Un curso de verano muy poco recomendable Eulalia Valldosera es "artista y medium". Según su propio diagnóstico "ve con los ojos cerrados y escucha voces fluir desde otras dimensiones". Esto no le impide afirmar que no sólo hace arte, sino también "sanación de personas y espacios", ya que el propósito de su arte no es otro que "sanar miedos que de antiguo asolan a la humanidad", ni más ni menos. Tal vez esto explique la descripción de su trabajo: "se articula en torno al fenómeno lumínico y sigo enfocada en este fenómeno perceptivo -que en su aspecto físico penetra el psíquico". O dicho en el lenguaje poético que recomendaba Mairena: "hago cosas con luz". Les ahorro el resto, porque se lo pueden imaginar: el "cambio de paradigma", la falsa cita de Borges, el abuso de terminología científica, la vaga alusión a falsos efectos sobre la salud, culminando en unos balbuceos sobre lo difícil que es ponerle una etiqueta a su profesión:
"artista? canalizadora? sanadora? escritora? poeta? chamana? visionaria? artesana? curadora? actora? … tal vez curatriz, o curactriz?…corresponsal del matriz!" donde vemos claramente su acusada vena literaria, que la sitúa en algún lugar del camino que separa a James Joyce de Paulo Coelho. Esta especie de aprendiz de profesora Trelawney lo tendría difícil para entrar en Hogwarts, pero en cambio ha encontrado cobijo en la Universidad Complutense de Madrid, gracias a la colaboración del Dr. Ricardo Horcajada González, quien le ha organizado el siguiente curso de verano: "Dibujo y energía. Arte, mística y cuántica: teorías y prácticas", con el que sin duda se cubren de gloria él y la institución. El curso estaría dirigido a: "Personas que tienen, o no, el hábito aprendido del dibujo, ya que su desarrollo es aplicable a toda disciplina que necesite visualización y una mente proyectual. Una metodología diseñada para desarrollar nuestro potencial intuitivo y aplicarlo al propio crecimiento vital, profesional, tanto en la esfera artística como en la analítica, en pos de una comprensión de la vía mística como herramienta integradora de las artes que propicia soluciones con los temas vitales que se nos plantea actualmente el colectivo." Ya ven, está dirigido a cualquiera que pague. Entre sus objetivos tenemos: "Un viaje individual y colectivo planteado como un rescate de nuestra esfera intuitiva que a menudo vive distorsionada bajo programas, creencias o traumas. La práctica del dibujo, el conocimiento de las fuerzas del color, contribuyen a desvelar nuestras pautas de comportamiento ante el espacio del papel y de la vida. Se compartirán una serie de herramientas, visibles e invisibles, para entrar en contacto con nuestro cuerpo energético o vibratorio, con los saberes de la mística y sus paralelos en el lenguaje de la física de partículas." Pero como igual no colaba esto de mencionar la física de partículas en un curso de dibujo, hay que aplicar la "doctrina Shaw" y meter explícitamente la palabra cuántica, con la imprescindible ayuda del calzador: "Aplicaremos los principios de la física cuántica para entender la interdimensionalidad y aprender a acceder a las diversas voces que acunan nuestros procesos vitales básicos. Nos acercaremos a la naturaleza practicando al aire libre y estudiaremos las experiencias de artistas y sanadores que han cultivado las artes visuales en sus respectivos campos entrelazados, aprendiendo, junto a ellos, a dirigir los propios procesos internos, con el fin de que cada uno acceda a sus verdaderos dones o capacidades únicas." A lo mejor todo este mejunje todavía no le ha convencido a usted para pasar por caja. Es preciso engañar abiertamente y aludir explícitamente a los falsos efectos beneficiosos que esto tendrá sobre su salud: "Arte y sanación van de la mano en este espacio pensado para todo tipo de profesionales: somos seres creativos, sean cuales sean nuestros objetivos y las formas que elegimos." Un punto a favor es que el programa no parece muy duro, o tal vez sí, dependiendo de lo que sea el "anclaje de la burbuja energética", o lo doloroso que pueda resultar la "apertura y cierre de nuestra aura para su reprogramación". Pero imagino que esto se puede compensar con la imprescindible sesión de meditación de cada día y las no menos imprescindibles salidas al monte para las "prácticas energéticas con el ser del árbol" y al monasterio de El Escorial, que lo bueno es que pilla cerca. Hasta estoy tentado de acudir a ver exactamente de qué va la charla "La cuántica y sus aplicaciones intencionales mediante la visualización", que tiene una pinta sublime. ¡Qué vergüenza, mi querida "Complu"! ¿Servirá este desastre para que alguien revise mejor los contenidos de los cursos de verano la próxima vez? (Publicado originalmente en SciLogs el 22/06/2018).
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O tal vez no.Algunos lectores educados y también algunos trolls anónimos, me han "acusado" en ocasiones de "cientificismo". Esto me ha dejado siempre perplejo. El Diccionario de la Lengua Española incluye dos acepciones para la palabra cientificismo: 1- Teoría según la cual los únicos conocimientos válidos son los que se adquieren mediante las ciencias positivas 2- Tendencia a dar excesivo valor a las nociones científicas o pretendidamente científicas. Bien, yo no soy cientificista en ninguna de estas dos acepciones, y de hecho, creo que estoy entre los menos cientificistas de mis colegas científicos. ¿Por qué entonces le doy esa impresión a algunos lectores? No creo que sea por citar a George Orwell, Umberto Eco, Woody Allen, Antonio Machado, Miguel de Unamuno etc. ¿no? Creo que es más bien porque aquí he defendido en muchas ocasiones la existencia de una realidad fáctica objetiva, que puede ser conocida por nosotros mediante el análisis de las pruebas disponibles. Por supuesto, esto se queda a unos pasos de los incognoscibles noúmenos kantianos, pero es suficiente para desmontar a los constructores de "relatos" (por decirlo en posmoderno). Si pienso así, ¡claro, entonces tengo que ser cientificista! Apúntenme en la lista, pero añadan también a Hannah Arendt: "La búsqueda desinteresada de la verdad tiene una larga historia; su origen -algo muy característico- es previo a todas nuestras tradiciones teóricas y científicas, incluida la de pensamiento filosófico y político. Creo que se puede remontar al momento en que Homero decidió cantar las hazañas de los troyanos tanto como las de los aqueos, y exaltar la gloria de Héctor, el enemigo derrotado, tanto como la gloria de Aquiles, el héroe del pueblo al que el poeta pertenecía [...] La imparcialidad homérica tiene ecos en la historia griega e inspiró al primer gran narrador de la verdad objetiva, que se convirtió en el padre de la historia: Heródoto nos dice en las primeras frases de su relato que lo escribe «para evitar que, con el tiempo, los hechos humanos queden en el olvido y que las notables y singulares empresas realizadas, respectivamente, por griegos y bárbaros, queden sin realce». Aquí está la raíz de la denominada objetividad, esta curiosa pasión, desconocida fuera de la civilización occidental, por la integridad intelectual a cualquier precio. Sin ella jamás habría nacido ninguna ciencia." (Hannah Arendt, Verdad y mentira en la política. Página 78. Editorial Página Indómita. Traducción de Roberto Ramos Fontecoba). (Publicado originalmente en SciLogs el 24/01/18).
