian. Para entenderlo, viene bien darse cuenta de que con una sola medida no hacemos nada. Si Scarlett hace una medida y mide 0, ¿tiene alguna información nueva por el hecho de que yo haya medido antes? Ninguna, salvo que hable conmigo en algún momento (pero entonces ahí está la transmisión de información y no hay ningún misterio). Ella pensará: "muy bien, ha salido 0. Esta es una de las dos posibilidades que había si Carlos no ha medido nada, y la única posibilidad si Carlos ha medido algo y le ha salido 0. Voy a llamarle, como todos los días, para saber qué ha pasado". Si, por lo que sea, Scarlett no quiere llamarme, podemos pensar que en lugar de un solo sistema, tenemos 100 copias preparadas en el mismo estado. Entonces yo haré una medida en cada uno de mis cúbits, obteniendo 0 en 50 de ellas (no puedo saber a priori cuáles) y 1 en las otras 50 (no puedo saber cuáles). ¿Y qué es lo que verá Scarlett? Pues que en 50 de sus cúbits sale 0 y en los otros 50 sale 1. ¡Exactamente lo mismo que si yo no hubiera hecho nada! De nuevo, solo si me llama y comparamos nuestros resultados, podremos ver que los resultados de cada pareja de cúbits estaban correlacionados. ¡Pero me tiene que llamar, y ni siquiera los Avengers tienen telefonos superlumínicos!
(En jerga técnica, el estado reducido del cúbit de Scarlett es una matriz diagonal con entradas (1/2, 1/2) en la diagonal, tanto antes como después de las medidas. Esto quiere decir que tengo un 50% de probabilidad de medir 0 y un 50% de medir 1, sin interferencias, ya que el estado reducido no es una superposición. El estado total también es una matriz diagonal con entradas (1/2, 0, 0, 1/2) en la diagonal después de las medidas, pero antes de las medidas tiene elementos no diagonales, que dan cuenta de las interferencias entre los distintas partes, ya que antes de las medidas sí tengo una superposición. Esa desaparición de las interferencias es el efecto de las medidas). Resumiendo, las medidas sobre un cúbit en un estado entrelazado no afectan al estado del otro cúbit, ni al del mío, aunque afecten al estado total de los dos cúbits, porque el estado total contiene más información que los estados de los dos cúbits. Las medidas solo afectan a las correlaciones, y esas correlaciones solo pueden detectarse si hay transmisión de información clásica, que obviamente no será instantánea ni superlumínica ni misteriosa. Scarlett, espero tu llamada. (Publicado originalmente en SciLogs el 10/10/22). ¿La física cuántica reescribe el concepto de causalidad? En el número de agosto de 2021 de Investigación y Ciencia se incluye un artículo titulado "La física cuántica reescribe la causalidad". En el subtítulo se afirma que "varios experimentos recientes han mostrado que es posible mezclar el orden de las causas y los efectos". El texto es una traducción del publicado por Natalie Wolchover en la revista "Quanta Magazine" en marzo de 2021. Como casi siempre en la divulgación de la física cuántica, el tema se presta al chascarrillo, la metáfora alegre, el sensacionalismo y el disparate. Conviene entonces tener cerca el diccionario. El artículo se refiere a los experimentos realizados con el llamado "conmutador cuántico" ("quantum switch"). En un conmutador cuántico, el camino a seguir por un fotón depende del estado de un bit cuántico o cúbit: si el cúbit está en un estado el fotón pasará primero por A y luego por B, mientras que si el cúbit está en en su otro estado, el fotón pasará primero por B y luego por A. Si ahora ponemos al cúbit en un estado de superposición, en el que tendrá una cierta probabilidad (digamos 50%) de estar en cada uno de los estados, la consecuencia será que el fotón tendrá una probabilidad del 50% de ir por un camino o por otro. Por tanto, tendrá un 50% de probabilidad de pasar primero por A y después por B, y un 50% de probabilidad de pasar primero por B y después por A. ¡Extraordinario! ¡Maravilloso! ¡Ah, los misterios de la física cuántica! Esperemos un momento, no vaya a ser que nos pase lo mismo que con el entrelazamiento cuántico: nos explican que hay unas correlaciones entre sistemas distintos que nos parecen fascinantes, y luego lo pensamos cinco minutos y encontramos un ejemplo con bolitas de colores que hace lo mismo. A ver... ¡Efectivamente, lo mismo pasa aquí! Pongamos un ejemplo sencillo, de nuestra vida cotidiana: imaginemos que hemos quedado para tomar un café con Scarlett Johansson. A la izquierda