Resultados de un artículo reciente sobre tácticas para reducir el daño del negacionismo científico en discusiones públicas.Aunque no era el objetivo original de estos cuantos completos, a lo largo de los años nos las hemos tenido que ver con "negacionistas científicos" de diverso pelaje, a quienes no les ha gustado mucho, por ejemplo, que hayamos criticado el abuso de la palabra "cuántica" para justificar disparates como la homeopatía, entre otras pseudoterapias y paparruchas varias. Por el camino, hemos aprendido mucho sobre cómo hay que afrontar este tipo de discusiones. De lo primero que nos dimos cuenta es de que hay dos grandes grupos de personas que se implican en estas situaciones. Por un lado, están aquellos que ya conocían y defendían la verdad científica sobre un tema antes de que se iniciara la discusión en cuestión. Por otro lado, están los propios negacionistas, quienes por supuesto no van a cambiar sus prejuicios por una discusión racional: al contrario, muy probablemente sus posiciones se van a reforzar y simplemente nos añadirán a la lista de individuos vendidos a la gran conspiración multinacional que trata de ocultarnos la peligrosa verdad que ellos han descubierto viendo YouTube. Es natural entonces que nos preguntáramos en alguna ocasión si todo esto sirve de algo, si no sería verdad la frase de Gibbon que le gustaba a Feynman: "el poder de la instrucción es rara vez de mucha eficacia, excepto en aquellas felices disposiciones en las que es casi superfluo". Sin embargo, más adelante hemos tenido la suerte de encontrarnos con un pequeño tercer grupo de personas: son aquellos que están más o menos cerca de caer en el agujero negro de la pseudociencia, pero que todavía tienen dudas y todavía están dispuestos a preguntar, con humildad, a los verdaderos expertos en un tema. Por supuesto, por pequeño que sea ese grupo, si alguna vez hubiéramos conseguido rescatar a una sola persona de las garras de los desaprensivos, las horas que le dedicamos a esto estarían más que justificadas. Pero claro, es inevitable seguir preguntándose por el efecto "global" de estas discusiones: hechas las sumas y las restas, al terminar, ¿hay menos negacionismo en el ambiente? ¿O más? Algunos estudios han mostrado en el pasado el efecto contraproducente (backfire effect) que puede tener en determinadas audiencias el intento de desmontar con argumentos racionales el negacionismo científico. Un artículo, publicado recientemente en la revista Nature Human Behavior ha estudiado en profundidad esta cuestión, en el contexto concreto de las discusiones públicas, como podría ser, por ejemplo, un debate en la radio. Por supuesto, no faltan argumentos para que los científicos y los expertos no quieran participar en este tipo de "debates": su mera presencia legitima una discusión que no debería existir y parece poner en pie de igualdad argumentos que no pueden estar al mismo nivel. Sin embargo, negarse a participar no garantiza que el "debate" no se vaya a celebrar, y entonces puede ocurrir que se celebre en ausencia de alguien cualificado para defender la verdad científica. La pregunta es entonces ¿es esto peor, mejor, o en realidad da igual? El estudio aborda precisamente esta cuestión, midiendo el efecto que tienen los discursos negacionistas en cuatro grupos de individuos. El primer grupo sólo escucha o lee un discurso negacionista. Los otros tres grupos, en cambio, son también expuestos a un discurso que intenta refutarlo. Los investigadores distinguen entre dos tipos de técnicas en los discursos anti-negacionistas: aquellos que se basan en refutar los argumentos sobre el asunto en cuestión (topic rebuttal), y aquellos que intentan desmontar las trampas del discurso, sin entrar en el caso concreto (technique rebuttal). Por ejemplo, un caso analizado en el artículo es el negacionismo anti-vacunas: el discurso negacionista que escuchan los sujetos critica un supuesto problema de seguridad de las vacunas, basado en que no pueden garantizar un 100 % de seguridad. Ante eso, la réplica puede centrarse en subrayar la seguridad de las vacunas, como en el discurso que escuchó el segundo de los cuatro grupos del estudio, o en la trampa general que supone exigir un imposible 100 % de éxito a un procedimiento médico (la aspirina o la cirugía cardíaca tampoco tienen un 100 % de seguridad), como en el caso del tercer grupo, o en una combinación de los dos argumentos (cuarto grupo). Los resultados (ver figura) muestran que el discurso negacionista hace más daño cuando no tiene ninguna réplica, y que cualquiera de las dos posibles estrategias de respuesta (topic o technique) consigue mitigar parcialmente el daño, sin que parezca que la combinación de ambas produzca ningún resultado significativo. Por tanto, los resultados sugieren que, allí donde no se pueda evitar que el público esté expuesto a argumentos negacionistas, siempre hay que dar la batalla para reducir el daño, y que, puesto que no hay fórmula mágica que garantice el éxito, lo mejor sería escoger la técnica que mejor se le dé a cada uno. Tomamos nota, y seguimos pensando.
(Publicado originalmente en SciLogs el 20/08/19).
0 Comments
Leave a Reply. |
AutorCarlos Sabín. Investigador Ramón y Cajal en el Departamento de Física Teórica de la Universidad Autónoma de Madrid. Desde 2015 hasta 2022 escribí el blog "Cuantos Completos" en la plataforma SciLogs de la revista "Investigación y Ciencia". Autor de "Verdades y mentiras de la física cuántica" amzn.to/3b4z1MO y "Física cuántica y relativista: más allá de nuestros sentidos" http://shorturl.at/bdLN0 Archivos
February 2024
Categorías
All
|