No, la física cuántica no cura... y menos a distancia.Ya habrán leído ustedes que Einstein «no creía» en la física cuántica. Lo que tal vez no hayan pensado tanto es que murió en 1955, cuando eso era todavía una posibilidad. Ahora mismo, tras las montañas de experimentos basados en la violación de las desigualdades de Bell, la física cuántica no es una cuestión de fe, sino de respetar la verdad científica. Negar hoy la física cuántica le colocaría a uno en el mismo saco (o uno peor) que los que niegan el calentamiento global o los que creen que las vacunas causan autismo y los transgénicos cáncer. Por eso resulta tan injusto seguir insistiendo en que Einstein se equivocaba en esto (como leemos una y otra vez en tantos titulares de prensa cada vez que aparece un nuevo experimento confirmando las predicciones cuánticas): sencillamente, Don Alberto no tenía la misma información que tenemos ahora y no sabemos cuál sería su actitud en la actualidad. Sin embargo, los divulgadores tendemos a seguir tirando de sus frases de entonces, ya convertidas en clichés obsoletos como lo de que "Dios no juega a los dados" (cuando todo parece indicar que es adicto al póquer) o lo de la célebre "spooky action at a distance" (digamos "acción a distancia que da miedo", a falta de una mejor traducción para spooky), con la que Einstein se refería al entrelazamiento cuántico. Hoy sabemos con certeza que no hay ninguna acción a distancia implicada en este fenómeno, pero la frase sigue dando vueltas a la red sin ningún control, mezclada con el batiburrillo habitual en estos temas, tan lleno de gatos y mundos paralelos. Como hemos dicho otras veces, ése es el problema de las palabras: una vez que las sueltas, ya no te pertenecen, y pueden acabar en manos de cualquiera... Y esto no sería tan grave, si no hubiera tantos desaprensivos sin escrúpulos. Vean, por ejemplo, este sitio, uno de los muchos dedicados a la estafa de las pseudoterapias "cuánticas"; en este caso concreto, la llamada "terapia SAAMA". Esta paparrucha se la debemos a un Veturián Arana, quien, cansado de evacuar libros de poemas y fotografía, decidió un día crear una terapia que tuviera las características que a él le parecieron más oportunas, como él mismo dice sin demasiado rubor en su sitio web. Algunas de esas características son, abróchense los cinturones: "2- Que se pudiera aprender en un fin de semana y no en meses o años. 3- Que no fuera necesario tener conocimientos previos, solo saber leer." Naturalmente, que uno tenga que estar años estudiando para poder curar a los demás es una cosa pesadísima, y cuando uno llega a cierta edad, la cosa debe de dar pereza. Así, como nos explica su feligrés y nada menos que "terapueta SAAMA 2.0" Ignacio de la Cuesta, estamos ante una "técnica de sanación bioenergética y cuántica de gran poder". Por supuesto, aquí pueden ver una nueva aplicación del "test de Shaw" del que hablé hace poco, pero también de otra propiedad común de las estafas pseudocientíficas, que llamaremos "conmutativa". Efectivamente, si cambiamos "bioenergética y cuántica" por "biocuántica y energética" e incluso "biocuantoenergética", esta frase sigue significando lo mismo (o sea, nada). Pero resulta que la cosa lo mismo vale para un roto que para un descosido, porque "con SAAMA se puede mejorar cualquier cuestión relacionada con la salud", y además vale para niños, ancianos, mascotas e incluso ¡lugares! Justificar esta última característica naturalmente plantea el problema de que la terapia tiene que funcionar "a distancia" e incluso sin que el sujeto (que puede ser un lindo gatito o la cocina de usted) se entere. ¿Y esto último cómo se puede justificar? Pues claro, hombre, ¡con la física cuántica! Al fin y al cabo, en la física cuántica hay acción a distancia, ¿no? Lo decía Einstein y tal, ¿vale? Pues miren, no. En la física cuántica no hay ningún mecanismo de acción a distancia, así que ¿por qué no se buscan otra cosa para justificar sus timos? O mejor aún, ¿por qué no dejan de engañar a la gente? ¿No se dan cuenta de que si le dicen a la gente que se va a curar de cualquier cosa ("cualquier cuestión relacionada con la salud": incluido el cáncer, ¿verdad?) con sus métodos, y les creen, la gente podría abandonar el tratamiento que sí podría curarles? Ustedes sí que son "spooky", ustedes sí que dan miedo. (Publicado originalmente en SciLogs el 12/11/18).
¿Existe una realidad objetiva?Se quejaba Umberto Eco (en su artículo Mentir y fingir, que se puede encontrar dentro de la recopilación De la estupidez a la locura, Editorial Lumen, página 382), de la incapacidad de algunas personas para entender correctamente una novela: "Recuerdo que en mi novela El péndulo de Foucault el personaje de Diotallevi, para burlarse del amigo Belbo que usa obsesivamente el ordenador le dice en la página 37: "La Máquina existe, sí, pero no se inventó en tu valle de la silicona". Un colega que enseña asignaturas científicas observó con sarcasmo que Silicon Valley se traduce como Valle del Silicio. Le contesté que sabía perfectamente que los ordenadores se hacen con silicio (en inglés silicon), tanto es así que si miraba en la página 231 leería que, cuando el señor Garamond le dice a Belbo que incluya en la Historia de los metales también el ordenador porque está hecho con silicio, Belbo le contesta: "Pero el silicio no es un metal, sino un metaloide". También le dije que en la página 37, ante todo, no hablaba yo sino Diotallevi, que tenía su buen derecho a no saber ni ciencias ni inglés, y que, en segundo lugar, estaba claro que Diotallevi se estaba burlando de las malas traducciones del inglés, como uno que habla de un hot dog como de un perro en celo. Mi colega (que desconfiaba de los humanistas) sonrió con escepticismo, considerando que mi explicación era una pobre escapatoria. Ahí tienen el caso de un lector que, aun instruido, no sabía leer una novela como un conjunto, vinculando sus diferentes partes; también era impermeable a la ironía y, por último, no distinguía entre las opiniones del autor y las opiniones de los personajes. A un no humanista de este tipo el concepto de "fingir" le resultaba desconocido." Me acuerdo de esto mientras hojeo un reciente libro de divulgación sobre física cuántica, escrito por un "colega que enseña asignaturas científicas". El autor intenta poner de pie una interpretación según la cual la física cuántica demostraría que no existe la realidad objetiva. A mí esta opinión me resulta sorprendente, ya que la realidad objetiva es el único lugar que conozco donde se pueden cobrar derechos de autor (si me permiten parafrasear a Woody Allen). Pero más sorprendente aún es llegar a la página 42 y encontrarse con un subcapítulo titulado "La realidad según Orwell", y ver cómo el autor le atribuye al pobre George Orwell la siguiente opinión: "La realidad existe en la mente humana y en ningún otro sitio. No en la mente individual, que puede cometer errores, y que, en todo caso, perece pronto. Sólo la mente del Partido, que es colectiva e inmortal, puede captar la realidad. Lo que el Partido sostiene que es verdad, es efectivamente verdad. Es imposible ver la realidad sino a través de los ojos del Partido." Esto, naturalmente, está extraído de la monumental novela 1984 (Ediciones Destino, página 263). Pero no es una opinión de Orwell, sino del "malo" de la novela, es decir, el personaje de O'Brien, empeñado en demostrarle a Winston que dos y dos suman cinco. De hecho, no sólo no debemos atribuirle esa opinión a Orwell, sino que es evidente que su opinión era exactamente la contraria: la novela (como él mismo aclaró varias veces en prólogos a distintas ediciones) y prácticamente toda su obra narrativa, periodística y ensayística (por no decir su vida) está dedicada a combatir esa manera de pensar y, por tanto, a defender la existencia de una verdad objetiva, frente al totalitarismo de los O'Brien de su tiempo. No hay duda de que a Orwell le caía mejor Winston. Y a mí, ¿qué quieren que les diga? también:
"No puedo evitarlo —balbuceó Winston— ¿Cómo puedo evitar ver lo que tengo ante los ojos si no los cierro? Dos y dos son cuatro." (Publicado originalmente en SciLogs el 19/07/2017). Sobre el miedo al "pensamiento demasiado racional". Observaba Orwell en su ensayo Palabras nuevas (New Words, 1940, en español se puede leer en la excelente recopilación recientemente editada por DeBolsillo) que los niños tienen miedo a ser castigados por demonios invisibles si se muestran demasiado orgullosos: si pescan un pez, decía Orwell, y dicen "ya lo tengo" antes de subirlo del todo, creen que lo perderán etc. Esas supersticiones infantiles se mantendrían en muchos adultos y solo desaparecerían en la medida en que los adultos tienen mayor control sobre su entorno, aunque solo para reaparecer en situaciones en que no lo tienen, como la guerra, las apuestas etc. Y sería esa creencia más o menos latente la que se traduciría en el miedo de muchos adultos al "pensamiento demasiado racional" y, por tanto, a la resistencia a cualquier "intento de aproximarse a las dificultades de uno de un modo directo y racional, cualquier intento de resolver los problemas de la vida como uno resolvería una ecuación". ¿Les suena? ¿Cuántas veces han oído que los científicos no deberíamos "jugar a ser dioses"? ¿Que no se puede ser soberbio y creer que se está "en posesión de la verdad absoluta"? (Esto se suele usar para refutar algún dato) ¿Que hay que "abrir la mente"? (Normalmente, para pedirte que la cierres y abraces sin pensar cualquier parida.) Y mi favorita, ¿que no todo tiene un "porqué"? (resulta difícil entender qué diablos significa esto, si lo piensan). Esta desconfianza va más allá de la actividad puramente científica (completamente desprestigiada hoy en día: o somos individuos extravagantes o estamos vendidos a las multinacionales) y se extiende, como bien observó Orwell (que lo aplicaba a las previsibles reacciones en contra de la creación de palabras nuevas) a cualquier actividad mínimamente analítica y predictiva.
¿Verdad que han oído que las encuestas "no dan una", como se ha demostrado con el Brexit y Trump? Y sin embargo, las encuestas predijeron correctamente una victoria ajustada de la candidata Clinton en número de votos. Normalmente, las victorias en número de votos se traducen también en victoria en el colegio electoral estadounidense, pero en este caso no fue así. La inmensa mayoría de las encuestas no dan estimaciones sobre el resultado en el colegio electoral, y las que lo hacen, suelen hacer estimaciones indirectas, no basadas en la distribución de voto por Estados. En cuanto al referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea, las encuestas dieron como ganador al Brexit durante muchas semanas, y solo en los últimos días de campaña predijeron una ajustadísima victoria de la permanencia, prácticamente un empate técnico. Admitamos que cometieron un pequeño error, pero ¿qué me dicen del impresionante nivel de acierto en la primera vuelta de las presidenciales francesas donde, en un escenario muy complicado y sin precedentes, predijeron con asombrosa exactitud el resultado de los cuatro primeros candidatos? ¿Han oído a alguien celebrando lo bien que funcionaron los sondeos? Algo parecido pasa con las predicciones meteorológicas. Es un tópico muy extendido que no hay que hacer caso de lo que dicen, pero esto suele estar basado en observaciones del tipo: "el otro día decían que hoy iba a llover en Madrid, y ahora estoy mirando por la ventana y hace un sol radiante". Pero el día tiene veinticuatro horas y Madrid es muy grande. Hoy cualquiera puede ir a la página web de la Agencia Española de Meteorología (por ejemplo) y mirar la predicción para una zona concreta en un rango de horas determinado. El grado de fiabilidad es altísimo, especialmente si no miramos con demasiada antelación y tenemos en cuenta que las predicciones llevan asociada una probabilidad, que normalmente no es del 100 %. En realidad, ni las encuestas ni la mujer del tiempo fallan tanto como se dice, pero mucha gente prefiere pensar que cualquier intento de predecir analíticamente lo que ocurrirá en el futuro es en vano, no vaya a ser que Algo nos castigue y no podamos (¡ay!) llevarnos a la boca el pez. (Publicado originalmente en SciLogs el 05/06/17). La teoría de la relatividad de Einstein ha sido comprobada una y otra vez por los experimentos, y ha sobrevivido a todas las críticas recibidas durante más de un siglo.Albert Einstein es para todos nosotros una especie de símbolo de la inteligencia. "No hay que ser un Einstein para entender que...", "ese niño es un Einstein (no ha salido al padre)..." y cosas así, las decimos todos con frecuencia. Es por tanto muy atractivo intentar demostrar que, en realidad, no era más que un "piernas". Hay varias maneras muy populares de hacer esto. La más indirecta, pero a mi juicio la más terrible, es atribuirle toda clase de sandeces y cursilerías que nunca dijo ni pensó, como ya analizamos una vez aquí. Efectivamente, si todas esas patochadas hubieran sido dichas realmente por Einstein, nuestro desprecio estaría justificado. Otra manera muy de moda es decir que en realidad todo lo hizo su primera mujer Mileva Marić, basándose en un par de chascarrillos de whatsapp que no resisten el menor escrutinio. ¿Y qué me dicen de que cada semana la prensa anuncie que tal o cual experimento (normalmente, de física cuántica) se hace para demostrar que Einstein estaba equivocado? Pobre Alberto. A lo largo de todo el siglo XX, los más osados han ido aún más lejos, y han intentado probar que uno de los mayores logros intelectuales de la humanidad, la teoría de la relatividad, en realidad está equivocada. Una y otra vez, la teoría ha sobrevivido a todas las críticas, y ha sido corroborada por los experimentos, con un grado de precisión cada vez mayor. Hoy en día, no hay ningún debate científico respecto a la validez de los principios y predicciones fundamentales de la teoría: la relatividad es uno de los pilares más sólidos y mejor asentados del pensamiento científico. Sin embargo, en el ambiente de posverdad actual, las cámaras de eco de internet y las redes sociales permiten que lecturas sesgadas de viejos