del café hay un quiosco, donde Scarlett quiere comprar Investigación y Ciencia para informarse de las últimas novedades en física cuántica y practicar español. Ahora bien, que Scarlett llegue al café por la izquierda o por la derecha depende de la decisión de un guardia de tráfico, quien el 50% de las ocasiones cierra una calle que impide a Scarlett llegar por la derecha. Por tanto, hay un 50% de probabilidades de que Scarlett se tome un café con nosotros y después compre Investigación y Ciencia, y un 50% de probabilidades de que suceda al revés: primero compre Investigación y Ciencia, porque llega al café por la izquierda, y luego se tome el café con nosotros. Vaya, parece que la cosa no es tan misteriosa... El hecho de que el orden en el que suceden dos cosas no esté bien definido no parece tan relevante. Naturalmente, que tengamos una superposición cuántica y no una mezcla clásica de probabilidades tiene consecuencias, pero ¿tiene esto algo que ver con la causalidad? De nuevo, el paralelismo con el entrelazamiento cuántico puede ser útil. En el caso del entrelazamiento, las desigualdades de Bell muestran la gran diferencia con la física clásica: los estados con suficiente entrelazamiento cuántico violan las desigualdades de Bell, mientras que cualquier teoría en la que las propiedades físicas estén bien definidas no puede hacerlo. Sería entonces útil tener unas desigualdades que una teoría con causalidad bien definida no pueda violar. De hecho, eso es exactamente lo que consiguió Caslav Brukner, físico teórico implicado en los experimentos del conmutador cuántico y que aparece en el reportaje de Wolchover: encontró una cota superior para el resultado de ciertos experimentos, si suponemos que existe un orden causal que impone las restricciones habituales, impidiendo hacer determinadas cosas. Pues bien, ¿viola el conmutador cuántico estas "desigualdades causales"? La respuesta es bien conocida desde hace años: no. Por tanto, no hay nada en el conmutador cuántico que no pueda conseguirse en una teoría con un orden causal bien definido. De hecho, antes lo hemos explicado con un orden causal bien definido: hay dos posibles caminos, cada uno de los cuales respeta la causalidad (no hay nada que se mueva instantáneamente, ni más rápido que la luz, ni señales viajando hacia el pasado, ni nada parecido). Más aún, un artículo reciente de dos investigadores de la Universidad de Bristol muestra claramente lo que dice su título "Quantum theory cannot violate a causal inequality" ("la teoría cuántica no puede violar una desigualdad causal"). Esto explica por qué a nadie se le ha ocurrido un experimento en el que se puedan violar las desigualdades causales de Brukner y nos tengamos que conformar con el conmutador cuántico. Pero más aún, en el caso del conmutador cuántico, ¿podemos hablar de "superposición de órdenes causales" o de "orden causal indefinido"? Otro de los físicos teóricos implicado en estos experimentos, Fabio Costa, lo explica en otro artículo reciente: "aunque a veces se le describa coloquialmente como una "superposición de órdenes causales", el conmutador cuántico se interpreta de hecho más adecuadamente como "entrelazamiento" entre relaciones causales y el sistema de control." El sistema de control es el cúbit del que depende el camino del fotón, que juega el papel del guardia de tráfico en nuestro ejemplo. Costa explica que una superposición pura de órdenes causales requiriría prescindir del sistema de control, y dedica el artículo a intentar buscar una situación en la que se pudiera obtener esa superposición pura, sin encontrar ninguna.
Así que no, los experimentos del conmutador cuántico no han mostrado que se puedan mezclar causas con efectos, ni están reescribiendo el concepto de causalidad. Y todo parece indicar que no hay nada en la física cuántica que conocemos que permita tales cosas. El conmutador cuántico es un experimento bonito y puede tener aplicaciones tecnológicas pero, como suele suceder con la física cuántica, no tiene las propiedades fabulosas que se la atribuyen en los artículos de divulgación. (Publicado originalmente en SciLogs el 06/08/21). ¿Entrelazamiento cuántico entre objetos macroscópicos? Me temo que no. Uno de los dos o tres lectores que aún sigue cayendo por aquí me ha hecho llegar la noticia publicada hace unos días por Investigación y Ciencia, con el titular "Demuestran el entrelazamiento cuántico entre objetos macroscópicos".