y superados debates revivan, alentando toda suerte de negacionismo científico y teorías de la conspiración. Pasa con las vacunas, el calentamiento global, los transgénicos... incluso con la esfericidad de la Tierra. ¿Por qué no iba a pasar también con la teoría de la relatividad? Louis Essen fue un notable físico experimental del siglo XX, que hizo importantes aportaciones para el desarrollo de los modernos relojes atómicos y realizó medidas muy precisas de la velocidad de la luz, entre otras cosas. El hecho de que naciera en Nottingham hace que le tenga especial simpatía, ya que en ese ciudad he vivido e investigado durante tres años. El profesor Essen fue un crítico contumaz de la teoría de la relatividad, y durante décadas envió cartas a revistas como Nature (por ejemplo, Nature 180, 1061 (1957) o Nature 217, 19 (1968)) explicando por qué, a su juicio, la teoría era incorrecta. Más adelante, ya retirado, aún tuvo ocasión de escribir estas ideas en artículos divulgativos en la revista Wireless World (hoy Electronics World). Esos artículos pueden encontrarse todavía por internet (veáse aquí o aquí) y parecen hacer las delicias de algunos lectores, como he podido comprobar recientemente. Todas estas críticas de Essen fueron convenientemente contestadas y refutadas por otros investigadores, y las predicciones basadas en esas críticas han sido demostradas falsas por los experimentos. Su argumento fue siempre el mismo durante todas esas décadas, así que nos bastará con explicar aquí los graves errores teóricos de uno de esos artículos (el más detallado técnicamente: "Relativity and time signals", del año 1978). El contenido estrictamente ciéntifico (sobre el no-científico haré algún comentario más adelante) comienza con una explicación del clásico problema de relatividad especial en el que tenemos dos relojes A y B, que se mueven con una cierta velocidad relativa constante. La predicción revolucionaria de la teoría einsteiniana es que el reloj "en movimiento" "irá más lento". Ahora bien, ¿cuál es el reloj "en movimiento"? En la teoría de la relatividad (siempre que la velocidad relativa sea constante), cualquiera de los dos tiene derecho a considerarse como un observador en reposo y a considerar que es el otro reloj el que se mueve. Por tanto, A pensará que el reloj de B va más lento, mientras que B pensará que A va más lento. ¿Quién tiene razón? Ninguno de los dos: entre observadores a velocidad constante el tiempo es relativo, igual que lo son la posicón y otras muchas magnitudes físicas. Es preciso aclarar una cosa: lo que he descrito hasta ahora no es a lo que se llama paradoja de los gemelos ni paradoja de los relojes. Es simplemente una predicción de la teoría de la relatividad. Essen admite que esta predicción "no es imposible desde el punto de vista de la lógica", pero según él tiene una consecuencia indeseable y que habría pasado inadvertida. Éste es su primer error: no existe tal consecuencia. Veámoslo con detalle. Essen imagina que tanto A como B se envían señales el uno al otro, a medida que sus relojes van dando "tics". Según él, si hacemos esto, la predicción de la relatividad especial implica que algunos tics emitidos no son recibidos. Pues bien, esto no es así. Essen no da detalles de cómo llega a esa conclusión (para él es evidente), pero parece que el razonamiento se basa en la idea newtoniana de que los tics del reloj se emiten a un ritmo universal y constante, de manera que la única manera de que el reloj vaya más lento, es que "dé menos tics". También parece ignorar el famoso efecto Doppler, según el cual la frecuencia a la que se reciben los tics será distinta a la frecuencia con que se emiten (si hay emisores o receptores en movimiento). Si tenemos en cuenta estas dos cosas, la relatividad no predice "que se pierdan tics". A partir de aquí, continúan los errores de Essen. Según él, Einstein se habría dado cuenta de este problema de los "tics perdidos" (no lo hizo, porque no hay tal problema), pero en lugar de decirlo, habría decidido ocultarlo, y ese proceso sería el que le habría llevado a decir que, en realidad, la dilatación temporal no es relativa sino que ocurre realmente para el reloj en movimiento. Pero, de nuevo, esto no es así. En realidad, Einstein llega a esa conclusión en un problema distinto al que hemos descrito hasta ahora. Este problema sí es el de la "paradoja de los gemelos". En la llamada paradoja de los gemelos, no tenemos sólo dos relojes alejándose o acercándose con una cierta velocidad, sino que tenemos que uno de ellos realiza un viaje de ida y vuelta. Por ejemplo, B se va a una estrella lejana y vuelve a donde está A. El hecho de que el viaje sea de ida y vuelta implica una diferencia fundamental: ya no es posible considerar indistintamente que cualquiera de los dos está en reposo y el otro en movimiento. El único punto de vista válido es que B está en movimiento y A en reposo. La manera más usual de explicar esto es que B debe experimentar una aceleración para frenar, dar la vuelta y regresar, aceleración que evidentemente no experimenta A. Pero incluso si no queremos recurrir a la aceleración (para no complicar el análisis y para incluir otras versiones más sofisticadas de este problema en las que puede no haber aceleración), existe otra manera de demostrar que A y B no son intercambiables. Esta manera consiste precisamente en analizar los ritmos a los que se emitirían y recibirían señales entre A y B. Una bonita y exhaustiva explicación se encuentra en el libro "Special Relativity" (A. P. French, W. W. Norton & Company, 1968). (En la traducción española del libro, página 177 y siguientes). Algo de esto le debía de sonar ya a Essen en 1978, ya que su artículo incluye una alusión críptica al efecto Doppler: "la predicción de Einstein no contiene ninguna mención al efecto Doppler..." Pero, ¿qué más da que Einstein no hiciera referencia explícita a ello en su artículo? En cualquier caso, es la explicación correcta. En conclusión, como A y B no son de ninguna manera intercambiables, el efecto de dilatación temporal no es relativo, sino real: tanto A como B están de acuerdo en que, cuando B regresa, el reloj marca menos tiempo que el que marca A. Essen rechazaba esta conclusión y (basándose en su propia solución al supuesto problema de los tics perdidos, que requería la introducción de otros dos relojes) predecía que A y B tenían que marcar el mismo tiempo. Como siempre, el mejor juez son los experimentos. Puesto que los experimentos empezaban a dar consistentemente la razón a las predicciones de la relatividad, Essen criticó también los experimentos, centrándose sobre todo en el más espectacular de ellos, que había medido el efecto en 1972 en aviones que recorrieron la Tierra en direcciones opuestas. El análisis concreto de esas críticas podía tener cierto interés en 1978, pero ahora estamos ya en 2017: muchos más experimentos independientes, con distintos sistemas físicos y con un grado cada vez más apabullante de precisión han confirmado una y otra vez esta, y otras predicciones, de la teoría de la relatividad. Caso cerrado.
Quizá debería concluir aquí, pero no puedo resistirme a comentar brevemente algún aspecto más personal de la cruzada de Essen. Las teorías de la conspiración son muy sugerentes para cierto tipo de personalidad, y Essen no fue capaz de resistirse a ellas. Así, por ejemplo, en la introducción al artículo, la revista pone en su boca que "nadie ha intentado refutar mis críticas, pero se me advirtió de que si insistía podría poner en riesgo mi futuro profesional". ¿En serio? Como he dicho antes, las cartas de Essen exponiendo libremente sus críticas fueron publicadas nada menos que en Nature, y siempre hubo quien le contestó correctamente y le explicó sus errores. Varios testimonios en respuestas a este mismo artículo de 1978 apuntan a que Essen había expuesto estas mismas ideas en conferencias y en visitas académicas a otros colegas, y había sido convincemente rebatido: "desafortunadamente, el Dr. Essen apenas parecía oírlos [los argumentos en contra], y mucho menos intentar comprender lo que se le decía" (D. Griffiths, Imperial College), "el problema no es que no haya habido respuesta a sus argumentos, sino que él no ha entendido las respuestas que se le han dado repetidamente" (Prof. J. H. Fremlin, Birmingham). Essen parecía resistirse a admitir que no tenía razón. Tampoco parece que su carrera sufriera mucho por ello... aunque no entender la teoría y negar las pruebas experimentales no suela ser el camino más recomendable para hacer física. Pero esto, tal vez, sí sea relativo. (Publicado originalmente en SciLogs el 13/12/17). ¿O no? Sobre "Avengers: endgame".Como todo el mundo sabrá ya a estas alturas, al final de "Avengers: Infinity war"(2018) el malvado Thanos, sin duda preocupado por el exceso de población, hacía desaparecer a la mitad del universo con un chasquido de dedos. Naturalmente, esto solo era posible gracias a que estaba en posesión de las seis "piedras del infinito" ("Infinity stones"). El proceso es, en principio, reversible: basta con tener las piedras en tu poder y volver a chascar los dedos. De ahí que, como era previsible, "Avengers: endgame" empiece con los Vengadores intentando recuperar las piedras. Sin embargo, pronto descubrimos que Thanos, convencido de su papel en la demografía universal, ha destruido las piedras, y con ellas la esperanza de recuperar a los seres desaparecidos. La situación, como se ve, es bastante apuradilla, y así los Vengadores pasan cinco años en los que no dan pie con bola, cada uno gestionando su fracaso como buenamente puede. Hasta que aparece Scott Lang (Ant-Man) al que habíamos perdido la pista al final de "Ant-man and the wasp" (2018). Como se recordará Ant-Man se había introducido en una cosa llamada "túnel cuántico" con el objetivo de hacerse tan pequeño que pudiera acceder al "reino cuántico" ("quantum realm"). Precisamente, el chasquido de Thanos había hecho desaparecer a los personajes encargados de hacerle recuperar su tamaño normal. Cosa que finalmente acaba ocurriendo de casualidad... pero cinco años más tarde. Sin embargo, Ant-Man no es consciente de que hayan pasado cinco años: para él han pasado unas cinco horas. Esta idea es la que pone a los Vengadores en la pista para construir una máquina del tiempo: "el tiempo pasa de manera distinta en el reino cuántico", nos dice Ant-Man. La mera aparición de la expresión "reino cuántico" debería hacer saltar las alarmas de las dos o tres lectoras a las que aflijo en este cuaderno de bitácora. Y efectivamente, a primera vista este uso de la palabra cuántica como "comodín del guionista en apuros" tiene tan poco sentido como parece. Los efectos de dilatación temporal se dan en la teoría de la relatividad, no en la física cuántica. La mayor parte de la física cuántica que conocemos no requiere de considerar ningún efecto relativista, ya que los efectos relativistas tan notables como el mencionado aparecen a velocidades comparables a la de la luz, o sea, aproximadamente 300000 kilómetros por segundo, o en campos gravitatorios muy intensos, como en las cercanías de un agujero negro. Es cierto que en los grandes aceleradores de partículas se consigue rutinariamente que partículas elementales (electrones, protones etc.) se aceleren hasta velocidades relativistas (lo cual puede describirse mediante la teoría cuántica de campos, que combina con éxito la física cuántica con la relatividad... siempre que no entre en juego la gravedad). Pero no tenemos noticias de que Ant-Man haya sido acelerado a esas velocidades; sólo sabemos que ha sido miniaturizado. Sin embargo, una segunda mirada a la frase de Ant-Man ofrece una escapatoria. Si Ant-Man hubiera sido reducido hasta un tamaño aún mucho más pequeño que el habitual en la física de partículas, hasta llegar a la llamada "escala de Planck" (aproximadamente 0.00000000000000000000000000000001 milímetros), es en esas distancias donde esperamos que aparezca un nuevo tipo de fenómeno: no efectos relativistas en un sistema cuántico, sino efectos cuánticos en el propio espacio-tiempo. Esto requiere una explicación más detallada. Antes decíamos que la teoría cuántica de campos describe adecuadamente una combinación de física cuántica y relativista (o sea, cosas pequeñitas e increíblemente rápidas) siempre que no consideremos la gravedad. En realidad, hasta cierto punto, también podemos considerar la gravedad: eso es la "teoría cuántica de campos en espacio-tiempo curvo", con la que, por ejemplo, el gran Hawking hizo los cálculos para predecir la llamada "radiación Hawking" de los agujeros negros. El problema es que esto sólo funciona bien en la medida en que el espacio-tiempo (o sea, la gravedad) pueda tratarse de manera exclusivamente clásica, sin ningún efecto cuántico. Para poder ir más allá y llegar a la escala de Planck, necesitaríamos una teoría cuántica de la gravedad, y esto, como recordará el lector, no lo tenemos. Sin embargo, es razonable especular que cualquier teoría cuántica de la gravedad deberá incluir la característica cuántica por excelencia: la indefinición de las propiedades físicas, es decir, el hecho de que estén descritas por probabilidades. De esta manera, una teoría cuántica de la gravedad debería admitir una "indefinición de espacio-tiempos": habría una cierta probabilidad de tener un espacio-tiempo plano, otra de tener un espacio-tiempo con una cierta curvatura, otro con... Una de esas posibilidades podría ser la de un espacio-tiempo con un agujero de gusano (recordemos que sería diminuto, ya que estamos en la escala de Planck). Si uno fuera capaz de mantenerlo abierto, un agujero de gusano puede convertirse en una máquina del tiempo, como explicamos una vez aquí. Siendo generosos, a esto parece aludir Scott Lang cuando habla de "navegar el caos del reino cuántico", y esto podría ser lo que nuestro ex-alumno del MIT favorito, Tony Stark, tiene en la cabeza cuando le pide a su ordenador inteligente algo relacionado con una cinta de Möbius: parece estar simulando un espacio-tiempo determinado. Así