Esta noticia, que naturalmente es ahora mismo la que encabeza la sección de "Lo más leído" en la página web, es una traducción de la publicada por Davide Castelvecchi en Nature, cuyo titular en la versión digital (al menos cuando escribo esto) es "Minuscule drums push the limits of quantum weirdness". Así que, al parecer, algo "macroscópico" es también "minúsculo". Desde luego, muy grande no es: estamos hablando de unos pocos micrómetros, o sea, 0,001 milímetros. ¿En qué sentido puede ser esto macroscópico? Se puede argumentar, como hace la noticia, que el motivo es el gran número de átomos. Estamos acostumbrados a hablar de entrelazamiento cuántico en sistemas de unas pocas partículas, mientras aquí tenemos unos objetos de 70 picogramos, o sea, como 0,00000000007 gramos (¿tampoco parece mucho, verdad?), lo que teniendo en cuenta la masa de un átomo de aluminio, nos dice que tenemos del orden de un billón de átomos. Sin embargo, esto no es tan relevante como parece, ya que no estamos hablando de entrelazamiento entre los átomos. (Eso sería extraordinario: ya sabemos lo dfícil que es entrelazar entre sí unas pocas decenas de bits cuánticos). El entrelazamiento, en el artículo de Science al que se refiere la noticia de Nature e Investigación y Ciencia, no es entre átomos, sino entre las vibraciones colectivas (los fonones) de todos esos átomos, como un todo. Y en el experimento sólo se generan unos pocos fonones, así que, siguiendo el razonamiento anterior, el entrelazamiento no puede ser macroscópico en ningún sentido, ya que sólo implica a un pequeño número de partículas. El tamaño de esas pequeñas excitaciones cuánticas se puede estimar a partir de la frecuencia y la masa del oscilador. El resultado es aún más microscópico, aproximadamente 0,000000000000003 metros. Más aún, el comportamiento cuántico, y en particular la existencia de entrelazamiento cuántico, en objetos de tamaño micrométrico no es ninguna novedad: entre otros ejemplos, los bits superconductores cuánticos que forman los ordenadores cuánticos tienen un tamaño parecido. De nuevo, no se trata de que los átomos de los bits cuánticos estén entrelazados entre sí, sino que el bit cuántico como un todo presenta alguna propiedad, relacionada con las propiedades del campo electromagnético, con características genuinamente cuánticas. Conviene recordar que, para que esto suceda, se requieran condiciones muy particulares de laboratorio. En concreto, la temperatura en el experimento de Science es 0,007 grados Kelvin, es decir, -273,143 grados centígrados. Fresquito, ¿no? En realidad, la auténtica novedad de este experimento publicado en Science se ve ya en el título "Direct observation of deterministic macroscopic entanglement", donde, como decimos siempre aquí, "observación" no se refiere a que haya un señor mirando fijamente, sino a un proceso de medida cuántica. La cuestión está en que la "observación" es directa, es decir, el entrelazamiento aparece en las mismas propiedades que se miden. Esta no tiene por qué ser siempre la situación: el entrelazamiento podría deducirse indirectamente de las medidas de otras propiedades. Por ejemplo, uno podría determinar completamente el estado de las partículas entrelazadas y después comprobar que es un estado con entrelazamiento cuántico, calculándolo con un ordenador. En el experimento del que estamos hablando, en cambio, las magnitudes medidas presentan fuertes correlaciones, señal "directa" de entrelazamiento cuántico. La noticia de Investigación y Ciencia hace referencia a un segundo artículo publicado en el mismo número de Science, en el que "En palabras de Hoi-Kwan Lau, físico teórico de la Universidad Simon Fraser de Canadá que no participó en el trabajo, los autores «han usado la mecánica cuántica para "piratear" la mecánica cuántica»." Esta frase tan molona ha alarmado a mi lector, y es que, afortunadamente, aún hay lectores que no van en busca de una frase para hacerse una camiseta y subir la foto a Instagram, sino que tratan de entender algo. Bien, una vez más, no se ha pirateado la mecánica cuántica, igual que no se "rompió" por los amigos de Wigner de los que hablábamos hace poco. De hecho, los resultados del experimento han sido predichos por una mecánica cuántica completamente estándar. La cuestión está relacionada