que, ¡Iron Man ha cuantizado la gravedad! No esperábamos menos de él, la verdad. De hecho, en otro momento Stark llega a mencionar la escala de Planck, lo cual avala esta interpretación. Una vez que los Vengadores tienen la máquina del tiempo, ¿qué pueden hacer con ella? Lógicamente, surge la cuestión de intentar matar a Thanos antes de que tenga ocasión de hacer desaparecer a la mitad del universo. En un diálogo que seguramente hará historia, nuestro querido científico Bruce Banner nos explica que no es así cómo funcionan las cosas: uno no puede viajar al pasado y hacer que cambien cosas que ya han sucedido. Seguramente tiene razón nuestro Hulk: eso plantearía problemas como la clásica paradoja del abuelo. El problema es que no sabemos cómo se evitan exactamente este tipo de paradojas. ¿Se evitan sencillamente porque no se puede viajar en el tiempo? Es lo que defendía Hawking, pero no fue capaz de demostrarlo. En la teoría de la relatividad general, no hay nada que prohíba terminantemente un viaje en el tiempo. Hawking pensaba que al añadir la física cuántica, aparecería la prohibición. Como Hawking no tenía una teoría cuántica de la gravedad, hizo cálculos con la mencionada teoría cuántica de campos en espacio-tiempo curvo, que sugerían que efectivamente los viajes en el tiempo serían imposibles (básicamente, el agujero de gusano sería altamente inestable y se destruiría), y lanzó su "conjetura de protección cronológica". Pero es sólo eso, una conjetura, que nadie ha podido de momento confirmar ni refutar: hacerlo requeriría conocer cuál es la teoría cuántica de la gravedad correcta. ¿Podrían estar permitidos los viajes en el tiempo pero, de alguna manera, las leyes de la física harían que uno no pudiera alterar el pasado de ninguna manera? Esto parece ser lo que piensa Banner cuando contesta afirmativamente a la pregunta "So "Back to the future" is a bunch of bullshit?" (¿cómo habrán traducido "bullshit"?) También sería consistente con la mención a Deutsch que hace Stark, ya que Deutsch encontró una posible solución a la paradoja del abuelo dentro de la física cuántica, en la que el viaje al pasado sería posible, pero el "viajero" (no hay viajeros descritos por la física cuántica, pero bueno) no podría cambiar nada. Esta visión de "lo que pasó, pasó" es interesante y elimina las paradojas de tipo abuelo, pero tiene el problema de que no le da mucho juego a los escritores y guionistas...salvo que sean como la gran J.K. Rowling (recuerden "Harry Potter y el prisionero de Azkaban"). De hecho, la propia película es incapaz de mantener de manera consistente esta visión. Los Avengers deciden no matar a "baby Thanos", pero sí robar las piedras del infinito y traerlas de vuelta al futuro. ¿Por qué pueden hacer una cosa y no la otra? Podría ser que sólo esté prohibido cambiar aquello que va a provocar paradojas, pero no es eso lo que explicaba Banner. Más adelante, otro personaje le cuenta a Banner lo que en realidad ocurre: cada vez que roba una piedra del infinito en el pasado, aparece un "universo alternativo". Banner no cambia nada en el pasado de "su universo", pero sí en el "otro universo". Así que para evitar problemas, decide que, una vez haya vuelto al futuro de su universo y haya utilizado las piedras para recuperar a los seres perdidos, las devolverá a su lugar original en el pasado, de manera que no habrá bifurcación de universos. ¿Todo bien, no? La verdad es que, por un lado, esta explicación presenta muchísimos problemas: ¿por qué sólo hay bifurcación de universos cuando se roban las piedras, y no cuando los viajeros hacen cualquier cosa? ¿Cómo sabemos qué produce una bifuración y qué no? Lo más razonable es pensar que cualquier interacción con el pasado (si no está prohibida y no tiene la capacidad de cambiar el pasado en el universo del viajero) debería bifurcar las realidades... porque si no ¡de hecho, estás cambiando el pasado! ¿Y cómo es posible que cambiar el pasado no tenga ningún efecto en el futuro? Pero en la película, la interacción de los Vengadores con el pasado al que viajan es total, incluyendo hasta personajes del pasado que viajan al futuro etc. Marea pensar la cantidad de universos posibles que podrían crearse, y parece imposible solucionar eso simplemente volviendo hacia atrás (¿a qué universo, por cierto? ¿qué garantiza que vuelva al mismo en el que robé las piedras?) y dejando las piedras en su sitio. Quizá el ejemplo más dramático es el del bueno del Capitán América, quien, tras ser enviado por sus amigos al pasado para reponer una de las piedras, decide no volver tras cumplir su misión y vivir una vida en el pasado con Peggy Carter. Su decisión es irreprochable y la celebramos, pero nos sorprende bastante que sea capaz de aparecer andando tranquilamente con aspecto de viejito en el mismo lugar (¡del mismo universo!) en el que le están esperando los amigos. ¿Así que ha sido capaz de interaccionar con su pasado durante 70 años sin que nunca haya ningún problema? Para evitar todo esto, la película establece la regla ad-hoc de que sólo el robo de las piedras es capaz de alterar el flujo del tiempo... Pero además de todos estos problemas, quizá la auténtica cuestión es que, al final, todo esto es tan arbitrario y salvajemente especulativo como ver la mano de Marty desvanecerse mientras intenta seguir el ritmo de la banda de Marvin Berry en la maravillosa "Regreso al Futuro". De hecho, no es muy diferente a lo que el gran Doc Brown le explica a Marty en la pizarra en la segunda película, tras regresar a un 1985 alternativo y trumpiano. La diferencia está en que, mientras que en las "timelines" de Doc el viajero del tiempo puede ir pasando de una a otra, en Endgame (aparentemente) los viajeros están siempre en una, pero pueden crear otras, que no les afectan a ellos, sino a otras personas. En realidad, no conocemos ninguna explicación completamente rigurosa sobre qué ocurriría en el caso (altamente improbable) de que pudiera construirse una máquina del tiempo y el viajero tuviera la posibilidad de interaccionar con su pasado. Si han llegado hasta aquí, ¡oh lectores! se habrán dado cuenta de que he intentado ser generoso con los guionistas, de tal manera que he intentado buscar la explicación más científicamente consistente con las líneas de diálogo de la película, incluso en los casos en los que eran relativamente confusas. Hay un caso, sin embargo, en el que me ha sido completamente imposible, a pesar de darle muchas vueltas: en un momento, Stark hace alusión a la "paradoja EPR" para justificar el hecho de que Scott Lang había salido como un bebé primero y después como un viejo de una especie de versión beta de la máquina del tiempo ("queríais mover a Scott a través del tiempo pero habéis movido el tiempo a través de Scott"). Una vez más, el entrelazamiento cuántico se usa aquí como una suerte de deus ex machina que justifica cualquier ocurrencia. Nada que objetar... si la peli es buena. (Publicado originalmente en SciLogs el 21/05/19).