con el famoso principio de incertidumbre de Heisenberg, que nos dice, por ejemplo, que si quiero conocer con precisión la posición de un sistema cuántico, tengo que renunciar a conocer con precisión la velocidad. Uno podría pensar que esto tampoco es un problema tan grande si solo estoy interesado en la posición, pero resulta que la cosa es aún peor: si estoy interesado en hacer más de una medida de la posición, es decir, en seguir la evolución temporal de la posición, los efectos de la medida en la velocidad acaban afectando a la posición. Al menos, eso es así en los sistemas cuánticos más usuales, como un sistema paradigmático llamado "oscilador armónico cuántico", o sea, la versión cuántica (por sus características matemáticas) de los muelles de los libros de Física del bachillerato. Pero es posible encontrar (insisto, con las reglas de la física cuántica estándar) sistemas con unas matemáticas equivalentes a las de uno de estos "muelles cuánticos", pero con la saludable propiedad de que la inevitable distorsión producida por la medida de la posición afecta a una magnitud que después no va a influir en la evolución de la posición. Este tipo de sistemas ya se conocía teóricamente y ahora se han realizado en el laboratorio. Para ello, es preciso confinar dos de estos "muelles" en una cavidad de microondas y usar un astuto esquema de láseres escogiendo las frecuencias para que el resultado sea un gran "muelle" con las propiedades matemáticas que acabamos de explicar. Todo ello a 0,008 grados Kelvin, o sea, -273,142 grados centígrados. En este "muelle" uno puede medir con gran precisión la evolución de la posición. Las consecuencias más inmediatas de estos resultados tienen que ver con el campo de la Metrología cuántica (una de las tecnologías cuánticas más avanzadas, como explicamos en el libro "Verdades y mentiras de la física cuántica"). Es decir, nada de piratear la física cuántica, sino más bien usar sus propiedades para producir nueva tecnología útil. (Publicado originalmente en SciLogs el 18/05/21. En la imagen, ¿Micro o macro? Ant-Man en "Captain America: Civil War " (2016)) La confusión sobre el concepto de "no localidad" está en el origen de algunos errores comunes sobre física cuántica. Una de las primeras cosas que me dijo el director de mi tesis doctoral, el maestro Juan León, era que necesitábamos un diccionario. Yo ya me disponía a volver a casa a por mi Diccionario de la Lengua Española en la vigésimo segunda edición de la RAE, un poco extrañado porque esto parecía contradecir otra cosa que recordaba que había dicho mi profesor de Cosmología y Gravitación una vez que un compañero se quejaba de tener que andar siempre resolviendo ecuaciones diferenciales muy complicadas: "está usted en quinto de Físicas, no esperará que le ponga un texto de Virgilio". Pero Juan me aclaró enseguida que él no lo decía en ese sentido: se refería a la necesidad de poner en común algunas definiciones básicas, para estar seguros de que nos referíamos a las mismas cosas cuando hablábamos. Con el tiempo me he dado cuenta de la gran sabiduría de este consejo: muchas polémicas, discusiones y malentendidos se solucionarían si los interlocutores manejaran el mismo "diccionario", en este sentido metafórico. Nuestra querida física cuántica es, por supuesto, uno de los campos en los que este problema es más agudo: todos parloteamos sin cesar sobre términos rimbombantes y campanudos, pero en ocasiones nos estamos refiriendo a cosas distintas a las que el término debería designar. Así ocurre con el término "no localidad" (torpe pero espero que inteligible traducción de "nonlocality" o "non-locality", a falta de una traducción común mejor). Decimos a menudo que la física cuántica es no local. En un cierto sentido, es correcto. En otro, estamos completamente equivocados. El celebérrimo entrelazamiento cuántico, que en la ciencia ficción sirve para justificarlo todo, incluso que una persona tenga mala suerte (no es broma, lo he visto en "The Flash"), consiste en correlaciones muy fuertes entre sistemas cuánticos que, en principio, pueden estar muy separados, tan separados que ni siquiera la luz tenga tiempo de viajar entre las partes mientras hacemos las medidas (aquí explicamos el entrelazamiento, y sobre todo en el libro "Verdades y mentiras de la física cuántica"). En este sentido, podemos decir que la física cuántica es no local: hay una correlación que no está limitada por la velocidad de la luz. Sin embargo, ya conocerán ustedes la tan manida frase de "correlación no implica causalidad". Y, efectivamente, esta frase tiene un significado preciso en física. Es la causalidad lo que más nos preocupa, porque eso es lo fundamental del concepto de localidad en la teoría de la relatividad de Einstein: si no hay velocidades infinitas, si las cosas se propagan de unas partes a otras siempre a una cierta velocidad, entonces tiene sentido dividir el espacio en distintas partes asociadas a los distintos sistemas físicos (localidad) y también tiene sentido darle un orden en el tiempo a lo que sucede, de manera que pueda haber causas que sucedan antes que los efectos, y no al revés (causalidad). En física, pueden aparecer velocidades mayores que la de la luz, no solo en la física cuántica. Pero esas velocidades no son velocidades "físicas", en el sentido de que nada físico se está propagando a esa velocidad. Un ejemplo muy bonito aparece en el libro de Relatividad Especial de A. P. French (M. I. T. Physics Course, Editorial Reverté). Si uno apuntara con un láser a la luna y girara la mano que sostiene el láser a una velocidad perfectamente posible, el punto rojo en la luna se desplazaría a una velocidad mayor que la de la luz. No hay problema, porque la velocidad del punto rojo no es "física": los fotones siguen propagándose a la misma velocidad (¡la de la luz!) y siguen siendo reflejados o absorbidos por la luna: no hay ningún fotón desplazándose por la superficie lunar a velocidades mayores que la de la luz. Esta velocidad (una especie de ilusión óptica) no representa, por tanto, ningún problema. Lo mismo sucede con la física cuántica: no hay problema con que aparezcan correlaciones que no respetan el límite de la velocidad de la luz. El problema sería que algo físico se propagara más rápido que la luz, ya que eso desafiaría nuestra noción de causalidad. Pero precisamente eso es lo que no sucede: en física cuántica, nada físico viaja a velocidades superiores de la luz.
En el entrelazamiento cuántico, el problema se plantearía si pudiéramos usarlo para transmitir información a velocidades más rápidas que la de la luz, pero eso es imposible. Si una de las partes no tiene nunca contacto con la otra parte, no puede obtener ninguna información sobre ella. Ya puede uno hacer todas las medidas que quiera en su sistema, que será incapaz de saber lo que sucede en la otra parte. Sólo si hay comunicación previamente o durante el proceso (información del estilo: "hemos preparado un estado entrelazado", "hemos hecho tal o cual medida de tal o cual propiedad física") se puede obtener información sobre la otra parte. ¡Pero entonces no hay ningún misterio! Esa comunicación habrá ocurrido a una velocidad más baja que la de luz, por más teorías conspiranoicas que lean ustedes sobre el 5G. Por tanto, en este sentido, la física cuántica es completamente local. Es este último sentido de localidad el que entra en juego en las desigualdades de Bell. Las desigualdades de Bell sirven para distinguir entre teorías según si cumplen o no estas dos condiciones: a) los valores de las propiedades físicas están completamente determinados antes de hacer una medida b) los valores de las propiedades físicas en una parte no contienen información sobre las otras partes. A la condición a) se le llama, de manera completamente inadecuada "realismo" (muchos físicos no entienden la filosofía, y lo que es peor, no la respetan, por lo cual no ven problema en usar un término filosófico de manera incorrecta). A la condición b) se le llama, de manera confusa "localidad". Así, las desigualdades distinguen entre teorías que cumplen el "realismo local" y las que no. Multitud de experimentos han confirmado que los resultados no cumplen con el "realismo local", sino que están de acuerdo exactamente con lo que predice la física cuántica (la cual no cumple la condición a): las propiedades sólo están bien definidas después de medir.) Cualquier teoría de "variables ocultas", es decir, que cumpla a), debe, por tanto, no cumplir b), para no haber sido completamente descartada ya por los experimentos. Pero la condición b) parece