Sobre las citas falsas en la era de la "post-verdad".Tenía que pasar. Ya estamos oficialmente en la era de la "post-verdad" y las hordas de la desinformación no están dejando títere con cabeza. Tras destrozar a Churchill, Brecht, Borges, Einstein y tantos otros, el turno le toca ahora a Richard Feynman. El nombre de Feynman es casi sagrado para todos aquellos que aprendimos Física con sus "Feynman lectures" y que nos partimos de risa con las maravillosas memorias "¿Está usted de broma, Sr. Feynman?" y "¿Qué te importa lo que piensen los demás?". Era cuestión de tiempo que su popularidad se fuera extendiendo más allá de las fronteras de la Física académica, y en consecuencia, al parecer, inevitable, que se le empezaran a atribuir todo tipo de ingeniosidades y chascarrillos, que ahora cotizan como grandes reflexiones en las redes sociales. Recientemente apareció en un diario de tirada nacional una entrevista con Cristophe Galfard, quien recientemente ha escrito el libro de divulgación "El universo en tus manos". La entrevista empieza por todo lo alto, al menos eso pensaba el periodista cuando escribió: "Afirmaba el nobel Richard Feynman que la física es a las matemáticas lo que el sexo es a la masturbación". Como fan incondicional de Woody Allen me encantan los chistes sobre masturbación, empezando por el mítico intercambio con Diane Keaton en "Annie Hall" y terminando por la "colaboración" entre Sophia Loren y Marilyn Monroe en "Anything else". En comparación, les reconozco que este supuesto comentario de Feynman es lo suficientemente superficial, simple y equivocado como para hacer carrera en las redes sociales. Y además, le sobran 74 caracteres en Twitter. Sin embargo, ¿fue dicho esto por Feynman? Esta frase no aparece en ningún lugar de su obra, y sólo en 1993 (cinco años después de su muerte) vemos que Lawrence Krauss se la atribuye al principio de un capítulo en el libro de divulgación "Fear of Physics". En un ejemplo de mala praxis que sin duda Krauss no se permitiría a sí mismo en un artículo científico, Krauss no cita la fuente, por lo que no sabemos de dónde se la sacó. Las posibilidades son dos: o la frase ya circulaba por ahí erróneamente atribuida a Feynman en 1993, o hemos de creer que se la dijo en persona Feynman a Krauss. Pero las probabilidades de que esto último ocurriera son realmente pocas. Como el propio Krauss cuenta en su biografía-homenaje de Feynman "Quantum man", apenas coincidieron unas cuantas veces en su vida, fundamentalmente en charlas y clases. La única posibilidad real es en ese fin de semana en Vancouver del que habla Krauss en el libro: él era todavía estudiante de licenciatura, y una asociación de la que formaba parte invitó al bueno de Dick a dar una conferencia. Tras ella, aparentemente, ese fin de semana los dos salieron varias veces a tomar algo acompañados por la novia de Krauss. ¿El alcohol y las ganas de impresionar a esta última hicieron al gran Feynman decir esta simpleza? Es sólo una conjetura humorística. En cualquier caso, es obvio que es altamente dudoso que esta cita sea correcta. La entrevista con Galfard continúa en la misma línea. Ya puestos, el periodista se lanza con "El nobel Richard Feynman también dijo que "la física es como el sexo: seguro que da alguna compensación práctica, pero no es por eso por lo que la hacemos". Les confieso que ésta me parece ligeramente más ingeniosa, seguramente porque halaga mi corazoncito de físico teórico. También cabe en Twitter, y sobran 29 caracteres. Pero... ya lo adivinan, ¿no? Eso es: ¡jamás fue dicha o escrita por Feynman! A pesar de que la llevo oyendo desde mis tiempos en la Facultad, nadie, jamás, ha sido capaz de aportar la referencia que demuestre que la frase es suya.
Richard Feynman fue un físico brillante y un ser humano creativo, inteligente e ingenioso. Igual que hicimos aquí una vez con Einstein, les ruego, ¡oh, espíritus de las redes sociales!, si me escuchan, les ruego: que lean sus libros, por favor, pero sobre todo... por lo que más quieran, ¡dejen de citarle! (Publicado originalmente en Scilogs el 18/11/2016). Varios artículos aclaran definitivamente el contexto de una frase de Wigner sobre la interpretación de la física cuántica.Uno de los clásicos en el discurso entre místico y oscurantista sobre la física cuántica (junto con el conspicuo felino tirolés, la boutade malentendida de Feynman y las alusiones por elevación a Einstein) es alegar que, según Wigner, la conciencia individual es un elemento fundamental en la física cuántica. La verdad es que la primera vez que alguien me espetó esto (creo que en algún comentario en este cuaderno de bitácora), pensé que sería sencillamente mentira, ya que parecía muy improbable que un gigante de la altura de Eugene Wigner dejara escrita una patochada que se desmiente en cualquier curso básico de física cuántica (aunque era extraño, ya que estas citas inventadas suelen atribuirse a Einstein, Borges y Churchill, y no a Wigner, que es menos conocido). Por supuesto, este tipo de razonamiento no es válido, ya que la calidad de un argumento no se mide por la identidad de su autor. En cualquier caso, es cierto que existe una frase escrita por Wigner que, si la despojamos completamente de contexto (es decir, la práctica habitual de las discusiones en la red), puede llevarnos a esa conclusión. Como explica muy bien el profesor retirado Raymond Mackintosh aquí, la frase aparece en un libro colectivo del año 1962. La traducción del título del libro al español es El científico especula, pero el subtítulo es más elocuente aún: "una antología de ideas a medio hacer" (partly-baked). Es decir, la idea del libro era reunir a grandes científicos de la época para que hablaran de ideas especulativas sin demasiada base: como dice el profesor Mackintosh, mirando la lista de contribuciones "es obvio que muchos de los autores se tomaron muy en serio el reto de producir algo digno del subtítulo del libro. Tal vez Wigner también". La contribución de Wigner fue "Observaciones sobre el problema mente-cuerpo", un texto que después apareció también en otros volúmenes. Es en este texto altamente especulativo en el que encontramos el siguiente brindis al sol: tras el nacimiento de la mecánica cuántica el concepto de conciencia habría cobrado relevancia científica, ya que "no era posible formular las leyes de la mecánica cuántica de forma completamente coherente sin referencia a la conciencia". Baste decir que esta frase concluye con una llamada que nos lleva a un comentario a pie de página en el que Wigner se apoya en un texto de Heisenberg de 1958. Sin embargo, el propio Heisenberg dejó claro en 1966, en el libro Physics and Philosophy que "la teoría cuántica no contiene elementos genuinamente subjetivos, no introduce la mente del físico como parte de lo que le sucede al átomo" (todas estas torpes traducciones son mías). Esto nos aporta otro elemento clave del contexto: en esta época, algunas cuestiones básicas de la física cuántica todavía eran objeto de discusión, hasta el punto de que los mejores podían refinar sus opiniones y cambiarlas (como buenos científicos) a medida que la discusión avanzaba. Seguir recurriendo a citas de aquella época para hablar de física cuántica en el año 2019 es completamente tramposo, ya que nuestra comprensión ha mejorado dramáticamente, entre otras cosas porque el progreso experimental ha sido espectacular, y ahora podemos realizar experimentos con un enorme grado de control de la materia al nivel de unos pocos cúbits y fotones, lo cual era impensable en aquellla época. Esto ha permitido asentar los cimientos de la teoría cuántica de una forma que ha dejado obsoletas muchas cosas que se decían en aquellos tiempos. A nadie se le ocurre hablar de la ley de la gravedad citando a autores anteriores a Newton. ¿O sí? Ya era sabido que Wigner abandonó la idea más adelante, y nunca la volvió a usar. Pero además, recientemente el Profesor Emérito Leslie Ballentine (autor de uno de los mejores libros de texto sobre mecánica cuántica) ha añadido más luz a la cuestión en un artículo en la revista Foundations of Physics titulado "A meeting with Wigner" ("Un encuentro con Wigner"). En él explica que el propio Wigner confirmó públicamente en una congreso en 1987 que no creía que la conciencia causara el colapso de la función de onda, respondiendo a una pregunta directa de Ballentine (quien dice que hizo la pregunta debido a que existía una "leyenda muy extendida" según la cual Wigner pensaba eso). Caso resuelto. (Publicado originalmente en SciLogs el 18/10/2019).