siempre respetarse en la naturaleza y es la base sobre la que se han construido nuestras teorías más sólidas: la relatividad y su combinación con la física cuántica, es decir, la teoría cuántica de campos, capaz de describir con precisión asombrosa el comportamiento de las partículas elementales o de predecir la existencia del bosón de Higgs décadas antes de su descubrimiento experimental. Muchas personas, entre ellas algunos físicos, siguen pensando que no hay níngún problema en defender una teoría de variables ocultas no local, como la teoría de Bohm. ¡Al fin y al cabo la mecánica cuántica es no local, dicen, como muestra el entrelazamiento cuántico! Pero están equivocados, como hemos visto, porque el tipo de no localidad que requeriría una teoría de variables ocultas no local para estar de acuerdo con los experimentos de desigualdades de Bell no es la no localidad del entrelazamiento, sino una no localidad que nadie ha visto jamás en nada físico, y que pone en cuestión toda la física conocida. Por supuesto, defender esto es completamente legítimo. De hecho, esta manera de razonar que alude a causas ocultas, con propiedades taumatúrgicas y autoexplicativas y ninguna base empírica, goza de cierto prestigio intelectual en ciertos foros intelectuales y académicos. Pero la existencia de una cota superior a las velocidades físicas representada por la velocidad de la luz en el vacío es una de las verdades científicas mejor establecidas. ¿Se acuerdan de cuando supuestamente se habían detectado neutrinos que iban a velocidades más rápidas que la de la luz? Se armó un revuelo tremendo (recuerdo que entrevistaron a Juan León en las noticias de Antena 3) y salieron todo tipo de profetas a hablarnos de cambios de paradigmas, pensar "fuera de la caja" y otras frases de galleta de la suerte. Discretamente, el físico Sheldon Glashow publicó un artículo en el que mostraba que si aquello era cierto, parecía contradecir décadas y décadas de experimentos en la física de partículas. Los profetas ni se inmutaron y lo recibieron con una sonrisa irónica y un arqueo de cejas: mira tú este, dentro de la caja y aplicando las teorías conocidas... Con el tiempo, se demostró que aquello había sido un error experimental, y que, por tanto, los neutrinos no viajaban a velocidades mayores que las de la luz. No volvimos a saber de los profetas, pero imagino que es normal: al fin y al cabo, fuera de la caja hay un montón de sitio. (NOTA: cualquier alusión a que la física cuántica es local y no lo es, como el gato que no debe ser nombrado, será remitida al Observatorio de Metáforas sobre Física Cuántica para que proponga las sanciones pertinentes). (Publicado originalmente en SciLogs el 14/09/20.). Tentaciones estivales al borde del abismo. A Salman Rushdie. "A veces pienso en lo que dirán de nosotros los historiadores futuros. Una sola frase bastará para el hombre moderno: fornicaba y leía periódicos" (de "La caída" de Albert Camus. Traducción de Manuel de Lope. Debolsillo Penguin). Es bien sabido que este Observatorio no descansa en agosto. Al contrario, en este mes, la relajación de las costumbres, la escasez de noticias urgentes y los efectos del exceso de calor sobre unas redacciones ya de por sí adelgazadas y precarias, aumentan si cabe el peligro de la inflación de metáforas de saldo, de los incendios forestales provocados por clichés de tercera. Así, la inevitable sección "El hacha de piedra" de Montero Glez, reincide en meter la palabra "cuántico" sin ton ni son para intentar superar el síndrome del papel en blanco: "Relatos cuánticos para un verano envuelto en la incertidumbre del entorno", el titular ya te da ganas de perderte en la "incertidumbre del entorno", pero el primer párrafo te hace preguntarte si no será el autor el que se ha hundido demasiado en ella:
"La realidad es una línea discontinua que se desplaza en unidades de acción a través de la elasticidad del tiempo. Debido a esto, el sujeto observador de dicha realidad forma parte de ella, igual que si fuese un elemento imprescindible, un punto que contiene todos los demás puntos y que ha dejado de ser borroso para convertirse en una entidad concreta." Con semejante inicio, no sorprende que más adelante el principio de incertidumbre se convierta "en el principio de causalidad que enunció Heisenberg en 1927", que Bohr sea "filósofo de la ciencia", que en su "Cuarteto de Alejandría", "Durrell roza la ecuación de Paul Dirac por la cual se procede a unificar la mecánica cuántica con la relatividad, adelantando al narrador hasta las líneas espectrales atómicas para convertirlo en personaje en la última parte de su Cuarteto." o que Paul Auster, que simplemente cuenta cuatro versiones de la misma vida, "también se nos muestra cuántico en su última novela, 4, 3, 2, 1(Seix Barral) donde nos ilustra acerca de cómo el universo se divide constantemente, pongamos que se atomiza, en otros universos múltiples y paralelos. Con dicha interpretación de la mecánica cuántica, Paul Auster compone una historia que es, a su vez, un retrato generacional a partir de la peripecia de su protagonista desarrollada simultáneamente en cuatro arcos narrativos distintos." Por supuesto, Auster no nos habla de interpretaciones cuánticas ni de universos paralelos, ¿de verdad haría falta la física cuántica para entender que en la vida de cualquiera las cosas pueden suceder de manera distinta con una cierta probabilidad?. Termina el artículo: "Por resumir, baste decir que tanto Rayuela de Cortázar, como 4,3,2,1 de Paul Auster o El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell son tres ejemplos de novelas cuánticas. Cualquiera de ellas nos transporta a un universo paralelo donde uno se encuentra dentro del relato como un personaje más, envuelto en la incertidumbre del entorno." ¡Oh, cielos! ¿De verdad hacía falta resumir?. Pero está claro que los mejores columnistas del país no quieren añadir nuestro Premio Conde de Negroni a sus rebosantes vitrinas. Por ejemplo, Sergio del Molino, ("El País", 19 de junio) añade un nuevo elemento al por lo visto interminable conjunto de cosas "de Schrödinger": "El escote de Schrödinger". Han leído bien: "Si en circunstancias filosóficas naturales sería muy difícil comprender el escote de Patrícia Plaja, portavoz del Govern de la Generalitat catalana, la intervención de periodistas y asesores hacen del caso un fenómeno de física cuántica. ¿Existe el escote de Plaja, o es como el gato de Schrodinger, que está vivo y muerto a la vez?" ¿A qué se debe todo esto? Pues al parecer, a que "El equipo de Els Matins de TV3 le subió la camiseta en un cambio de plano de la entrevista que se emitía en directo el miércoles. " ¿No creen que está ya excesivamente barato el latiguillo "de Schrödinger"? También recae Arcadi Espada en "El Mundo" del 26 de junio: "En febrero de 2017, ante la posibilidad de un nuevo e incierto juicio, el escritor se acogió a una doctrina Alford, el equivalente en la justicia transaccional norteamericana al Gato [sic] de Schrödinger: el acusado manifiesta su inocencia, al tiempo que admite que los jueces cuentan con pruebas suficientes para declararlo culpable. [...] A este universo cuántico ha llegado ahora la serie de Antonio Campos, estrenada en mayo." ¡Universo cuántico! Está visto que cuando aparece en el horizonte la física cuántica, hasta el individuo más serio no puede evitar hacer frases a medio camino entre Iker Jiménez y el azúcar Lútor. Sin embargo, es posible resistirse, como demuestra Fernando Savater en "El país" el 23 de julio. Está hablando de la novela "Las diabólicas", y uno empieza a ver cómo se balancea por el abismo: "Una novela de crimen en la que hay y no hay un crimen, una novela de fantasmas en la que hay y no hay fantasma, una investigación en la que es la víctima quien investiga [...]" Ya uno está viendo venir que se va a dejar caer al abismo, desde donde unas voces le susurran "... de Schrööödinger", "la noveeeela de Schrödinger". Y sin embargo, se resiste y acaba elegantemente la columna. Así que es posible ¡oh, escritores! Aún hay esperanza. (Publicado originalmente en SciLogs el 25/08/22). |
AutorCarlos Sabín. Investigador Ramón y Cajal en el Departamento de Física Teórica de la Universidad Autónoma de Madrid. Desde 2015 hasta 2022 escribí el blog "Cuantos Completos" en la plataforma SciLogs de la revista "Investigación y Ciencia". Autor de "Verdades y mentiras de la física cuántica" amzn.to/3b4z1MO y "Física cuántica y relativista: más allá de nuestros sentidos" http://shorturl.at/bdLN0 Archivos
February 2024
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