Sobre una noticia y un libro recientes.El Colegio de Físicos me remite una "noticia" aparecida recientemente en La Vanguardia, al menos en su versión digital, dentro de la sección "Negocios y tendencias". La cosa lleva por título "Marketing cuántico para entender al nuevo consumidor" y se hace eco de un libro recientemente publicado, cuyo autor es Josep Alet y que lleva por título "Poder cuántico para ganar más en los negocios". El Colegio sugiere que el asunto podría ser material para el próximo informe del Observatorio de metáforas sobre física cuántica. Esto me llevó a covocar una reunión extraordinaria del Consejo Rector del Observatorio, formado en la actualidad por el Conde de Negroni y yo mismo. Tras una acalorada reunión, el Observatorio ha decidido remitir toda la información al Departamento Shaw: mientras que el Observatorio se ocupa del uso, irritante en extremo pero por lo demás inofensivo, de imágenes traídas por los pelos en prensa, libros y cultura popular, el Departamento Shaw se encarga de combatir el abuso de la "doctrina Shaw" con ánimo de lucro: ya saben, la costumbre de añadir el sintagma "cuántico/a" a cualquier disciplina con la intención de dotarla de una apariencia de prestigio que le haga a usted más susceptible de ceder sus datos bancarios (por ejemplo, "aromaterapia cuántica", "coaching cuántico"). Así, nos informa La Vanguardia de que estamos ante "un libro que trata de trazar estrategias en la denominada nueva normalidad y que lleva al mundo del mercado las teorías elaboradas por la pareja estadounidense formada por Ian Marshall y Danah Zohar, autora de The Quantum Leader: A Revolution in Business Thinking and Practice (Prometheus Books), la obra que fijó esta línea de investigación." Se ve que Marshall y Zohar se adelantaron unos cuantos años a la "nueva normalidad" ya que escribieron ese libro en 2016. Más aún, Zohar ya había escrito en los años 90 The Quantum Self y el dúo Zohar-Marshall The Quantum Society. No sé, llámenme loco, pero ¿no empiezan a ver un patrón en los títulos? Sigue ilustrándonos Ramón Álvarez, en La Vanguardia con: "La gestión cuántica, como su correlato en el marketing, no es sino la traslación de las leyes de la mecánica cuántica a un ámbito social como el de los negocios, donde la realidad es cada día más compleja y donde solo sistemas de análisis complejos que superan la lógica binaria como los de la física de las partículas pueden aprehender mejor esa complejidad." Vaya, me parece que es justo al revés. Veamos: la física cuántica puede describir la física de las partículas elementales. A medida que aumentamos en complejidad, es decir, en número de partículas, la cosa se hace cada vez más complicada y requiere de condiciones cada vez más sofisticadas de laboratorio. Cuando llegamos al nivel de la física macroscópica y no digamos ya al "ámbito social" la física cuántica ya no tiene absolutamente nada que decir. Pero bueno, largar "lógica binaria" y "aprehender" queda bien, aunque no signifique nada. Continúa el artículo entrecomillando al autor del libro: "Tanto el management como especialmente el marketing han ido abandonando la racionalidad y adentrándose en el ámbito relacional y entendiendo que muchas de las decisiones que tomamos habitualmente son irracionales y que argumentar mejor que los demás no nos garantiza tener más éxito." ¡Se agradece la sinceridad! Está claro que el autor ha tomado nota. "El marketing cuántico nos da las herramientas para entender esta nueva realidad que se fundamenta más en las relaciones que en el individuo en sí, para movernos en la actual indefinición, sin evidencias claras; para anticiparnos a ese pequeño detalle que puede definir un acción en un momento determinado, pero que en otro momento será otro; para saber cómo analizar el big data...”, explica Alet." Pero si no hay evidencias, ni racionalidad y todo está indefinido, ¿qué demonios vamos a analizar? No se preocupen, que viene la solución (vayan buscando la tarjeta de crédito): "Para ello, los principios fundamentales de la mecánica cuántica resultan útiles y efectivos. Cinco principios –cuantificación, indeterminación, incertidumbre, superposición y entrelazamiento– que el autor lleva a la empresa y al mercado para construir un novedoso modelo." Todo bien, pero es que en la empresa y en el mercado las variables no están cuantizadas, ni hay funciones de onda (y por tanto no hay superposición ni entrelazamiento) y la indeterminación y la incertidumbre vienen precisamente de que todo es tan complejo y con tantas variables, que no hay nada que la física cuántica (ni tampoco gran cosa la física clásica, por cierto) tenga que ver al respecto. “El marketing debe evolucionar para ser efectivo”, señala Alet, ¡Qué duda cabe! "quien pone como objetivo tratar de saber por qué un comprador cambia de opinión entre en un 50 % y un 60 % de las ocasiones en las mismas circunstancias en las que el mismo comprador considera imposible, refiriéndose a terceros, que más de un 10 % pueda cambiar de criterio." ¡Loable objetivo! Pues nada, intentemos resolverlo con la ecuación de Schrödinger, ya que eso es en realidad en lo que consiste la física cuántica. Ah, no, que la cosa no va de eso, sino de crear unos cuantos neologismos innecesarios más: "El reto es elaborar campañas que den respuesta efectiva a las necesidades de cada cliente en cada momento mediante un modelo ya definido por Zohar donde conceptos como la relación sustituye a la transacción, el ecosistema al sector y donde el consumidor o el comprador se convierten, respectivamente, en prosumidor (productor y consumidor al mismo tiempo del producto o servicio) y en cocreador (comprador y creador)." Aquí recomiendo aplicar la propiedad conmutativa: ¿cambia algo si en lugar de prosumidor escribirmos consuctor y en lugar de cocreador, compador? Nada en absoluto, ¿verdad? Bueno, el artículo de La Vanguardia ya se está acabando, pero ¿no echan algo de menos? Todavía nadie ha dicho "holístico" ¿no?. Pues ahí lo tienen: "En esta misma línea, la concepción de la empresa y la estrategia empresarial parten desde esta óptica de una visión holística, donde el todo es más que la suma de las partes y las dinámicas internas son las que acaban definiendo y enriqueciendo la compañía." Y así termina, y también terminamos nosotros, hasta la próxima reunión con el conde de Negroni. (Publicado originalmente en SciLogs el 02/12/20).
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AutorCarlos Sabín. Investigador Ramón y Cajal en el Departamento de Física Teórica de la Universidad Autónoma de Madrid. Desde 2015 hasta 2022 escribí el blog "Cuantos Completos" en la plataforma SciLogs de la revista "Investigación y Ciencia". Autor de "Verdades y mentiras de la física cuántica" amzn.to/3b4z1MO y "Física cuántica y relativista: más allá de nuestros sentidos" http://shorturl.at/bdLN0 Archivos
May 2024
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